XXIV

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El desastre no sólo se veía en la habitación de Jooheon. Esta vez, hasta la cocina estaba destrozada.

Como él.

Que, sin dudas estaba angustiado, cuando aquella madrugada, el aroma de Sunhee simplemente había desaparecido.

Y eso que él se había negado a descansar.

Pero se felicitó a sí mismo. Porque fue precavido.

SehYoon había caído en su trampa. Muy probablemente estaría agobiado por el comportamiento de la chica. Por supuesto que Jooheon se sentía orgulloso.

Aunque Sunhee seguramente estaría aterrada y desconcertada.

Eso no le agradaba. Pero, ¿qué otra forma había?

Jooheon se llevó la décima bolsa de sangre a los labios. El contenido de ésta desapareció tan rápido que cuando la echó a un lado, Changkyun suspiró, aún bebiendo su segunda bolsa.

—No es suficiente.

Jooheon había perdido la cuenta de cuántas veces había dicho aquello. Apenas eran las cuatro de la mañana y casi se acaba sus provisiones de una semana.

En aquella casa, los vampiros habían acostumbrado a mantener los hábitos alimenticios de un humano casi en su mayoría. Se alimentaban con comida, aunque no lo necesitaban. Y luego de cenar, cada uno bebía una bolsa de sangre.

Aquello bajo situaciones normales.

Por supuesto que aquella situación estaba lejos de ser normal. El estrés los había vuelto más hambrientos... De manera parcial.

Menos a Jooheon.

Él sentía que jamás había estado tan sediento como en aquel momento.

La luz de la luna se colaba por la ventana. Una luna llena alumbraba el despejado cielo oscuro.

La mirada del noble junto a él se endureció.

—No estarás pensando en ellos, ¿verdad? —cuestionó.

—Para nada —respondió de inmediato—. Esta vez sólo estorbarían si supieran de esto. Están tan encariñados con ella que sólo actuarían por impulso. Y frente a SehYoon, probablemente estarían muertos en un parpadeo.

—Ya veo —Changkyun guardó silencio. Un silencio que Jooheon conocía perfectamente.

Changkyun estaba confundido.

Más bien, Jooheon estaba seguro de que todos en aquella casa lo estaban. Porque, aunque el purasangre había destrozado toda la casa, aún no había salido de ella.

Jooheon no había hecho más que beber sangre en busca de la saciedad.

Saciedad que no había alcanzado.

Pero nadie se atrevió a cuestionar. Y por cuenta propia, Changkyun se había ofrecido a acompañarle.

Pero llevaban media hora en aquel lugar, completamente en silencio salvo por las nueve veces que Jooheon había dicho que aún no era suficiente sangre.

Jooheon estaba estresado, angustiado... Pero sabía que actuar con cautela era la única manera de llegar a Sunhee.

Su Sunhee.

El pelinegro recordó con detalle aquella noche, en la que Sunhee se ofreció a él. Sunhee se había ofrecido como banco de sangre, porque sabía lo hambriento que estaba él.

Jooheon era precavido.

No cayó en la tentación de poseerla, beberla... Tenerla.

No obstante, logró hacer algo de lo que no necesariamente se sentía orgulloso, pero de lo que sí se sentía agradecido.

Jooheon había manipulado la mente de Sunhee.

Sunhee se comportaría con SehYoon de forma inversa a lo que normalmente habría hecho.

Si ella estaba asustada, SehYoon vería valentía. Si ella estaba frágil, SehYoon se sentría abrumado por su rudeza.

Aunque el rubio fuera un sátiro, y lo más probable fuera que la rudeza de Sunhee lo fascinara al principio, no pasaría demasiado para que la marca de Jooheon comenzara a atormentar su mente.

Sólo un purasangre conocía las debilidades de otro.

Y la mente de SehYoon era inestable.

¿Quién mejor que él para saberlo?

Un sabor amargo le vino a la boca, recordando que alguna vez, ellos dos habían llegado a ser cercanos.

Hacía tanto tiempo de ello.

Casi lo había olvidado.

No, en realidad mentía. Jooheon jamás podría olvidar lo que SehYoon le había hecho.

Lo que le hizo a ella hacía tantísimos años.

Jooheon abrió la onceava bolsa con violencia.

Changkyun suspiró, rendido. Se dio la vuelta, dispuesto a salir, cuando la voz de Jooheon salió ahogada.

—Llama a los demás, nos iremos en media hora —dijo el purasangre sin mirarlo.

—Sí, señor...

Luego oyó la puerta cerrarse. Inhaló profundo.

—Qué desagradable.

Aquello salió de sus labios casi en un susurro. No obstante, aquellas palabras estaban cargadas de odio.

YoonSoo —susurró nuevamente.

Frágil.

¿Cómo había permitido que SehYoon hiciera semejante atrocidad a la persona que más amaba? ¿En qué momento se había descuidado tanto?

El rostro pálido, y los cabellos negros eran borrosos hasta para Jooheon.

Pero su corazón no había olvidado. Por más ilógico que aquello fuese.

¿Cuánto había pasado?

¿Doscientos años?

Doscientos quince —recordó.

Un suspiro amargo se escapó de sus labios. Ahora recordaba su rostro con más nitidez: Tan bonita, tan gentil. Tan... Especial.

Tan efímera.

Tan triste, tan rota, tan destruída.

Tan... Muerta.

SehYoon la había matado. La había vaciado. Se la había llevado. La hizo trizas.

No le importó.

A SehYoon no le importó que YoonSoo confiara en él... Que Jooheon confiara en él.

A SehYoon no le importó que YoonSoo llorase, que le pidiera que parase.

Y Jooheon había llegado demasiado tarde para cuando la visión le mostró las gotas rojas correrle a ella por los hombros.

SehYoon estaba sediento. Se sació de ella. Realmente lo hizo. Para cuando Jooheon llegó, sólo había un cuerpo inerte, sin algún signo vital.

«Los humanos eran tan débiles. Tan fáciles de destrozar. Tan sencillos de romper».

La doceava bolsa tocó sus labios. ¿Cuándo llegaría a sentirse saciado?

Tal vez cuando Sunhee estuviera con él nuevamente. No volvería a permitir que algo le ocurriera a la persona que amaba.

YoonSoo se había vuelto borrosa. No porque Jooheon ya no la quisiera. Sino porque necesitaba desprenderse de ella, porque ahora amaba a otra persona, incluso más de lo que pudo haber llegado a amar a alguien antes, fuera YoonSoo, o quienquiera que fuera.

Los recuerdos de aquel fatídico día ahora eran tan sólo una triste historia que volvería a acumular polvo, pues nadie la conocía, y nadie lo haría. Sólo él y SehYoon.

El presente era Sunhee.

El futuro sería Sunhee.

Porque desde la primera vez, Jooheon supo que Sunhee se había convertido en su todo. Y sin ella la vida era nada.

Sunhee... Sunhee era vida.

Jooheon estaba vivo.

Red, Like the Blood «Lee Jooheon»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora