Volumen II-Los hijos del Diablo
La oscuridad puede ser tu mejor aliada
¿Qué puede sentir un corazón herido? Blas está decidida en alejar la oscuridad de su vida dándose la oportunidad de conocer a alguien nuevo, solo que el amor que siente por Scot...
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-...despertará y podremos buscarlo. Hay que esperar.
-¿Y si no despierta?
-Lo hará. Es fuerte. Blas es fuerte.
-¿Crees que tu hermano esté aquí, en el Infierno?
-Si la gema nos trajo, no hay duda. Aquí se termina todo.
-Luhan, si algo le pasa a Blas...
Las voces se alejan. Mi cuerpo se siente frío. Algo cae sobre mí. Una manta. No. Un abrigo. No...son tinieblas. Y son calientes. La oscuridad me protege.
Al principio me parece ver a mamá a mi lado. Porta un ramo de flores. Blancas, como es costumbre en las ceremonias funerarias. Está de espaldas a mí, con un vestido negro que tapa su figura y un tul para el rostro. Yo sé que está llorando. Puedo sentir su dolor. Su pena. Su agonía.
Pero luego, cuando se voltea, no es ella. Es alguien más. Alguien que toma mis manos, que las aprieta con fuerza, pero con dulzura y cariño. Deja las flores sobre mi pecho. Escucho su llanto.
-Eras tan joven...pensé que me iría yo antes que tú. Yo siempre antes que tú, Blas-se aparta el velo del rostro, y la puedo mirar. Es Loraine. Con el cabello recogido, con ojos rojos y llorosos. Abre la boca para decir algo, aunque las palabras no parecen estar de su lado. Vuelve a apretar mi mano-Me vengaré. Buscaré al que te hizo esto. Lo prometo. Yo lo...
-Cariño, ya es hora.
Esta vez sí es mamá. La toma de los hombros y la aparta. Sin embargo, Loraine se detiene para verme una vez más. Mamá también lo hace. Ella va con el cabello suelto, se pasa el pañuelo por la nariz y los ojos antes de largarse a llorar.
-Ya es hora...
El sarcófago se cierra. Mi cuerpo no reacciona. La oscuridad me envuelve de nuevo. Permanezco así por mucho tiempo. O quizá solo sean horas, minutos o segundos. No lo sé. Hasta que una chispa se prende en medio del vacío. Se expande hasta iluminarlo todo. Y entonces me encuentro en mi habitación, en mi cama, en una mañana de verano calurosa. No estoy sola. Me río al sentir cómo me besan el cuello, y el tacto de sus manos contra mi piel es exquisito, tan exquisito que me hace cerrar los ojos.
-Mmmm...-susurra Scott en mi oído-Me encanta que disfrutes conmigo.
-¿Sí?
-Sí. Mucho. Me pone de una manera...
Tomo sus mejillas entre mis manos, aprieto su boca de manera que sus labios sobresalen. Sus ojos verdes, tan verdes como el mismísimo río en la montaña más alta, me miran con lujuria, con deseo. Es una mirada cargada de desesperación, de intriga y amor. Paz. Sensualidad.
-No hables-susurro yo y lo suelto para posicionarme sobre él en la cama y besar su cuello. Un beso por aquí, otro por allá y ya lo tengo comiendo de mi mano. Su tacto viaja hacia mi trasero, aprieta allí y yo gimo en su oído-Scott...te quiero.
