Capítulo XII "William"

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Las cosas a pesar de haber parecido mejorar cuando Gabe se mudó con William, este ya no soportaba lo mal que se habían tornado. Y no le gustaba nada.
 
-¡Aaahh...! ¡Aaaah...! ¡Ga-Gabe...!
 
Esta bien, si le gustaban bastante.
 
En un último gemido, William se dejó caer entre las sabanas mientras el hombre salía de él y soltaba el propio miembro del chico, que había estado trabajando durante la “actividad”.
 
El abdomen de William quedó recargado en las sábanas manchadas en su propia semilla, y no cayó en la cuenta, hasta unos segundos después, cuando Gabe se recostó a su lado respirando hondo.
 
-Mierda... debo volver a bañarme... –se exasperó el chico.
 
Gabe sonrió y le acarició el rostro, haciendo que William desviara la mirada y se levantara de la cama.
 
-Será mejor que lo haga de una vez, tengo que ir a la peluquería en dos horas.
 
-No me extrañes demasiado... podría alcanzarte allá.
 
William sólo rodó los ojos y entró en el baño. Rápidamente abrió la llave y apenas se calentó un poco el agua se metió.
 
Soltó un suspiro de exasperación.
 
No podía negar que le gustaba eso... pero, no creía que fuera buena señal el que todo hubiera sido tan rápido.
 
 
*FlashBack*
 
 
Era el segundo día de que Gabe se hubiera mudado con él. William gozaba de poder levantarse tarde, porque ya sólo trabajaba un turno en la peluquería, gracias a que Gabe pagaba la mitad de la renta. Se estiró en su cama y se sentó. Había olvidado que el día anterior se había dormido en ropa interior.
 
Bostezó perezosamente y se levantó en busca de ropa, pero entonces, tocaron a la puerta.
 
-Pasa –dijo tranquilo y sin dejar de buscar.
 
-Hola, buenos días –dijo Gabe abriendo-. ¿No tienes...? –se calló al fijarse que el chico sólo llevaba sus boxers puestos. William alzó la vista y Gabe habló como si nada-. ¿No tienes algo de fruta en éste cuartucho?
 
William alzó ambas cejas, provocando que el otro sólo sonriera un poco con gesto burlón.
 
-Debe haber unas manzanas en el plato grande de la cocina –le dijo fingiendo que no reparaba en ése echo y buscando de nuevo su ropa-. Creo que también hay plátanos.
 
-Sí... eso lo sé...
 
El tono de Gabe había sido realmente diferente. Había una nota en su voz que delataba la cara que debía estar poniendo. William parpadeó perplejo y volvió su vista hacia él, pero Gabe ya se había ido.
 
 
**
 
 
Ahora era el quinto día con él ahí.
 
Ya no lo toleraba.
 
Las insinuaciones habían parecido casuales, hasta por error, o divertidas. Pero esa mañana, dejaron de serlo.
 
-¿Te vas a trabajar? –inquirió mordiendo una pera mientras William tomaba sus llaves de la mesa de la cocina.
 
-Tu deberías hacer lo mismo algún día –comentó.
 
-Mi trabajo no es todos los días –se encogió de hombros-. Sólo cuando me necesitan.
 
William pareció confundido y se acercó con gesto inquisidor. Gabe sólo mordió la pera y alzó las cejas mientras masticaba.
 
-¿Qué, cielo?
 
-Sólo... –las mejillas de William se sonrojaron indignadas-. Sólo me preguntaba cual era tu trabajo... –luego juntó las cejas en un gesto molesto-. Y no me llames “cielo”.
 
-Iniciativa privada –contestó tranquilo. Antes de que William dijera algo más tomó su barbilla con una mano y lo acercó a su rostro, provocando que el rubor que apenas había dejado las mejillas del chico, volviera y con más intensidad mientras sus ojos se abrían al máximo-. Es lindo ver tu rostro de enfado... –musitó con su rasposa voz-. Debo recordar llamarte “Cielo” más seguido.
 
William ya estaba por completo rojo cuando le soltó un manotazo y se fue del apartamento furioso e incómodo. Gabe sólo rió entre dientes y volvió a morder la pera.
 
A las siete, cuando William llegó al apartamento, halló a Gabe echado en el sillón viendo televisión. Decidió ignorarlo y quiso entrar a su cuarto, escuchando un débil pero cantarín:
 
-Buenas noches.
 
-Buenas noches –contestó de mala gana.
 
-¿Quieres que te arrope? –musitó la burlona voz con tono provocativo.
 
-Jódete –masculló el chico cerrando la puerta de su dormitorio con fuerza.
 
No pudo simplemente compartir su apartamento con un lunático. No. Tenía que compartirlo con un homosexual que parecía creerse el último refresco del estadio, que por cierto, según él, estaba lleno de homosexuales como él.
 
-Pero que impertinencia –balbuceó mientras se cambiaba.
 
 
**
 
 
Las cosas siguieron igual los dos días siguientes.
 
Cada vez que se cruzaban, Gabe lo molestaba o trataba de seducirlo, provocando que William pusiera un pretexto para huir con las mejillas ardiendo, y terminando por refugiarse en el apartamento de a lado con su pequeño amigo.
 
-¿Estás seguro que te seduce Bill? –preguntó Frank inclinando la cabeza hacia un lado mientras le daba un vaso con jugo a su acompañante de mesa.
 
-¡Te digo que el sujeto casi me desviste con la mirada! –exclamó William. Luego pareció arrepentirse de haber hablado tan alto y miró alrededor preocupado-. ¿Está Gerard aquí?
 
-Nop –negó Frank-. Tranquilo, está en el trabajo.
 
William suspiró aliviado y bebió de su jugo mientras Frank parecía meditar respecto al acosador de su amigo.
 
-Deberías decirle que se controle, y que no te sientes cómodo.
 
-Cómo si eso fuera a funcionar... –suspiró con cansancio-. Frankie... el sujeto es una montaña humana compuesta de hormonas.
 
-No suenas preocupado al respecto –comentó divertido el de ojos miel. William le dedicó una mirada sombría y Frank rió-. Calma, Bill. Sólo bromeo. Sácalo de tu apartamento entonces. Dile que no lo quieres más ahí.
 
-Esque...
 
Pero se quedó callado, mirando el vaso detenidamente. Realmente no se había detenido a pensar porqué aún no lo había hecho... ya que en realidad, a él se le había ocurrido días atrás. Alzó la vista sin saber que decir y se halló con que Frank parecía estupefacto.
 
-¿Qué...? –preguntó.
 
-¡Te gusta!
 
-¿¿EHHHH??
 
-¡Sí, te gusta la montaña humana compuesta de hormonas! –gritó señalándolo.
 
Y de repente rompió a carcajadas. William se levantó de la mesa con su rostro de un color granate brillante y apretando los puños.
 
-¡No, no me gusta! ¿De que hablas? ¡Me acosa!
 
-¡Y al parecer eso te encanta porque sólo lo dije y ya estas peor que un tomate! –se seguía riendo Frank.
 
-¡Cállate Frankie, eso no es cierto!
 
Pero Frank continuó riendo.
 
Ya después de hacerlo callar y tener que ir a su trabajo, el chico se halló algo perdido en su cabeza.
 
No podía gustarle ése sujeto. Esta bien, era un poco sexy... bueno, sí, muy, muy sexy, pero eso no podía hacer que le gustara, el sujeto era un cretino amante del flirt. Aún algo confundido, llegó al apartamento esa noche, ignorando si Gabe estaba dentro o no y comenzó a ver el fútbol en el canal de deportes, tirándose en el sillón.
 
Pasó un rato y entonces la puerta se abrió. William ni volteó, ya sabía que si lo hacía, Gabe comenzaría con sus juegos de nuevo. Pero el chico cerró la puerta y saludó con calma, justo antes de sentarse en el reposabrazos del sillón, el más alejado de William, quien agradeció enormemente eso.
 
-¿Va bien el juego? –William vió que al decirlo sacó de su chamarra una paleta de hielo, de esas delgadas y cilíndricas que venían en muchos colores y que parecían estarse volviendo populares.
 
-Ajá... los Osos van ganando por tres anotaciones –contestó.
 
Gabe asintió y sacó la paleta de la envoltura. William lo miró de reojo con desconfianza, pero entonces se quedó pasmado.
 
Gabe sacó la lengua y lamió todo el largo de la paleta de una forma difícil de ignorar. Pareció que quedó conforme con el sabor del rojo pedazo de hielo porque se la metió a la boca hasta la mitad. La sacó y volvió a meter a su boca fácilmente, mirando el juego con desinterés. Por algún motivo, William estaba seguro que Gabe sabía que lo observaba, así que quiso girarse pero en ése momento, Gabe volvió a sacar la paleta y soltó un:
 
-Mmmmm –William se ruborizó al notar el parecido de ése sonido y el de un gemido mientras Gabe observaba la paleta-. Lo mejor que he probado en mucho tiempo.
 
William no dijo nada.
 
Gabe volvió a meter la paleta a su boca, y cuando la sacó, su lengua resbaló por la punta, rodeándola, palpándola y luego succionándola hasta que el tinte rojo artificial, en la parte de arriba desapareció, dejándola sólo como blanco hielo. Para cuando Gabe ya volvía a introducir la paleta en su boca, de una forma tan lenta y definitivamente a propósito, William se puso más rojo y sintió algo en sus pantalones.
 
“¡Mierda, eso es lo que quería!” pensó furioso y humillado.
 
-¡Deja de hacer eso! –pidió en voz alta y mirando el televisor.
 
-¿Qué cosa? –preguntó Gabe inocentemente.
 
-¡No finjas! –se indignó William mirándolo-. Sabes muy bien qué.
 
-No, no lo creo.
 
Y entonces mordió la punta de la paleta, pero con una mirada lasciva que delataba su culpabilidad al instante y que también hizo que William sintiera más movimiento en su ropa.
 
Al instante se levantó, y sin dejar que Gabe echara un vistazo a sus pantalones entró al baño. Al darse cuenta de la magnitud del “problema” se puso más rojo y comenzó a quitarse la ropa, en busca de una ducha helada. Pronto abrió el agua y ya estaba bajo el chorro, murmurando maldiciones mientas observaba su necia erección, cuando las cortinas de la regadera se corrieron.
 
William se volvió en un sobresalto, horrorizándose al ver a un Gabe Saporta desnudo y tranquilo ante él. Se sintió como un idiota por no haber cerrado la puerta con seguro, ya que con el agua, no había escuchado al depredador entrar.
 
-¡Sal de...!
 
Pero Gabe le sujetó una muñeca con fuerza y William abrió la boca en un mudo gesto de dolor. Gabe le sonrió con cordialidad y cerró la llave de agua fría y abrió la caliente antes de entrar por completo a la ducha y cerrar la cortina.
 
-Si vamos a vivir en el mismo apartamento –le dijo- debes saber que todo me gusta caliente.
 
La sangre subió con rapidez hasta acumularse en las mejillas de William mientras Gabe comenzaba a acortar distancia.
 
-Ga-Gabriel –dijo en un tono de advertencia, que por vacilar, no resultó muy mordaz-. Quiero que te vayas de aquí, ya no te quedarás en mi...
 
-Gabe –le dijo inclinando un poco su cabeza y acercándose lo suficiente como para que William pegara su espalda en la húmeda pared de mosaicos. Gabe se acercó más mientras el pulso del chico se aceleraba-. Sólo llámame Gabe.
 
-Gabe tienes que... –negó con la cabeza para corregirse-. Debes irte. No quiero que...
 
-¿Qué...? –Gabe ya había tomado ambas muñecas del chico y las pegó contra su pecho (de William) con tal fuerza que le hacía daño. Acortó más la distancia mientras el vapor los inundaba.
 
-No quiero que... que... –balbuceó William-. No quiero... –entrecerró los ojos-. No... quiero... que...
 
-Ahora, sin tartamudeos, para ver si te entiendo algo ¿sí?
 
Las mejillas de William estaban demasiado rojas y ya sólo miraba al chico con aire indefenso. No podía hacer nada contra ése brutal hombre... pero comenzaba a dudar que se debiera sólo a su fuerza. Gabe le invitó a hablar de nuevo con un gesto.
 
-Quiero que te vayas... –musitó tan bajito que no parecería una orden ni de lejos. Gabe sonrió divertido-. No quiero que te quedes aquí.
 
-¿Te molesta mi compañía?
 
William asintió, sin despegar sus ojos de Gabe.
 
-Pues alguien más no piensa así... –y dirigió una significativa mirada hacia abajo, provocando que el poco color rojo que había dejado las mejillas del chico, volviera de inmediato y que sus ojos se abrieran horrorizados. Gabe rió y pegó su cuerpo al de William, aún sujetando sus muñecas.
 
William abrió la boca sin hacer ningún sonido, como si algo le doliera. En cierta forma era cierto, el cuerpo de Gabe hacía mucha presión sobre su pecho y sus frágiles costillas le comunicaban que pronto aplastarían sus pulmones, pero en realidad la cara se había debido a lo que había chocado contra la parte baja de su cuerpo, que se hallaba más caliente que el agua.
 
-Gabriel... Gabe... –jadeó a falta de aire. Bajó la vista al pecho del chico para no mirarlo-. Déjame... por favor...
 
Pero entonces, el muchacho deslizó su boca hasta la oreja de William y susurró contra ésta, haciendo que el chico se estremeciera:
 
-Coopera conmigo. Prometo no hacerte daño...
 
Un segundo después, William pudo aspirar aire del todo pues Gabe se separó y soltó sus muñecas, pero sólo para poder quedar de rodillas frente a él.
 
Sólo un segundo después, fue demasiado tarde. Gabe se apoderó de la virilidad de William. Éste echó la cabeza hacia atrás gimiendo, pegando los dorsos de sus manos contra los azulejos. Ya no había salida.
 
El agua siguió cayendo sobre sus cuerpos, y el vapor siguió llenando el lugar mientras los sofocados jadeos se convertían en gemidos, y la boca y manos de Gabe estaban empleándose de una forma que William jamás había permitido que se hiciera en su cuerpo.
 
Entonces un dedo de Gabe perforó su entrada y William gritó. Gabe continuó haciendo su mano hacia atrás y hacia delante alrededor del miembro del chico mientras besaba su ombligo con delicadeza, y su dedo entraba más. William que continuaba gimiendo con cada movimiento y Gabe introdujo otro dedo más.
 
-¡Ah...! –William cerró los ojos con fuerza-. Gabe...
 
Cuando parecía que el chico ya no iba a resistir, Gabe se apartó del todo y retiró sus dedos, poniéndose de pie. William jadeaba con fuerza, con los ojos cerrados cuando el chico rodeó su cintura con un brazo y lo pegó a su cuerpo haciendo que William jadeara de nuevo. Entonces su mano tomó la barbilla del chico y la alzó para poder besarlo de forma apasionada. William estaba tan sumido en el placer que recorría su cuerpo que sólo se dejó llevar.
 
Pronto, Gabe lo giró y lo hizo recargar su pecho contra la pared helada. William alcanzó a ver cómo el chico sacaba algo de debajo del jabón que había en la jabonera de la pared. Cuando vió qué era pareció alarmarse.
 
-¿Cómo acabo eso ahí? –jadeó.
 
-Como te darás cuenta... –murmuró su ronca voz contra el oído del muchacho que se volvió a estremecer-... que te acorralara aquí no fue improvisación.
 
William continuaba en shock mientras Gabe reía, relamiéndose los labios al momento de colocarse el condón. Tomó las caderas del chico y con un movimiento del pie logró empujar uno de William hacia un lado, haciéndolo abrir un poco sus piernas deliberadamente.
 
-Espera... yo no dije... yo no... –balbuceó de repente el chico, con la vista temerosa clavada en la pared.
 
-Tú no puedes dar vuelta atrás.
 
Y entró despacio en él. William volvió a gritar y pegó su frente con suma fuerza contra la pared. Gabe besó su nuca y retrocedió un poco, luego entró de nuevo y más profundo en el chico haciéndolo quejarse sonoramente.
 
-Ga-Gabe... –jadeó su voz. Pero Gabe entró por completo-. ¡Ahh...! –cerró los ojos con fuerza-. Gabe no... Gabe me haces daño...
 
-Tranquilo... –besó su hombro y volvió a hacerse para atrás, causando otro jadeo. Tomó con más firmeza sus caderas y retrocedió un poco, llevándolas consigo para que William quedara más inclinado y el chorro de agua cayera casi del todo sobre su espalda-. Iré despacio...
 
Volvió a arremeter con tortuosa lentitud y William volvió a gritar, aunque en un volumen más bajo, mientras sus palmas acababan a cada lado de su cabeza. Sus párpados volvieron a apretarse y una lágrima de dolor se asomó entre sus pestañas.
 
-Gabe... –pidió.
 
Pero el chico se hundió de nuevo y comenzó a embestirlo repetidamente, aunque a una velocidad razonable. Entonces Gabe tomó el miembro de William y retomó lo que había estado haciendo hacía un rato, haciendo que William alzara la cabeza gimiendo.
 
Los gemidos comenzaron a reemplazar a los quejidos de la boca de William y pronto, Gabe halló el punto exacto en él, logrando que el chico se arqueara de placer con cada movimiento.

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