Capítulo XI "Ryan"

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-Bueno, me alegro que todo halla sido un malentendido –sonrió-. Nos vemos mañana en el trabajo. Hasta luego.
 
Colgó el teléfono y se estiró en el sillón.
 
-Ryro...
 
-Sí, ya voy.
 
Se levantó con aire inseguro y salió de la pequeña sala para dirigirse al vestíbulo. Pasó varias puertas de largo y entró a la que estaba abierta.
 
El detective estaba recostado entre las sábanas, con la cabeza reclinada en varias almohadas mientras veía el televisor. Al mirarlo sonrió un poco.
 
-¿Pasó algo?
 
-Gerard dice que todo fue un malentendido –le contestó Ryan acercándose un poco a la cama.
 
-Que bueno.
 
-Sí. De verdad creí que las cosas iban a terminar mal.
 
Brendon le indicó con la mano que se acostara a su lado y lentamente Ryan obedeció. Comenzaron a ver la tele y luego Brendon rodeó sus hombros con un brazo.
 
-¿Crees que Frank y Gerard vallan a estar bien? –preguntó entonces Ryan.

-Claro –contestó tranquilo y luego besó su mejilla.
 
-Todo éste asunto comienza a preocuparme.
 
-Desde ayer no has dejado de hablar del tema –se exasperó Brendon mirándolo-. ¿Podrías olvidar un segundo a tu querido amigo amante de los muertos y a su pequeño parásito?
 
Ryan alzó las cejas poco a poco, mirando a Brendon. Éste suspiró y lo soltó.
 
-Lo siento. Es solo que estás más interesado en la investigación que estoy llevando para ayudarlos que en estar conmigo.
 
-Eso no es...
 
-Será mejor que me valla.
 
Ryan pareció aterrado ante el gesto frío de Brendon y cuando éste se disponía a levantarse lo sujetó del brazo y se acercó a él.
 
-No Brendon, no es cierto –negó él con ahínco-. Perdón... perdóname. No te enfades conmigo.
 
Brendon sonrió un poco, complacido con su sinceridad y lo abrazó suavemente. Ryan suspiró aliviado y dejó a su cabeza reposar sobre el pecho del detective.
 
Éste lo acarició desde la espalda hasta su nuca y luego le hizo levantar el rostro para poder besarlo. Ryan lo besó de regreso con dulzura, pero de repente, Brendon se separó de él un poco, tomó el control remoto y apagó el televisor.
 
Al instante se volvió hacia él y lo besó, provocando que el corazón de Ryan se acelerara. La boca entre abierta de Brendon dejó escapar su delgada lengua y esta resbaló por los labios y entre la dentadura de Ryan que se soltó de Brendon, aunque éste no se percató porque lo continuaba abrazando.
 
Brendon juntó más su boca abierta con la de Ryan para hundir su lengua dentro de la cavidad del muchacho quien jadeó ligeramente.
 
Tumbó al castaño sobre su espalda y con ambas manos sujetando su rostro la intensidad de su boca y su lengua no bajó de nivel a pesar de que Ryan no parecía llevarle el ritmo.
 
Entonces comenzó a besar su cuello y Ryan se mordió disimuladamente el labio mientras las manos de Brendon se hundían debajo de su camisa.
 
-Bre-Brendon –murmuró ruborizado-. No creo que sea un buen momento para esto.
 
Brendon lo ignoró, pero reprochó a sus palabras succionando un área en su cuello y provocándole otro jadeo.
 
Una mano de Brendon bajó y frotó el miembro de Ryan sobre la ropa repetidamente haciendo que Ryan tragara grueso y gimiera. La boca experta ejercía más poder sobre su víctima cuando se hallaba cerca de la oreja, dato que a Brendon Urie no se le olvidó anotar en un papelito para recordatorios imaginario.
 
Pronto la mano de Brendon desabotonó el pantalón de Ryan y después de bajar el cierre metió su mano debajo de la ropa interior.
 
-¡Ah...! –gimió quedamente Ryan. Asió a Brendon por los cabellos y jadeó-: Brendon, detente. No... no quiero hacer nada.
 
-Lo noté. Yo estoy haciendo todo ¿no?
 
Tratando de concentrarse en mantenerse frío, Ryan negó con la cabeza y trató de empujarlo inútilmente. Pero se dio cuenta de que el dicho era cierto:
 
“Cuando la cabeza de abajo se calienta... la de arriba ya no piensa.”
 
Si quería detenerlo tenía que hacerlo ya, porque la cabeza de arriba se estaba nublando con gran rapidez.
 
-Brendon, ya. Quítate de encima –gimió, aunque más firme.
 
Pero Brendon mordió su oreja y su mano continuó ejerciendo placer a la parte baja de Ryan quien cerró los ojos con fuerza sin lograr contener otro gemido.
 
-¡Brendon, ya basta!
 
Con fuerza sacada de no sabía donde, Ryan lo empujó, tirandolo de la cama.
 
El castaño se quedó sentado, jadeando ruidosamente con las mejillas coloradas, los ojos nublados en lágrimas, la playera desarreglada y los pantalones desabrochados.
 
Brendon se hallaba sentado en el suelo, recargándose en el piso con las palmas de sus manos y mirando a Ryan sin ninguna expresión definible en su rostro.
 
Ryan por su parte no dijo nada, solo le dio la espalda, y se acostó en la cama de lado, abrazando una almohada.
 
Escuchó como Brendon se levantaba y el joven estuvo ahí parado cerca de dos minutos sin hacer nada, mientras que Ryan hundía su rabioso gesto entre la cómoda funda de la almohada. Ya atardecía y la luz anaranjada que entraba por la ventana teñía la habitación de ése indiscreto color.
 
-Ryro...
 
-Vete.
 
Brendon abrió los ojos al máximo y pareció preocupado.
 
-Ryro, no entiendes, yo no quise...
 
-Sí. Sí quisiste –le calló el otro-. Y por desgracia no te interesa si era yo el que no quería.
 
-Pero Ryro no pensé que...
 
-Algunos necesitan tiempo, Brendon. No todos nos acostamos con una persona en la primera semana de salir con ella. Quizás lo tengas en mente a partir de ahora.
 
-Bueno, ya –suspiró subiendo a la cama y quedando de rodillas a lado de él-. Ryro yo...
 
-Deja de llamarme “Ryro” –le cortó fríamente-. Y sal de mi casa.
 
Hubo silencio mientras Brendon escrutaba el cuerpo de Ryan esperando que se volviera y se retractara, pero Ryan continuaba abrazando la almohada, dándole la espalda y hundiendo su rostro en la tela.
 
Brendon no podía creer que un pequeño impulso le estuviera saliendo tan caro.
 
Así pues se resignó. Se puso de pie y salió de la habitación.
 
Cuando la puerta de la entrada principal se cerró con fuerza, dándole a entender que al fin se había ido, Ryan se sentó en su cama y observó la puerta abierta de la habitación por largo rato, hasta que el sol fue tragado por la tierra y ahora todo se hallaba sumido en oscuridad.
 
-Brendon...
 
Bajó la mirada.
 
“Perdóname. Pero te conozco y no quiero convertirme en ‘alguien más’.”
 
Bajó de la cama lentamente con el ceño triste y se puso su pijama. Después cenó algo y se sentó en el sillón de la sala donde comenzó a ver la televisión. Se acomodó una y otra vez con gesto de inconformidad, hasta que quedó recostado, abrazando un mullido cojín y mirando con gesto taciturno la pantalla.
 
A todos nos ha pasado que en el momento en que peor nos sentimos, parece que el mundo decide reírse de nosotros con coincidencias o sucesos que sólo te hacen sentir peor, ya sea recordándote el motivo de tu tristeza o agravándola.
 
Éste era el turno de Ryan para sufrir ésas injusticias.
 
Cuando supo que John Tucker era el tipo del colegio que sólo jugaba con las chicas para buscar algo de sexo, una mano temblorosa le obligó a cambiar de canal, dejando la película olvidada. Aún así, pareciera que cada serie, cada caricatura, película, y qué decir de las novelas, estaban centradas ése día en amores no correspondidos, amantes ingratos y traiciones dolorosas.
 
-Realmente me hiciste creer que me amabas –lloró la chica de aquella absurda novela de otoño.
 
Los ojos de Ryan se llenaron de lágrimas y apagó el televisor, quedándose quieto entre las penumbras.
 
Sus dedos jugaron con el hilo que sobresalía de las costuras del cojín distraídamente mientras entrecerraba los ojos un poco. Una par de lágrimas se le escaparon.
 
Sí. Realmente Brendon le había hecho creer que quizás... después de todo... lo amaba.
 
Sabía que era precipitado decirlo, pero él llevaba enamorado demasiado tiempo y quería pensar que Brendon realmente le estaba correspondiendo. Al fin y al cabo, no es que llevaran una semana de conocerse. Que alguien se enamorara como él lo estaba, pero de un casi desconocido, sí sería ridículo.
 
 
Ryan se despertó al día siguiente en el sillón. Cuando se dio cuenta vió que ya era tarde, no llegaría al trabajo a tiempo. De todas formas no le importó. No tenía ganas de salir de su casa ése día.
 
Decidió que tampoco tenía ganas de desayunar adecuadamente así que sacó un litro de helado de chocolate a medias del congelador, tomó una cuchara y fue a su cama, donde seleccionó varias películas de terror para ver ya que en ése momento la comedia no se le antojaba, la acción lo aburría, el drama lo deprimía y el romance le enfermaba.
 
Así que comenzó su maratón, mientras comía tranquilamente su helado después de apagar su celular.
 
Ya eran las tres de la tarde cuando terminó de ver las películas. Se estiró satisfecho, con el bote de helado vacío y la cuchara dentro, a un lado.
 
Un poco dudoso, tomó su celular y lo encendió de nuevo.
 
Tenía veinte llamadas perdidas y unos quince mensajes. Las llamadas eran de Brendon, y a excepción de un mensaje que era de Gerard, preguntando porqué no había ido al trabajo, todos los demás eran del Detective Urie también.
 
“¿Porqué no contestas?”
 
“¿Sigues enfadado?”
 
“Perdóname ya te dije que no fue mi intención”
 
“Contesta, necesito hablarte”
 
“¿Vas a seguir así?”
 
Continuaban los mensajes y pronto Ryan se aburrió y decidió saltarse media docena.
 
“Voy a ir a las cuatro en punto a tu casa si no contestas. El que calla otorga.”
 
Ryan frunció el seño.
 
“Sucio tramposo.”
 
Así que decidió responder un simple: “No quiero verte”.
 
Una vez enviado el mensaje sonrió con malvada satisfacción. Luego contestó al mensaje de Gerard, diciendo que no se había sentido muy bien y que lo disculpara.
 
Entonces el celular comenzó a sonar de nuevo, anunciando otro mensaje de Brendon. Ryan soltó un exasperado suspiro.
 
“No tienes que verme. Puedes cerrar los ojos mientras hablo.”
 
-Hay que ser... –masculló.
 
Volvió a teclear una respuesta:
 
“No quiero oírte”
 
Dejó el celular sobre la cama y se quedó esperando. Solo unos segundos después la pantalla se iluminó y el celular vibró con una canción de los Beatles.
 
“Entonces un beso podría explicarte todo”
 
Las mejillas de Ryan se pusieron coloradas.
 
-Y ahora que debes actuar inocente desvelas tus dotes de seductor...
 
Tecleó la respuesta con cierta rudeza.
 
“O podría no explicarme nada. No quiero que vengas. Si lo haces no abriré la puerta y cerraré las ventanas. La chimenea está cegada. Así que como ves, será inútil que te presentes.”
 
Sonrió orgulloso de su bien preparado mensaje y después de enviarlo comenzó a cambiarse. Algo le decía que tenía que salir, quizás Brendon sí lo fuera a buscar después de todo.
 
Cuando ya estuvo listo tomó su celular para leer el último mensaje que Brendon le había enviado.
 
“Algún día tendrás que salir. Ese día te haré escucharme”
 
-Y ahora me amenaza –bufó.
 
Era definitivo. Tenía que salir antes de que Brendon llegara.
Así pues tomó sus llaves y salió de la casa para abordar su auto y poder comer algo afuera.
 
 
 
Cuando Ryan llegó a la casa, a las seis de la tarde, después de pasearse por el centro comercial y perder el tiempo, se quedó estático.
 
En la puerta había una figura café del tamaño de un niño. Se acercó cauteloso y se dio cuenta de que era un gran oso de peluche caoba, con ojos negros enormes y esponjosa complexión.
 
-¿Brendon te dejó aquí? –preguntó al peluche como si se tratara de un animal de verdad que había sido cruelmente utilizado.
 
Entonces vio la nota sobre la cabeza del oso. La tomó y leyó:
 
Me he llevado algo de sumo valor para ti conmigo. Si quieres saber que es, y recuperarlo, entra a la casa y sigue las instrucciones. No hagas trampa. El Oso Brenny tiene que acompañarte.
Brendon.
 
-¿Es enserio? –inquirió con las cejas alzadas. Abrió la puerta y cargó al oso con un brazo-. Bien Oso Brenny... veamos que hizo ése maniaco.
 
Iba a preguntarse que debía hacer pero colgado de un hilo, casi a un metro de la entrada, había un sobre. Ryan cerró la puerta, y tomó el sobre que abrió sin paciencia. Sacó la carta y leyó:
 
Primero que nada, juro que pagaré la ventana que rompí para entrar...
 
-¿¡Rompió una ventana!? –exclamó furioso.
 
Ahora, la pista para saber que fue lo que me lleve: Tiene cuatro pares de ojos, es negro blanco y dorado, mucho cariño le tienes y guarda un recuerdo añorado.

Seducción Homicida |Frerard|Where stories live. Discover now