Capítulo XX "Celos"

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            Mi cerebro se había estropeado por unos segundos. No podía terminar de entender aquello. Unas cuántas imágenes aparecían como simples fotografías en mi mente, como si ése hecho no fuera real.
 
         Después de que la imagen de la cocaína y la de la decepción de Frank aparecieran juntas, fue como si un par de engranes finalmente encajaran y al fin recuperara el total funcionamiento de mi sistema.
 
         Al instante, me puse de pie, horrorizado con la simple idea de que Frank acababa de irse, que lo había hecho solo y algo podría ocurrirle.
 
         -¡Frank!
 
         Salí corriendo del apartamento y presioné el botón del ascensor con ansiedad. Pasaron sólo un par de segundos que no pude esperar y salí disparado escaleras abajo. Cuando iba por el quinto piso, saltándome unos cuántos escalones y resbalando en más de una ocasión, mi celular comenzó a sonar.
 
         -¿¡Qué!? –grité al momento de contestar.
 
         -¿Ge-Gerard?
 
         -¿Qué ocurre, Brendon? –pregunté bastante más preocupado por mi persecución que por la llamada.
 
         Acababa de llegar al primer piso. Ahí, observé que mi amigo el portero estaba con cara de confusión, asomándose a la calle como si acabara de ver pasar por ahí una bala. Sin detenerme a preguntar, salí del edificio y miré alrededor, esperando hallar una pista de por dónde se había ido Frank.
 
         -Conseguí el permiso y ya he hablado con Ray –dijo Brendon, ignorando la desesperación en la que me hallaba-. Lo veré hoy e irá a la Notaría Pública a pedir que le dejen ver el testamento del padre de Frank.
 
         Justo cuando dijo su nombre, logré divisar una cabellera de tonalidad familiar, entre los árboles de un parque que se hallaba en diagonal a mi apartamento, casi en la esquina de la calle.
 
         -Genial, hablamos luego, Brendon.
 
         Colgué y eché a correr de nuevo. Cuando me acerqué al parque, disminuí el paso y decidí recuperar mi respiración con un andar lento que aproveché para acercarme con cierta cautela.
 
         Me coloqué frente a un grueso árbol de bellotas que no me dejaba ver a Frank, que al parecer, estaba justo del otro lado y recargando su espalda contra el tronco.
 
         -Frank... –jadeé aliviado.
 
         Al instante, el chasquido de ramas me hizo saber que se ponía en movimiento. Rodeé el árbol y lo tomé del codo con firmeza. Él trató de soltarse de un tirón, pero al no lograrlo, simplemente continuó dándome la espalda.
 
         -Frank, no me has dejado explicarte nada –dije al instante con cierta ansiedad-. Ni siquiera me diste tiempo para...
 
         -¿Qué tengo que saber? –cortó con rudeza-. Te has estado drogando.
 
         -Yo sé que es ilegal pero...
 
         -¿Ilegal? –logró soltarse de mi mano y se giró para encararme con un rostro lleno de indignada incredulidad-. Gerard, ¿tú crees que estoy enfadado contigo porque hacías algo indebido?
 
         Yo no dije nada, pero con mi silencio, él entendió que algo similar me había planteado. Abrió la boca como si fuera a soltar un improperio de disgusto, pero la volvió a cerrar y clavó una mirada furiosa a la mano que cerraba con fuerza, en la que seguramente aún tenía la bolsita con cocaína.
 
         -No soporto que tengas ése nivel de autoestima –soltó de repente y mirándome de nuevo-. ¡Gerard, aún no entiendes que la gente no está contigo por deber u obligación! ¡Si estamos contigo es porque nos importas! ¡Porque me importas! –exclamó golpeando su pecho en un dolido ademán hacia su persona-. ¡A mi me molesta un comino que ésta droga sea ilegal, lo que me molesta que hallas recurrido a algo tan dañino para tu salud, en vez de pedir ayuda!
 
         No hallé qué decir en ése momento, pero al parecer él malentendió mi sorpresa con algo parecido a la incredulidad. Soltó un suspiro impaciente y abrió su mano para observar la arrugada bolsita en su mano.
 
         -Debiste haberme dicho.
 
         -Esque no había nada que decir –logré decir al fin. Él frunció un poco el ceño y sus ojos se clavaron en los míos con suspicacia un tanto irritada-. De acuerdo, no diré que ése sobre apareció escondido en la caja por arte de magia –reconocí con seriedad-. Pero eso pasó hace mucho. Poco antes de conocerte, y como verás, jamás volví a buscarla.
 
         -¿Y porqué no? –musitó con cautela, aunque parecía que la tensión se había reducido bastante.
 
         -Porque no la necesitaba –Estiré mi mano y traté de tomar la mano en la que él tenía la bolsita, pero la retiró instintivamente. Le dediqué una mirada firme y ésta vez tomé su mano aunque opuso un poco de resistencia-. No la necesito. Al menos, ya no –mis dedos se colaron entre los suyos para hacerlo abrir su mano y la cocaína se cayó al suelo. Acto seguido, entrelacé nuestros dedos y le sonreí-. No te has percatado, pero cada vicio que tenía se fue con tu llegada. Ya olvidé la última vez que encendí un cigarro. Tú eres mi anti-droga.
 
         Observé como me miraba, casi concentrado en mis facciones. Miró nuestras manos que yo mantenía entrelazadas, y luego el sobre en el suelo. Cuando alzó su vista la dejó caer sobre mi cuello, como si le apenara verme a los ojos después de sus acusaciones.
 
         Se acercó con cierta timidez y sentí ése halo reconfortante cuando su frente se posó contra uno de mis hombros y su brazo libre me abrazaba por la cintura.
 
         -Lo siento. Creí... bueno, temía que...
 
         -Descuida.
 
         Sonreí bastante reconfortado porque el problema hubiera terminado y de una manera tan alegre para mí.
 
         -Me desharé de esto.
 
         Al decirlo me alejé un poco de Frank para poder agacharme y recoger el sobre. Lo abrí fácilmente y lo dejé caer en la tierra. Lo poco que no fue esparcido por el viento que soplaba, fue fácilmente cubierto con tierra y hojas que moví con mi pie y luego guardé la bolsita vacía en el bolsillo de mi pantalón.
 
         -¿Lo olvidamos? –me preguntó Frank aún algo avergonzado.
 
         -Se lo acaba de llevar el viento –le dije sencillamente.
 
         Tomé su otra mano y también entrelacé mis dedos con los de ésa, para luego reducir la poca distancia y besarlo con dulzura.
 
         En ése momento, el celular comenzó a sonar y ambos nos sobresaltamos. Lo saqué de mi bolsillo con gesto de reproche, pero me sorprendí al ver que era Brendon.
 
         -¡Diablos, es cierto! –contesté al instante y me llevé el aparato al oído-. Hola, Brendon, disculpa lo de hace rato.
 
         -Oh, no te preocupes –contestó reparando en que ya todo parecía estar bien aunque ignoraba qué-. ¿Ya estás desocupado?
 
         -No del todo –admití sintiendo como Frank me abrazaba por la altura del cuello y dejaba un beso contra mi mejilla sin decir nada-. Pero mis oídos están al pendiente de tus palabras.
 
         -Te gusta echar a volar mi imaginación –comentó divertido.
 
         -Quizás no estés imaginando tanto como crees.
 
         Él soltó una carcajada. Traté de no sonreír e incliné un poco mi propio rostro para besar la mejilla de Frank. Inconscientemente ambos buscamos los labios del otro para un beso similar y luego solo se quedo abrazado a mí, mirando hacia algún otro lado con la mitad de su rostro contra mi cuerpo.
 
         El brazo que no alzaba para tener el teléfono contra mi oreja, rodeó el torso de Frank y me dediqué a observar el escaso follaje de los árboles a nuestro alrededor.
 
         -Te decía que he conseguido el permiso –dijo entonces Brendon-. Ray viene al rato y se lo daré para que vaya a la Notaría y saque los nombres del testamento.
 
         -Magnífico, muchas gracias, Brendon.
 
         -Sí, de nada. Me alegra poder haber hecho algo útil.
 
         -Bastante, diría yo. ¿Cuándo tendrá Ray los nombres?
 
         -Espero que para mañana.
 
         -Fantástico –suspiré-. Entre menos tardemos a partir de ahora, mejor –hice una pequeña pausa y sonreí-. Por cierto, parece que te divertiste ayer.
 
         -¿Eh?
 
         No pude evitar reír, imaginando al Detective poniéndose colorado.
 
         -¿Ryan te lo ha dicho? –preguntó tratando de dominarse, al parecer estaba bastante abochornado.
 
         -¿Esperabas que no lo hiciera? –pregunté con sorna.
 
         -El prometido de Erica nos ha invitado a su despedida de soltero hoy –dijo saliéndose rápidamente de tema para dar por terminada ésa conversación-. Ryan y yo iremos pero no nos apetece mucho ir solos, ¿nos acompañan?
 
         Logré reprimir mi pequeña risa por el apuro de Brendon, y decidí seguirle la corriente como si nada hubiera ocurrido.
 
         -¿Y qué se hace en una despedida de soltero?
 
         -Es una simple fiesta con posibles nudistas.
 
         -Uhm... –ya no estaba tan seguro de si quería ir.
 
         -No tenemos que estar necesariamente donde las mujeres que se quitan ropa.
 
         -De acuerdo –cedí.
 
         -Bien, pasaremos por ustedes a las seis. Nos vemos, Gerard.
 
         -Adiós.
 
         Al momento en que colgué y guardé el teléfono, sentí cómo Frank parecía ponerse repentinamente tenso. Me sentí algo contrariado al respecto y vi que sus ojos estaban clavados en algún punto lejano.
 
         Seguí su mirada y pronto vi a un hombre, de pie, del otro lado de la calle. Sólo estaba ahí parado, sin hacer nada, pero parecía habernos estado observando unos segundos atrás.
 
         -Gee...
 
         -Lo sé –murmuré-. No te preocupes. Volvamos al apartamento, trata de no llamar mucho su atención por si las dudas.
 
         Él asintió. Nos separamos pero tomé su mano antes de echar a andar por la calle hacia el edificio. Ni siquiera reparamos en la cara del confundido portero mientras entrábamos, mis ojos se volvían con nerviosismo hacia ése desconocido con frecuencia, pero cuando había echado el último vistazo, él ya no estaba ahí.
 
         -¿Crees que...? –dijo la voz de Frank quedamente, mientras miraba sobre su hombro con cierta preocupación.
 
         -No lo sé. No creo. Y quiero pensar que no.
        
 
 
         Brendon y Ryan llegaron por nosotros puntuales. En ése tiempo, no me había podido detener a pensar en mis últimas compras, ni en si Frank habría considerado alguna vez el que subiéramos un escalón más en las escaleras de nuestra relación. Estaba más ocupado preguntándome, si no sería peligroso salir.
 
         Aún así, cuando bajamos y encontramos el costoso auto de Brendon estacionado afuera, no vimos ni rastro del sujeto que habíamos visto en la tarde.
 
         Abrí la puerta trasera del vehículo y me detuve a observar alrededor, mientras en un murmullo le indicaba a Frank que entrara. Una vez que no vi nada sospechoso, entré también y cerré la puerta.
 
         -¿Ocurre algo? –preguntó Brendon encendiendo el auto.
 
         -Sólo quería ver si no había nada raro en la calle –dije restándole importancia.
 
         -Ya decía yo que estabas siendo demasiado caballeroso –soltó Ryan con ironía, desde el asiento del copiloto.
 
         Le dediqué una mirada gruñona desde el espejo, y él sólo rió de forma cantarina.
 
         Nos tomó un rato llegar al lugar de la fiesta, que resultó ser el gran apartamento de un amigo del prometido. El portero nos dejó pasar cuando Brendon dijo su apellido y el hombre lo comprobó en una lista.
 
         El edificio era similar al mío, aunque quizás era un poco más costoso. Tenía mucha decoración y muebles un poco exagerados. Me recordaba más a un hotel que a un edificio de apartamentos.
 
         Nos vimos obligados a tomar el ascensor porque el último piso era el de la fiesta, y eran bastantes pisos más de los esperados. Una vez adentro, Frank tomó mi mano y cerró los ojos. Yo apreté su mano igualmente y le dije en voz baja que no pasaba nada.
 
         La tortura tardó poco más de lo que hubiera querido, pero aún antes de que yo comenzara a alterarme, ya se habían abierto las puertas y salimos.
         -Creo que vomitaré –balbuceó Frank aferrado a mi brazo como si nos hubiéramos subido a un juego mecánico, de esos que dan muchas vueltas.
 
         Traté de decirle algo, pero la música que salía del apartamento, cuya puerta estaba abierta, comenzó a sonar más fuerte. Ryan avanzó hacia allí y lo seguimos.
 
         Adentro, había muchos hombres, charlando, riendo, bebiendo, algunos bailando en sus lugares con tragos en las manos. No dijimos nada, y nadie nos dijo nada, así que simplemente nos adentramos en la fiesta.
 
         Brendon fue hacia el mini-bar, donde pidió al muchacho que estaba ahí que nos sirviera algo. Volvió con cuatro exóticos vasos con líquidos cuyos colores me hicieron dudar en si era alcohol o detergente para cañerías.
 
         -Son “Playa nocturna”, “Hot Ice”, “Sexy lime” y “Sexo en Marte” –dijo Brendon señalando las bebidas respectivamente, repitiendo lo que el barman le había dicho-. Me las ha recomendado, y no me miren así que yo no les puse el nombre.
 
         -¿Qué puede tener ésta cosa que lo haga sexy? –preguntó Frank mirando con dejo de nerviosismo su largo vaso de líquido verdoso-. No le pondrán afrodisíacos y esas cosas ¿o si?
 
         -A mí me preocupa más el que ésta cosa se llame “Sexo en Marte” –arguyé con una mirada inquieta en el vaso más ancho, cuyo tono color rojo iba tornándose más oscuro desde arriba hasta el fondo.
 
         -Brendon ¿no puedes pedir unas cervezas? –preguntó Ryan realmente decidido a no beber su brebaje de color azul.
 
         -Bien, bien.
 
         Pero cuando nos había quitado los vasos, ya no quedaba ni rastro de su Playa Nocturna. Ryan le dirigió una gruñona mirada que él no capto, y unos minutos después había vuelto con cuatro vasos idénticos con vodka y hielo.
 
         -Me dijo que no tienen cervezas –se encogió de hombros.
 
         -El elevador de verdad me mareó, iré a buscar el baño –sentenció Frank con rotundidad y dándome su vaso-. Ahora vengo.
 
         Se alejó de nosotros y ya que lo perdí de vista, bajé mi mirada hacia los vasos que yo sostenía con ambas manos.
 
Probé un sorbo del vodka y me sentí algo culpable cuando mi paladar saltó gustoso y mi garganta casi ronroneó cuando sintió el primer trago abrasador. Quizás no era buena idea beber, aunque hacía mucho que no lo hacía... un poco no me haría daño ¿verdad?
 
         -¡Y ahora, con ustedes, nuestro pobre difunto, uno más que se nos va...! –dijo una voz melodramática por un micrófono, y al instante la música bajó de volumen-. ¡Mi mejor amigo, Chris, que se casará mañana!
 
         Hubo gritos y silbidos, tanto como para darle ánimos como condolencias al hombre rubio que acababan de subir a una mesa junto con el sujeto del micrófono. Hasta entonces, y mientras el hombre continuaba parloteando sobre el trágico acontecimiento que significaba una boda, me percaté de algo.
 
         -¿Éso significa que Erica se casa mañana?
 
         -¿En que mundo vives, Gerard? –se rió Ryan con ganas-. Nos lo dijo hace una semana, inclusive dejó invitaciones en los casilleros de todos.
 
         “¿En qué mundo vivo? Supongo que en el de Frank.”
 
         -¡...así que un aplauso para las señoritas! –dijo al final el del micrófono y provocando muchísimos gritos de entusiasmo.
 
         Chris había sido sentando en una silla sobre la misma mesa, y entonces, de entre la gente, habían aparecido varias mujeres con poca ropa y cuerpos esculturales, todas llevaban máscaras o antifaces de carnaval. Los hombres aullaban como lobos, mientras las chicas hacían bailes tan exóticos como la dichosa Sexo en Marte, una o dos rodeando al novio, que parecía maravillado.
 
         -Dios mío –murmuró Ryan mirando hacia otro lado cuando una chica comenzó a sacudir la parte trasera de su cuerpo muy cerca de Chris, que con sonrisa pícara había puesto un dólar entre su piel y la prenda similar a la ropa interior que la chica llevaba.
 
         Yo miraba sin gran interés en realidad, ya me imaginaba que ése tipo de espectáculos estarían por un buen rato. Aún así, y casi mecánicamente, tanto Ryan como yo, miramos a Brendon, que para mi diversión y disgusto de Ryan, estaba examinando a algunas de las chicas que no bailaban en la mesa y ahora coqueteaban con los invitados con total descaro.
 
         -Cretino.
 
         Ryan puso los ojos en blanco, y aún antes de que Brendon descubriera que lo habían atrapado con los ojos en las bailarinas, el castaño se alejó de nosotros gruñendo maldiciones bastante violentas con los puños apretados. Brendon saltó en su lugar con expresión alarmada y rápidamente fue tras él.
 
         -¡Ry, Ryro, espera, puedo explicarlo...!
 
         -¡Hey chicos, no me...! –pero para entonces, ambos habían desaparecido entre los hombres borrachos y mujeres provocadoras-...dejen...
 
         Fruncí un poco el ceño y torcí la boca con disgusto. Decidí recargarme contra una pared y continué bebiendo de mi vaso, escuchando la música y mirando las cosas tan ridículas que los chicos alcanzaban a hacer para llamar la atención de las bailarinas.
 
         Estuve solo por un buen rato, preguntándome si Brendon habría logrado persuadir a Ryan de que no se molestara y quizás ya estuvieran reconciliándose en alguna habitación solitaria; también me preguntaba cuánto iba a tardar Frank.
 
         Cuando ya había vaciado mi vaso y lo dejé en el suelo a mi lado, comencé a beberme el de Frank sin percatarme. Era casi instintivo, porque al tener el vaso en mis manos, y hallándome tan aburrido, la única acción que se le ocurría a mi cerebro era llevarme el líquido a los labios.
 
         -¡Oh, buenas noches! –saltó una voz que extrañamente, me resultó familiar.
 
         Tres bailarinas con antifaces acababan de llegar. La de en medio, tenía una cola de caballo rubia y su traje me parecía, aunque sensual, el más “decente” de todos. Ella era la que había hablado, y las otras dos, a sus costados, rieron tontamente.
 
         -Uhm... buenas noches, señoritas –dije cortésmente.
 
         -¿Pero que haces aquí arrinconado y sin hacer nada? –preguntó fingiendo un tono pomposo mientras una de sus amigas comenzaba a acariciar las puntas de mi cabello.
 
         Supuse que decir que mis amigos me habían abandonado por una discusión respecto a los celos que a uno le causaba ver al otro mirando a otra persona que no fuera él, y que además mi novio parecía haber sido tragado por un retrete, no era una contestación muy adecuada; teniendo en cuenta, claro, que éstas chicas, al igual que los demás, me creían un heterosexual reservado.
 
         -Sólo miro –contesté al fin con indiferencia.
 
         -Siempre igual, Gerard, siempre igual –se rió la rubia, y me sentí perplejo cuando escuché que me llamaba por mi nombre. Ella sonrió y se levantó un poco el antifaz, mostrándome unos ojos celestes que yo sí conocía-. ¡Hola!
 
         -¡Erica! –salté estupefacto. Ella se rió de nuevo y bajó el antifaz-. Pero... pero... ¿no tenías tu despedida de soltera?
 
         -La estoy teniendo, y muy buena por cierto –sonrió ella-. Mis mejores amigas y yo, pedimos permiso a las bailarinas para infiltrarnos. Sólo quiero divertirme por mi cuenta con otros chicos, sin molestarme lo que haga Chris. Pero al final, haré que desvelen mi secreto, y la cara que pondrá será el mejor recuerdo de mi vida como soltera.
 
         Las chicas que estaban con ella rieron disimuladamente y hasta yo me vi obligado a reír ante la idea de una cara tan incrédula como la que me había imaginado.
 
         -Pero no le digas a nadie ¿si? –pidió dulcemente y juntando sus manos en forma de ruego-. Quiero que sea una sorpresa.
 
         -Será la más impactante sorpresa, créeme. No te preocupes, mis labios están sellados.
 
         -¡Oh, eres un sol, gracias!
 
         Pronto me echó los brazos al cuello y me estrujó con fuerza. Yo le correspondí quedamente al abrazo, a causa de que el vodka ya comenzaba a marearme y también, temía derramarlo. Cuando me soltó me dio un fugaz beso en mi mejilla que hizo mi piel arder y me dedicó una radiante sonrisa.
 
         -¡Nos vemos entonces, Gerard, y gracias de nuevo!
 
         Se dio la vuelta, y junto con las otras dos muchachas, se alejó, contoneándose por el lugar y atrayendo bastantes miradas. Yo sonreí mientras la veía alejarse, y negué reprobatoriamente ante ésa mujer tan extraña.
 
         Entonces, logré ver que la puerta del apartamento se abría, y por el resquicio de luz logré ver que Frank era quien logró escapar del bullicio. Vacié mi vaso de un trago, lo dejé en una mesita y caminé entre el gentío para alcanzar la salida. Cuando me hallé afuera, y mis oídos respiraron silencio después de cerrar la puerta detrás de mí, divisé los talones de Frank subiendo las escaleras hacia la terraza.
 
         Yo traté de no sonreír y fui tras él sin prisas.
 
         Cuando llegué a la terraza lo hallé mirando la pequeña ciudad con una mano en la chaqueta y un vaso con otra de ésas bebidas extrañas. Llegué hasta él y me miró un momento antes de continuar viendo la ciudad con tranquilidad.
 
         -Me lo han dado de camino a la salida –dijo de repente y refiriéndose a la bebida anaranjada con rojo-. Se llama “Volcán Dinamo”, no me molesté en preguntar porqué. No esta mal.
 
         -¿Me dejas probar?
 
         Me acercó el vaso, pero luego lo inclinó contra mis labios y pude probar algo  similar al whisky, pero con un sabor ligeramente frutal. Sentí un gran calor recorrer mi cuerpo, y al parecer fue muy bien recibido.
 
         Frank se puso a ver la ciudad de nuevo con el vaso entre sus manos. Yo me puse detrás de él para poder abrazarlo por la altura de su cintura y le besé la mejilla.
 
         -¿Porqué tardaste tanto?
 
         -Había algunas personas ocupando el baño... y de regreso trataba de evitar que me subieran a la mesa con las bailarinas –hizo una pausa-. ¿Dónde están Brendon y Ryan?
 
         -Resolviendo problemas maritales.
 
         Frank forzó una sonrisa, que hasta entonces me hizo notar que se comportaba algo extraño. Estaba por preguntar si el trago le había sentado mal, cuando él despegó un poco los labios, mientras tomaba una de mis manos:
 
         -¿Gee? –no esperó a que le contestara-. ¿Qué ves, cuando me miras?
 
         -¿Qué? –no era el tipo de pregunta que podía esperar de él, además de que no la había entendido en realidad.
 
         -Sí, ¿qué ves cuando me miras? –vaciló-. Cuando yo te veo, veo a mi mejor amigo, veo a alguien en quien puedo confiar y veo a la persona que más me importa. ¿Qué es lo que ves tú cuando me miras?
 
         Ésa era una pregunta muy difícil de contestar, ya que mi introvertida personalidad jamás me permitiría decir lo que en verdad veía en él.
 
         “No puedo decirte que veo en ti a lo único y a lo que más amo en el efímero planeta tierra...”
 
         Todavía no hallaba las palabras adecuadas para pronunciar, cuando me di cuenta de que el Volcán Dinamo ya estaba a la mitad y que Frank parecía ligeramente crispado.
 
         -Frank, será mejor que dejes eso –le dije gentilmente al retirarle el vaso.
 
         De repente hizo un movimiento brusco, como si hubiera querido girarse hacia mí, pero hubiera perdido el equilibrio; una de sus manos se movió para sujetarse de mi hombro, pero golpeó el vaso que cayó al suelo y la bebida se desparramó por todos lados. No me importó que mi calzado fuera a quedar permanentemente manchado de las gotitas anti-naturalmente rojas de el líquido, ya que mi total atención se concentró en sujetar bien a Frank, que parecía desorientado.
 
         -Creo que te la has bebido muy rápido.
 
         Él alzó la vista y cuando nuestras miradas se conectaron parpadeó confundido y se sujetó la cabeza con una mano. Luego volvió a tomar mis hombros, esta vez con firmeza y la mirada intensa que me dirigió me dejó paralizado..
 
         -¿Qué es lo que ves cuando me miras, Gerard? –exclamó.
 
         Yo nuevamente guardé silencio, pero porque algo ahí se había tornado muy extraño. Frank sujetaba con fuerza mis hombros, casi haciéndome daño, su mirada desprendía algo familiar para mí, pero no entendía porqué Frank podría estar demostrando ésa ansiedad tan similar al miedo.
 
         -Frank, creo que será mejor que nos vayamos. Parece que se te ha subido muy rápido y...
 
         -¡Contéstame!
 
         Y por primera vez, Frank Iero me había gritado una orden.
 
         Mis ojos se habían abierto de par en par con total sorpresa. Frank reparó en lo hecho y dejó de apretar mis hombros, mientras poco a poco su semblante pasaba de uno preocupado a otro sumamente entristecido. Me sobresalté al ver que sus ojos se llenaban de lágrimas y cómo éstos me evitaban una vez más, cuando dirigió su vista hacia el suelo.
 
         -Quiero saber si ves lo que yo –dijo su voz apenas audible-. Sólo quiero escuchar que es cierto lo que yo veo. Que siempre estarás ahí, para mí.
 
         -Pero Frankie, eso ya lo sabes, eso ya te lo he dicho –me excuse en voz baja, por miedo a causar otra reacción violenta.

Mi mano acarició su nuca y bajó para rozar su mejilla con mi dorso. Él inclinó un poco su cabeza, para que el roce contra mi mano fuera más certero y cerró los ojos con pesadez. Sus brazos me rodearon y un par de lágrimas escaparon de entre sus pestañas.
 
         -Cuando te miró, veo en ti mi más grande felicidad, y el anhelo más profundo que yace en mi corazón –Frank me apretó entre sus brazos y su frente se recargó contra mi clavícula-. Veo un incentivo para sonreír, veo la compañía que más me gusta tener. Pero sobre todo eso, veo a la persona más buena y pura, por la que pido cada día que no me deje de querer.
 
         “Siempre obtienes lo que quieres de mí. Aunque ésas palabras quemen mi paladar mientras las pronuncio, sentir con tu abrazo que te han reconfortado, hace que la quemadura valga la pena...”
 
         -¿Quién era ella? –dijo de repente.
 
         -¿Quién?
 
         -Ésa mujer. Ella te abrazó. Ella te besó.
 
         Silencio.
 
         Y entonces, el mundo giraba a toda prisa y no era por el Vodka. Aunque tardé casi un minuto en reaccionar, una enorme sonrisa se fue estirando por mi cara. El mundo giraba a toda prisa porque el extraño comportamiento de Frank ya tenía explicación.
 
         “Mi mundo gira a toda prisa... porque Frank Iero esta celoso...”
 
         Hice un esfuerzo para contener ése grito de euforia, luego lo abracé y le conté al oído todo respecto a mi encuentro con Erica. Frank escuchaba pasmado, y al finalizar mi relato pareció apenado, pero no dijo nada y sólo se quedó abrazándome.
 
         Mientras el silencio continuaba yo no podía ocultar ésa sonrisa. ¿Quién podría, teniendo en cuenta algo tan épico? Si Frank podía sentirse celoso de una total desconocida, eso alimentaba mi orgullo, pues significaba...
 
         “Que quizás me quieres más que antes.”
 
         -Ella es muy bonita... –comentó Frank como quién no quiere la cosa, aunque más bien parecía un intento de sacar mi verdadera opinión sobre Erica.
 
         -Quizás. Y mañana se casa –dije sin darle mucha importancia-. No creo ir, tengo que ver a Brendon y Ray para lo de los nombres del testamento.
 
         -¿Qué pasará si atrapan a los asesinos? –quiso saber-. ¿Qué ocurrirá si logran traer a Gabe y Bill sanos y salvos? ¿Qué va a suceder al final?
 
         Parpadeé un par de veces.
 
         -No lo sé. ¿Qué quieres que pase?
 
         -No sé.
 
Sus manos soltaron el amarre en mi espalda y subieron para sujetar superficialmente mi quijada. Luego alzó su rostro y fundió sus labios contra los míos. Dejé que ambas bocas se dejaran llevar, mezclando el sabor de la saliva y de las bebidas ingeridas, en una combinación extrañamente reconfortante.
 
Sus labios resbalaron entre los míos en un suave sonido cuando se despegó de mí y decidió volver a ocultar su rostro en mi hombro una vez que rodeó mi cuello con ambos brazos.
 
-Me importa poco qué pase. Sólo quiero... que estés ahí cuando ocurra –murmuró con voz ronca. Hubo una larga pausa en que recargué mi cabeza contra la suya y cerré los ojos-. Te quiero, Gee.
 
“Y yo te amo tanto, Frankie...”
 
-Yo también te quiero. Estaré ahí. Aunque no ocurra nada al final, estaré ahí.
 
“Aunque sea un cobarde sin dignidad. Aunque no me quieras como yo. Aunque al final ninguno de los dos llegue a soltar un ‘te amo’ de verdad. Yo estaré donde estés. Si tu respiras, si tu sientes; entonces yo también.”

Seducción Homicida |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora