× 4 × DUDAS

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THOMAS

Elizabeth se había echo una nueva amiguita. ¿Quien sabe quien será?

Ella no tenía amiga ni amigos, nadie, solo a mí, desde que me dejo de importar creí que sería demasiado permisivo pero fue lo contrario, ella era mi posesión, solo mía, no podía aceptar pensar en que sea de alguien más.

Lo sé, soy un egoísta, pero simplemente no puedo.

Lo único que me faltaba ahora era que su nueva amiga le aconsejara dejarme. Que le dijera cosas malas de mí y que ya no me quiera.

Yo tenía que dejarla, ella no a mí, solo necesitaba tiempo, pero ¿Me dejaría?

Ella no seria capaz. Lo aseguro.

Mi celular sonó. Estaba a un lado en la mesa, lo tomé y observé la pantalla. Era un mensaje y cuando lo abrí, vi que era de aquella preciosa chica, de mi Alisson.

~ Amor, estoy afuera de tu casa, ¿Me abres?

Palidecí. No. No podía ser. ¿Acaso no se lo había dicho? Aun no tenia que meterse entre mi esposa y yo... Aún no. Mierda.

Se lo había dicho muchas veces, no tenía que meterse en mi vida cuando quiera, debíamos estar a escondidas, por mi reputación, por eso. Se lo dije una vez directamente, esa vez en la que aceptó estar conmigo siendo amantes.

Salí de mi habitación y fui directo a abrirle la puerta a Alisson, pasé por la sala caminando despacio y en silencio y justo ahí se encontraba mi esposa, durmiendo en un sofá.

Estaba recostada de costado y dormía plácidamente como una bebé. No roncaba, nunca lo hacia, siempre dormía tranquila.

Recordé que así dormía a mi lado mientras yo disfrutaba de su calor. En esos tiempos donde solo existíamos ella y yo en mi mundo.

Aunque eso ya no importaba. Ahora amaba a alguien más. Que estaba esperándome afuera de esta misma casa.

Llegué y le abrí la puerta a mi amada.

— Cariño... Ya era hora... — Ali se colgó de mi y me besó apasionadamente.

Mientras me besaba me empezó a levantar la camisa que llevaba, poniendo sus suaves manos en mi piel. Pero... Aún seguíamos con la puerta abierta...

No podía arriesgarme a que mis vecinos me vieran. Eso seria lo peor. Mi fama, mi prestigio, todo se iría a la basura. Yo no quería dañar nada de mi prestigio, era algo que no quería ni tocar. Necesitaba tiempo, solo eso, para terminar este absurdo matrimonio.

— Ali... Mejor entremos.. Ali...

Ella no me oía y yo apenas podía pronunciar las palabras ya que aquella chica me estaba comiendo los labios. Con fuerza la llevé adentro de la casa, arrastrándola literalmente y cerré la puerta despacio para que mi esposa no se despertara.

— Alisson, te llevaré a mi cuarto, ahí haremos lo que sea.

— ¿Cuarto? Thomas... Perderíamos la diversión.

No entendía a que se refería con DIVERSIÓN.

— ¿Que? ¿A que te refieres?

No me respondió, sólo tomo mi mano y me jaló hacia un sillón de la sala, este estaba prácticamente al lado de donde dormía mi esposa. Miré a Elizabeth tranquila y luego a Alisson, picara y confiada.

— Alisson, no. Nos descubrirá. Alisson — me quejo a ella pero solo sonríe.

— Nos divertiremos. Amor mío.

Me sonrió con esa sonrisa coqueta y matadora que tenía, con la que no podía contenerme.

— Yo... No sé que haré si nos descubren...

— Simple... Le dirás que no la amas, que me amas a mi, y ya se lo estaremos demostrando.

Me empezó a desabotonar la camisa, mientras yo hacia lo mismo con sus prendas,  nos empezamos a besar como llevábamos haciéndolo ya dos años.

Mis besos bajaron hacia su cuello, su perfume tenia un olor cítrico y su piel no tenia ningún sabor. En cambio, recuerdo el perfume de Elizabeth, que era todo lo contrario y su piel tenia un sabor a vainilla que era por la crema que usaba.

Entonces.. ¿Por qué ahora quería que fuera mi esposa quien estuviera frente a mi?

Pensar eso me daba cada vez mas cólera. Yo amaba a Alisson y eso nunca cambiaría.

Me detuve y me separe de ella. Me senté y preguntas desesperadas me invadieron.

— Alisson vete — le ordené.

— ¿Que?

— ¡QUE TE VAYAS ALISSON!

No me dijo nada, solo me miró con rencor, se acomodó su blusa, refunfuñando de cólera, maldice entre dientes, cuando ya se había vestido, agarró su cartera, y al final sus zapatos, me lanzó una ultima mirada asesina y salio de casa caminando bruscamente y cerrando la puerta de golpe.

Entonces las preguntas empezaron a hacerte mas claras.

¿Porqué detestaba tanto a Elizabeth?

No. Acababa de entenderlo.

No la odiaba. Odiaba el hecho de no poder olvidarla.

Era eso. Odiaba tener que recordarla.

Quería a alguien mas. Pero aun así ella aparecía en mi mente siempre.

¿Pero porqué?

Yo...

— El... arroz se quema... — murmuró Elizabeth con los ojos cerrados.

Sonreí. Y por poco río. Pensaba en cocinar incluso dormida.

Me acerqué poco a poco a ella y me senté en el suelo a su lado.

Era tan perfecta. Tan hermosa. Tan buena.

Y me sentía tan culpable de no amarla lo suficiente, de elegir a otra persona. En mi mente empezaron a aparecer los momentos juntos, aquellos preciosos instantes en que mi corazón era suyo, en que no podía estar mucho tiempo sin ella, cuando la necesitaba, cuando pensaba en ella a cada minuto y quería demostrarle todo lo que la amaba.

Me acerqué a su rostro, y la acaricié, era tal cual y como la recordaba hace seis años, tan hermosa con su vestido blanco aquel día de matrimonio, acerqué mis labios a los suyos y la besé.

Hace mucho no sentía esos labios y eso me produjo nostalgia. Eran tan suaves como los recordaba, mis dedos acariciaban su rostro con suavidad, sus piel extremadamente suave, tan linda ella, tan.. bella.

¿Que hubiese sido si hubiera cumplido mi promesa de serle fiel?

Terminé de besarla y me alejé de esas estúpidas preguntas.

Yo amaba a mi amante.

INFIEL TÚ ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora