— Dije que sería grupal, pero yo armaré las parejas basándome en la calificación de su último examen.

— ¡Profesora, eso es injusto! —protestó Paul, uno de los estudiantes del fondo—. Eso solo pondrá en ventaja a los... inteligentes. Y el resto se perjudicará si los pone con alguien que tampoco es bueno en la materia.

Los ojos de Anabeth hicieron un vaivén entre la profesora y su compañero de curso. No era necesario ser muy lúcido para saber que Paul era hombre muerto.

— Señor Douglas, usted es un insolente. —respondió, contundente—. Primero, no le debo ninguna explicación. Pero si en realidad quiere saberlo, lo hago para evitar que los buenos estudiantes se vean perjudicados haciendo todo el trabajo ellos solos por gente como usted.

El joven guardó silencio, repentinamente humillado y empequeñecido por las risas de sus compañeros.

— Vaya por su libreta y diríjase a dirección. Tiene 5 amonestaciones. ¡Y que el cielo le salve si vuelve a faltarme el respeto!

Paul obedeció sin chistar. Tan pronto como abandonó el laboratorio, Crane continuó con la clase.

— Comenzaré a designar los grupos. Y no quiero escuchar más objeciones. ¿Quedó claro?

Anabeth rodó los ojos, acostumbrada al mal carácter de su profesora. Durante el siguiente minuto, Crane recitó apellido tras apellido, hasta que llegó a la H.

— Holmes y Smith. 

— ¿¡Qué!? —exclamaron los dos al unísono. 

Naturalmente sus voces atrajeron las miradas curiosas de sus compañeros. Principalmente hacia el pelirrojo, a quien nunca se le había oído alzar la voz en clase. Anabeth también se sorprendió por su reacción, pero por una vez estuvo completamente de acuerdo con él.

"¿Es en serio? ¿Nadie más sacó una A+? ¡¿Qué tan difícil era?!"

— Sin peros. —les dio una última mirada de advertencia, antes de dirigirse a toda la clase—. Ahora, asegúrense de tomar nota de la consigna porque no volveré a repetirla. El trabajo deberá contar con los siguientes requisitos...

***

La joven salió del laboratorio a grandes zancadas. Presa del enojo y la impotencia, arrojó sus libros sin cuidado sobre el banco y se dejó caer en su silla, a la espera de su siguiente asignatura. En unos momentos, sus amigas tomaron asiento a su alrededor.

Clara fue la primera en hablar.

— ¿Qué piensas hacer? —consultó, sabiendo que era una pregunta obvia, pero necesaria. 

La castaña se encogió de hombros.

— ¿Me queda otra opción?

Por un momento sus miradas se desviaron hacia el frente. El profesor Mórtimer; bajito, regordete y de mirada simpática, acababa de entrar al aula. Hoy les iba a explicar las causas de la Segunda Guerra Mundial. Pero antes, como era su costumbre, ocuparía los primeros minutos de la lección para hacer un breve repaso de la clase anterior.

Las chicas, sabiendo esto, retomaron su conversación en voz baja.

— Sé que no te gustará que te diga esto, Anne. —Erika tomó la palabra—. Pero, aparte del estrés, realmente no ganarás nada con aplazarlo. Lo mejor será que te quites esto de encima lo antes posible.

— Bien... —aceptó de mala gana—. Le diré de reunirnos en mi casa.

— Mejor un territorio conocido. —concordó la azabache—. Solo intenta no matarlo en la reunión.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora