Capítulo XXV "Brendon"

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      Brendon Urie puede considerarse así mismo un tipo atractivo, trabajador, elocuente, encantador, detallista y sin duda modesto. Pero jamás debió haber intentado ser también un gran cocinero.
 
Había despertado con unas ganas enormes de sorprender a su pareja, había dejado la cama a temprana hora y se había puesto a trabajar arduamente en el desayuno. Pero a pesar de que pasó casi una hora buscando materiales, haciendo masa, confundiendo ingredientes y manchando la cocina… menudo fracaso había resultado todo.
 
Usualmente era su criada la que se encargaba de alimentarlo pero desde que Ryan pasara tanto tiempo en su casa, o que él pasara tanto tiempo en la de él, había decidido decirle a la mujer que su trabajo ya no era requerido.
 
Y puede ser que su Ryan no fuera precisamente un chef gourmet, pero siempre le preparaba algo con mucho gusto y el pelinegro no se negaba a nada que proviniera de él. Muy frecuentemente, también, Brendon lo llevaba a cenar o a comer algo, así que había sido prescindible el utilizar su cocina en un buen rato…
 
A decir verdad, Brendon Urie no había utilizado los fogones en más de cinco años, motivo por el cual su intento de hacer Hot Cakes había terminado de manera apestosa, grotesca y completamente quemada contra el sartén, de manera aparentemente imposible de extraer sin una pala mecánica.
 
Al sentirse decepcionado porque sus esfuerzos se vieran frustrados de aquella manera, decidió que trataría con otra cosa. Sin embargo, para el alivio del nuevo sartén, Ryan salió de la habitación y Brendon se apresuró rápidamente a ocultar su masa oscura que se suponía debía haber resultado cuando menos comestible, dentro de una de las encimeras de la cocina.
 
Cuando Ross hubo entrado al campo de batalla en que se había convertido la cocina (llena de harina, gotas de leche y cascarones y clara de huevo), encontró a Brendon sentado sobre una de las encimeras con una inocente sonrisa.
 
-¡Buenos días panquecito de chocolate! –Exclamó Brendon con exagerado entusiasmo.
 
Al detectar el empalagoso nombre y la sonrisa tan encantadora, Ryan reparó en que su novio le ocultaba algo. Nunca había sido bueno para mentir en realidad, y siempre lo acababa descubriendo cuando lo hacía. Miró a Brendon unos segundos expectantes y al ver que no decía nada, revisó el entorno.
 
-¿Se quemó algo? –preguntó percibiendo el aroma.
 
-¿Algo? No, claro que no –Ryan no pareció creerle y miró alrededor con gesto inquisidor, por lo que el detective bajó de un salto de su lugar y se aproximó para rodearlo por la cintura y darle un matinal beso-. Vístete, Ry, vamos a desayunar.
 
-¿Afuera? –Inquirió sin entusiasmo, olvidándose entonces de sus sospechas-. No, Bren, no quiero salir hasta que el trabajo me obligue. Quiero estar en pijama y desayunar tranquilamente con mi novio –le sonrió dulcemente y Brendon no supo qué pretexto poner. Ryan le dio un pequeño beso-. ¿Vas a querer algo en especial? –se soltó del abrazo del otro-. Puedo hacer unos Hot Cakes.
 
Con la ironía, Brendon sonrió forzadamente pero no pudo articular palabras. Se mordió el labio con preocupación al ver que Ryan se dirigía hacia la encimera que escondía su crimen, (o bien, una insinuación de intento de homicidio por envenenamiento), pero a falta de saber cómo actuar, no hizo nada y dejó que el castaño descubriera aquella atrocidad. De todas maneras, lo iba a hacer en algún momento y era preferible que lo hiciera cuando parecía de tan buen humor. La expresión que vio en su novio cuando abrió las puertitas no le auguró algo bueno.
 
Ryan, sartén en mano y con las cejas arqueadas hasta que acabaron por ocultarse tras su flequillo, se enderezó y miró a Brendon esperando escuchar una buena excusa, dirigiendo alternativas miradas de su novio a la comida quemada. El pelinegro se rió nerviosamente sin saber qué decir, por lo que el otro solo puso los ojos en blanco y colocó el sartén a un lado del fregadero, dispuesto a tratar de remediarlo cuando tuviera tiempo, o por el contrario tirarlo a la basura.
 
-Brendon Urie, tienes prohibido tocar cualquier cosa en esta o en cualquier otra cocina –le advirtió Ryan con autoridad-. Ahora ve a bañarte y arreglarte, yo me encargaré de hacer algo para el desayuno.
 
-Perdón, Ryro… -murmuró por lo bajo, viendo como su novio se volvía hacia la estufa. Si Brendon hubiera tenido orejas de perro, estas se hallarían tan abajo que parecerían adheridas a su cráneo-. Quería sorprenderte con el desayuno, pero creo que solo te he dado más trabajo.
 
Al escucharlo decir eso, Ryan se giró para mirarlo. Brendon se veía los pies, sobreactuando su gran vergüenza un poco, y no dijo ni hizo nada. Ryan sonrió ligeramente, sin poder ocultar su mirada enternecida. Caminó hacia su novio, se puso de pie frente a él y alzó su rostro con ambas manos.
 
-Oye, está bien… No serás todo un maestro en la cocina…
 
-Soy un asco.
 
-…pero tienes muchas otras cualidades –continuó sin escucharle y dedicándole su sonrisa-. Gracias por el detalle. Eres lo más dulce en éste universo, amor.
 
Brendon se sintió muy reconfortado al escuchar que al menos, haber arruinado un sartén del todo y haberse avergonzado delante de Ryan tenía sus ventajas; escuchar al castaño decirle esas cosas siempre lo había hecho sentirse muy bien. Le devolvió la sonrisa al chico y, tomando su cintura se aproximó para besarlo tiernamente. Ryan sonrió en el beso y abrazó a su novio para corresponderle.
 
El contacto se extendió por un par de minutos armoniosos, tras los cuales se miraron con idénticos gestos alegres.
 
-Gracias por quererme aunque no sea perfecto, Ry.
 
-Tonto –musitó Ryan acariciando su cabello-. Cuando amas a alguien no lo haces porque sea perfecto –besó su barbilla-. Aceptar y aprender a adorar hasta sus más pequeños defectos es lo que te demuestra que lo haces.
 
-¿Y qué hago yo si tú eres perfecto? –repuso el otro haciendo reír al mayor.
 
Hubo un nuevo beso lleno de entusiasmo; una mano de Brendon sujetaba la nuca de Ryan y acariciaba su mejilla con un pulgar, mientras que el otro solo lo rodeaba por la cintura contra su cuerpo.
 
Para el detective, no había nada mejor.
 
Antes solía ser un nómada que gustaba de ir de cama en cama con gran libertad, pero desde que Ryan llegara de aquella manera en su vida, había olvidado ése mal hábito suyo, como si se tratara de un largo sueño alterno nada más.
 
Había aparecido tan repentinamente en su mundo, que se sintió confundido al haber adorado de ésa manera la cara de un completo extraño. La primera vez que fue a la morgue, había esperado solo hacer su trabajo y retirarse, pero al ver a aquél ayudante de médico forense, no había dejado de pensar en otra cosa en todo el día. Cuando supo su nombre se sintió dichoso, y cuando comenzó a charlar con él se emocionó sin motivo aparente. Hacía solo un poco más de seis meses que había decidido intentar algo más que solo miradas, palabras insinuantes y discretas sonrisas. Estaba feliz de haber tomado aquel riesgo.
 
Antes de Ryan, nunca se habría imaginado en una situación similar; pero sí, quizás podría acostumbrarse a ése tipo de cosas.
 
Ryan lo había hecho perseverar en aquella relación. Por una vez, había dejado de buscar las maneras de llevarse a su pareja a la cama de la manera más rápida, y había comenzado a disfrutar hasta la actividad más sencilla en compañía de él: Caminar por un parque, ver una película en casa, charlar largas horas sobre los días respectivos de cada uno… ése tipo de cosas que él antes había hallado como un desperdicio de tiempo.
 
No sabía cómo había logrado lo que otros no. No sabía cómo aquellos ojos lo habían hechizado de tal manera, o cómo una risa suya le podía provocar un sentimiento de felicidad tan grande que acababa sonriendo para sí mismo. No sabía cómo, pero le encantaba, y tenía la ligera impresión de que Ryan había logrado todo eso en él porque simplemente era especial.
 
Amaba tanto a su novio que después de su primera gran discusión, jamás se había atrevido a presionarlo con avanzar un escalón más en su relación de nuevo. Quería pensar que su niño acabaría dejando de ser tan temeroso en ése ámbito, y que le daría luz verde en algún momento. Pero las esperanzas se esfumaban con el tiempo, y el resignado Brendon tuvo que recurrir a ‘hacer justicia por su propia mano’ en varias ocasiones por la frecuencia en que un gesto o acción de Ryan lo hacía sentir un fuerte tirón dentro de sus pantalones.
 
Y si hay algo que haga sufrir a la gente que es como solía serlo Brendon Urie, eso es la abstinencia. Lo torturaba y lo volvía loco, pero el miedo a estropear su reciente hallada felicidad lo hacía morderse un nudillo… y satisfacerse por su cuenta.
 
Fue ése el motivo porque se sintiera tan sorprendido cuando su novio finalmente se dejó llevar un poco más. Había llegado a pensar muchas veces en lo increíble que sería para él ser la primera vez de Ryan… pero después de su primera discusión, jamás se había atrevido a presionarlo de nuevo. Y eso es decir mucho, porque había veces en que su novio se le antojaba tan malditamente violable y él sólo podía quedarse rígido, apretando las piernas y tratando de evitar más conmoción en sus pantalones al dirigir su mirada hacia otro lado.
 
Por eso, aquella vez en que Ryan estaba por retirarse de su casa en la noche, los primeros dos besos de despedida parecieron tan casuales e inocentes como cualquier otro. Sin embargo, de un momento a otro aquellos labios no escaparon de la pasión de su beso, e inclusive le correspondieron.
 
Podía percibir que Ryan aún se estaba cuestionando si eso era correcto, pero Brendon trató de ayudarlo a relajarse al esparcir suaves caricias por su rostro durante aquel beso. Una cosa llevó a otra, y cuando habían regresado a la habitación y se dejaron caer en la cama, Brendon logró volver de su mundo de ensueño, notando como al pulso acelerado de Ryan se le sumaba un apenas perceptible temblor en todo su cuerpo. Estaba nervioso hasta la muerte, eso era fácil de percibir. Brendon sabía lo que tenía que hacer, y también sabía que había muchas probabilidades de tirar sus fantasías a la basura; pero Ryan valía aquel riesgo.
 
Con todo su pesar, se despegó de sus labios, tendido a su lado como estaba y sujetó su rostro con sus manos para mantenerlo cerca. Ryan estaba ligeramente ruborizado y su respiración sufría de los vestigios de aquél último beso.
 
-¿Estás seguro de esto? –le dijo en voz baja-. Ry, yo no quiero que te sientas forzado ni nada…
 
Hubo una pausa en la que su corazón contuvo el aliento junto con él. Ryan le miró durante esos momentos, como si no le hubiera escuchado o entendido, posiblemente porque no esperaba escuchar eso de Brendon en un momento tan crucial como ése. El hecho de que su novio se preocupara esta vez por saber si estaba dispuesto, lo hizo sonreír. Luego, amortiguó esa sonrisa al fruncir los labios y se acercó a Brendon.
 
-Estoy seguro, Brendon… -dijo quedamente. Se abrazó de él por la cintura, y un pequeño temblor sacudió su voz cuando habló de nuevo al mismo tiempo en que sus ojos parecían humedecerse-. Pero por favor… -cerró sus párpados y se apretó más contra su pecho-. Por favor, prométeme que me seguirás amando por la mañana.
 
Conmovido y entristecido por su miedo, Brendon acarició su mejilla y plantó un beso en su frente. Ryan respiró hondo y entreabrió los ojos para ver la sonrisa del detective.
 
-Claro que te amaré por la mañana. Te amaré todas mis mañanas, todas mis tardes y todas mis noches, mi cielo.
 
Se sintió dichoso al notar que sus palabras habían reconfortado en sumo grado al muchacho, que murmuró un suave ‘te amo’, y lo atrajo hacia sí para volver a besarlo.
 
Para Brendon, esa noche fue en realidad como si hubiera sido su primera también. Tal vez no físicamente, pero jamás se había sentido tan unido a alguien como en aquél momento, volviendo aquella su experiencia favorita. Ryan era tan dulce, tan honesto, tan magnífico que Brendon a veces no sentía merecer su cariño. Pero aún así amó aquellos instantes en que escuchara su nombre provenir de aquellos labios que amaba besar; adoró la manera frágil en que Ryan parecía aferrarse a él en oleadas de placer que le arrancaban gemidos febriles; y sin duda le encantó el que después del orgasmo, Ryan lo recibiera entre sus brazos falto de aire pero necesitado de más numerosos y cuidadosos besos.
 
Se escuchaban incontables palabras dulces en secos jadeos, mientras ambos permanecían sujetos el uno al otro como si fuese indispensable y compartían varias caricias y besos. Una noche coronada de forma magnífica, y un sueño profundo y reconfortante que los haría despertar tarde al día siguiente.
 
El detective simplemente no podía evitar estar tan loco por ése muchacho, que se le antojaba como su propio muñeco de cristal, al que trataba con tanto cariño y cuidado como era capaz por miedo a quebrarlo.
 
Claro que no todo era miel sobre hojuelas todo el tiempo. Él carecía de paciencia y Ryan era algo caprichoso, trayendo así algunos problemas que no se lograban evitar. Aunque sin duda, las discusiones eran casi inexistentes desde aquella en la fiesta de soltero del prometido de Erica, que de hecho fue la noche posterior a la que hicieran el amor por vez primera. No podía culpar a Ryan por haberse molestado y haber tratado de dejar la fiesta, a decir verdad no había sido muy discreto en su inspección del ‘entorno’.
 
Logró alcanzar a su furioso novio y aún contra su voluntado lo llevó consigo a una habitación vacía, lejos de la música o los invitados, donde se encerró con él.
 
-¡Deja de estar molestando, Brendon! –le gritó lleno de ira y tratando de salir por la puerta que Brendon le bloqueaba-. ¡Ya déjame irme!
 
-Después de que hablemos –le indicó el otro sin inmutarse.
 
-¡Yo no quiero hablar contigo, no quiero estar contigo y no quiero verte la maldita cara ahora! –exclamó con voz ahogada y los ojos llenándoseles de lágrimas.
 
Brendon suspiró cansado y quiso tratar de decir algo, pero no supo cómo hacerlo al ver que Ryan miraba al suelo conteniendo el llanto con todas sus fuerzas. Sabía que no iba a resultarle fácil contentarlo.
 
-¿Porqué estás tan enfadado? –preguntó-. ¿Porque estaba mirando a unas cuantas mujeres?
 
-¡Claro que no es solo por eso! –saltó Ryan aún más molesto, y sin duda sorprendiendo a Brendon, que esperaba una respuesta afirmativa-. ¡Si fuera la primera vez no me importaría, pero siempre estás al pendiente de lo que los demás hacen! –Alzó un poco la vista para mirarlo y luego la regresó al suelo maldiciendo en voz baja-. Curiosamente siempre te encuentro con los ojos encima de personas atractivas…
 
El detective lo escuchó perplejo, y luego, sin poder evitarlo, soltó una divertida risa. Ryan apretó los puños con fuerza.
 
-¿Es por eso? Ryan, yo no…
 
-Sí, ríete todo lo que quieras –sollozó el muchacho haciendo que el otro se callara abruptamente. Ryan se secó con desprecio las lágrimas con el dorso de su mano-. Sé que piensas que es estúpido, que yo soy infantil o ridículo. Lamento el resultarte así, pero por desgracia no puedo evitar el sentirme aterrado cada vez que te fijas en alguien más –apretó su mandíbula y contuvo otro sollozo-. Todo es tu culpa. Quisiera ser más seguro de mí mismo, de pensar que me amas como dices y así no sentir este miedo estúpido cada vez que diviso una posibilidad de que te aburra, o de que encuentres a alguien mejor que yo. Pero no puedo, y es tu culpa por haber sido como eras y por haberme hecho confiarte todo anoche…
 
Brendon se hallaba petrificado. No había esperado escuchar cosas como aquellas, y sin duda, ahora se sentía incrédulo y al mismo tiempo culpable por haber causado tantos temores e inseguridades en su novio. Su corazón se sintió hundiéndose profundamente en su pecho mientras veía como Ryan trataba inútilmente de secar sus mejillas, que igualmente acababan empapándose de nuevo a los pocos segundos.
 
Sin vacilar un segundo, Brendon sujetó a Ryan y lo abrazó contra su cuerpo con fuerza. El chico al instante se puso tenso y trató de empujarlo lejos, pero a pesar de eso, Brendon no lo soltó.
 
-¡No quiero que me toques! –bramó Ryan tratando de separarse desesperadamente.
 
El pelinegro no dijo nada, y solo continuó forcejeando un poco contra el muchacho entre sus brazos. Ryan le pidió numerosas veces que lo soltara, pero su cuerpo tan escuálido no le ayudó a escaparse. Tras un par de minutos, su llanto y su lucha lo agotaron tanto que simplemente se rindió y acabó pegado a su pecho, con sus ojos cerrados aún dejando escapar lágrimas de frustración.
 
Una vez que Ryan pareció tranquilizarse, recargó su frente contra el pecho que tenía enfrente y no pudo evitar sollozar en voz baja, esta vez con una profunda tristeza. Brendon solo esperó pacientemente.
 
-Yo no quiero que me dejes –dijo Ryan con un hilo de voz-. Si ayer permití que pasara lo que pasó, fue porque te amo tanto que quiero estar contigo de todas las maneras posibles… pero a pesar de que me sintiera tan feliz, no puedo evitar el sentir miedo porque comiences a aburrirte de mí y te vayas.
 
El detective se sintió satisfecho por haber logrado que Ryan dejara de gritar y que ahora dijera el motivo completo por el cual se había comportado de aquella manera. Tuvo un sentimiento de conmocionada felicidad saltando en su corazón, sin poder evitar pensar el bien que le hacía comprobar cuánto lo amaba Ryan.
 
-Ryro, he de decir que siempre te he considerado alguien muy inteligente, así que disculpa si ahora te digo que jamás había esperado escucharte decir semejante estupidez –su mano acarició la nuca del castaño, quien abrió los ojos con sorpresa-. Yo no puedo amar a nadie que no seas tú. Jamás voy a irme con alguien más, ni voy a dejarte. El hecho de que ayer te acostaras conmigo no hace el que comience a aburrirme… al contrario, nunca me sentí tan feliz y tan comprometido en una relación como ahora –dejó un beso en su frente-. Ry, yo siempre voy a amarte.
 
Ryan se apretó más contra el cuerpo de su pareja, y tras un pequeño silencio sollozó en voz baja. Subió lentamente su rostro y besó varias veces la mejilla de Brendon de manera tímida.
 
-Perdóname por montar semejante espectáculo -balbuceó-. Perdóname, Bren.
 
-Tú eres el propósito por el cual mi corazón late –le dijo Brendon al oído-. Late porque sabe que necesito seguir contigo -sujetó su nuca y dejó un beso contra su lóbulo-. Puede perdonarte lo que sea… al fin de cuentas es tuyo…
 
Ryan sintió su pecho llenarse de una especie de calor que le provocó una enorme sonrisa, imposible de ver desde su posición. Se separó lo suficiente para mirar a Brendon y le rodeó el cuello con sus brazos. Tardó solo unos dos segundos, pero casi por instinto le plantó un agradecido y desahogado beso… que acabó en mucho más que eso en aquél mismo despacho ajeno.
 
Desde aquel día, no había vuelto a haber ningún problema mayor.
 
Así pues, en esa semana que había transcurrido, usualmente acabaron durmiendo en la misma cama, como aquél día.
 
-¿Te llevo al trabajo? –preguntó Brendon viendo como Ryan salía vestido de la habitación después de haberse bañado.
 
-Te lo agradecería.
 
Brendon llevó los platos sucios al fregadero y regresó al comedor con Ryan, quien extendió su mano para que la tomara y ambos salieran de la casa. Subieron al auto de Brendon y charlaron un rato mientras el detective conducía.
 
Cuando finalmente el automóvil se estacionó frente a la morgue, Ryan dirigió una mirada de fastidio al edificio. Brendon tomó su mano y el castaño le miró sin mucho entusiasmo.
 
-Que tengas un día maravilloso, Ry –le dijo con una sonrisita.
 
-Sí… tú también –contestó tratando de parecer optimista.
 
-El mío ya es maravilloso.
 
Y en un simple movimiento, atrapó los labios del mayor en un lento beso. Ryan sonrió contra sus labios y le besó también, abrazándose al cuerpo del detective. Sin embargo, la burbuja de felicidad explotó pronto, cuando unos golpecitos metálicos y repetitivos se escucharon.
 
Ambos hombres se separaron en un sobresalto, descubriendo que Paul, acompañado de su fiel amigo Simon, estaban parados frente al vehículo y el primero había llamado su atención al golpear ligeramente el capo con los nudillos.
 
-¡Hey chicos, en nuestro país está prohibido el sexo en lugares públicos! –les dijo Paul con una socarrona sonrisa.
 
-Eso incluye autos –agregó su compañero.
 
El color rojo subió a la cara de Ryan rápidamente mientras permanecía estático por la vergüenza; Brendon solo miraba perplejo a aquellos entrometidos que ahora se reían entre ellos.
 
-Hey, Paul –dijo alguien que se acercaba desde el otro lado de la calle-. En nuestro país la invasión de privacidad se castiga con la cárcel.
 
Todos se volvieron hacia el recién llegado, que acababa de subirse a la banqueta. Ryan abrió los ojos de par en par.
 
-Gerard…
 
El pelinegro tenía las manos en los bolsillos de su chamarra y dirigía a sus compañeros de trabajo una mirada entre escéptica y fría, que al principio Simon y Paul no llegaron a identificar cono tal.
 
-¡Oh, vamos Gerard, sólo estamos jugando! –exclamó Simon riendo-. Además no pueden meternos a la cárcel por una broma simplemente.
 
-Oh, ¿Era una broma? Discúlpame por encontrarla tan infantil y carente de gracia –repuso Gerard con falso tono educado mientras las sonrisas de los dos hombres desaparecían-. Ahora les agradecería el que se metieran en sus propios asuntos y entraran a trabajar, a menos que quieran que llame a la policía.
 
-Qué exagerados son todos –bufó Paul poniendo los ojos en blanco y luego mirando a Gerard de forma desafiante-. No llamarías a la policía por algo así.
 
-Tienes razón –admitió-. Si los llamara quizás me detendrían a mí también por tirarles todos los dientes.
 
Tras la clara amenaza, Paul y Simon hicieron gestos de restar importancia y se alejaron hacia la morgue, aunque todos fueron capaces de notar lo apresurados que se habían visto al querer alejarse de Gerard.
 
Ryan volvió a mirar a su amigo, quien esperó hasta que ambos sujetos entraran a la morgue antes de volverse hacia ellos y alzar la mano en forma de saludo con una pequeña sonrisa. Luego devolvió las dos manos a sus bolsillos y siguió el mismo camino que Simon y Paul para ir a trabajar.
 
-Dale las gracias de mi parte cuando lo veas en la sala de autopsias –dijo Brendon con una estrecha sonrisa.
 
Pero el castaño no pareció escucharlo.
 
-Otra vez… -murmuró Ryan mirando por la ventana la figura de Gerard alejándose. Brendon lo miró confundido-. Otra vez se acostó con Frank.
 
-¿Ahhh…?
 
Brendon soltó aquella exclamación con total desconcierto. En ése tiempo que había transcurrido jamás le había dicho a Ryan que él y Ray habían averiguado lo que había pasado entre Gerard y Frank. No sabía exactamente porqué no lo había hecho, pero quizás el motivo era que sabía lo mucho que su novio disfrutaba molestar a Gerard, y prefería que el forense disfrutara su vida sexual en vez de sentirla un tormento por culpa de Ryan.
 
Sin embargo, ahora parecía ser que el chico estaba muy bien enterado al respecto, y Brendon no pudo evitar sorprenderse.
 
-¿Te lo ha dicho?
 
-No, claro que no –Ryan se rió en voz baja-. No creo que tenga las agallas aún, no quiere que le arruine la experiencia con mis comentarios.
 
-¿Entonces cómo…?
 
-Su cara, Brendon –contestó el otro sencillamente, dirigiéndola una mirada de obviedad-. Esa sonrisa y esos ojos son diferentes, su estado de ánimo también. Es del tipo de cosas que uno puede identificar si conoce los síntomas –una discreta sonrisa apareció entre sus labios-. Parece ser que ha tenido una muy buena semana.
 
-Igual que la mía –comentó Brendon antes de besarlo suavemente en los labios-. No lo acoses mucho, ¿eh?
 
-Para nada. Esperaré a que él quiera decírmelo.
 
-¡Ése es my Ryan! –Despeinó un poco su cabello de manera cariñosa-. Dile que me llame apenas pueda, conseguí un contacto importante y quizás quiera acompañarme a hablar con él.
 
Entonces la sonrisa de Ryan se desvaneció y se quedó mirando a Brendon con fijeza. El otro sin embargo, no dejó decaer su alegre rostro porque ya sabía perfectamente lo que pasaría y cómo resultaría.
 
-No vas a decirme qué está pasando, ¿verdad? –inquirió Ryan.
 
Brendon estiró un poco más su sonrisa, añadiéndole cierta culpabilidad con el gesto. Simplemente dejó un beso en la mejilla de su novio y se inclinó un poco sobre él para poder abrirle la puerta.
 
-Te recojo a las cinco, cielo –finalizó enderezándose.
 
Ryan suspiró resignado y asintió sin convicción antes de salir del auto, cerrar la puerta y dirigirse hacia la morgue con pasos lentos. Brendon dejó de sonreír una vez que perdiera a su novio de vista y encendió el auto nuevamente, comenzando a manejar hacia su propio trabajo.
 
La verdad, odiaba no decirle las cosas a Ryan, y odiaba el que Ryan se lo reprochara tan constantemente; pero aún así, prefería sentirse así que involucrar más a su pareja en aquella investigación.
 
No solo no le había dicho sobre lo que había pasado entre Gerard y Frank, si no que tampoco le había dejado saber absolutamente nada de lo que habían averiguado del testamento y de la ya casi irrefutable prueba de que Marilyn Manson estaba detrás de todo aquel embrollo. No se había sentido capaz, porque le aterraba el que al igual que William, Ryan pasara a ser un blanco fácil para conseguir venganza.
 
Entre menos relacionado con aquél misterio estuviera, mejor.
 
Ahora debía concentrarse en tener un día como cualquier otro, y cuando Gerard se pusiera en contacto, lo llevaría hasta donde sus fuentes de información lo habían acercado con posibilidades de buenos resultados: La penitenciaría de New Jersey, donde le permitirían interrogar a un tal… Brian Molko.

Seducción Homicida |Frerard|Where stories live. Discover now