Día 4: Smile/Sonrisa.

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La sonrisa que cruzaba el rostro de Canadá era un arte para el pequeño país que lo espiaba entre los arbustos.

Le enamoraba ver las comisuras elevarse y los blancos dientes asomarse, los labios delgados y rosados, sus ojitos achicarse y su solitario hoyuelo en la mejilla derecha.

Lo seguía con unos cuantos pasos de diferencia, cuidando que no se notara su presencia y escondiéndose cada que Canadá volteaba.

No pudo seguir acompañando a su destinado (según él) en el camino a su casa, tenía que regresar a la suya si quería tener un buen rato el día siguiente.

Llegó a su casa feliz, había logrado ver nuevamente esa sonrisa tan hermosa que le encantaba, un sonrojo adornaba sus bicolores mejillas. Después de darse un baño y acostarse en su cama para intentar dormir, recordó ese brillo en sus ojos cobre, sus musculosos brazos, sus firmes piernas, sus apetecibles labios y sin temor se deshizo en suspiros y caricias, ahogándose en una blanca llamarada de pasión.

A la mañana siguiente, felizmente nuestro protagonista europeo se levantó de muy buen humor, tomó una ducha corta, desayunó ligero y después se vistió increíblemente apuesto para los sucesos de ese día.

Como aún faltaban un par de horas para que llegara la tan esperada hora, el joven país decidió ver videos tutoriales en Youtube que discretamente pudieran ayudarle a llevar a cabo su plan.

Cuando por fin dio la hora soñada, el europeo esperaba pacientemente y felizmente a su acompañante sentado en la terraza de alguna cafetería cualquiera de un estado cualquiera de un país cualquiera, eso no importaba, lo que sí lo hacía, es que Canadá se acercaba (sonriendo) al nervioso país que rogaba porque no se le saliera ninguna lágrima que quería salir por la felicidad de estar ahí, en ese momento; con esfuerzo podía retenerlas, la emoción era enorme, y no quería asustar a su bebé, no podía arruinar lo que con esfuerzos había conseguido.

Cuando lo vio frente a él se paró, deseando que sus piernas no le fallaran y lo dejaran caer por lo temblorosas que estaban.

—–Ucrania.—– susurró el americano mientras abrazaba al mencionado sin dejar de sonreír, ¿Cómo le hacía?

—–Ho-hola Canadá.—– tartamudeó el más joven rodeando el cuerpo del más alto, embriagándose con su aroma y sintiéndose dichoso de respirar el mismo aire que él.

Luego del intenso saludo se sentaron, cada quien pidió su orden y entre risas (sólo por parte de Canadá), plática y algunos silencios incómodos pasó la tarde con aquellos dos.

Los días pasaban, y entre semana y semana, aquel par se juntaba cada vez más seguido, uno con ilusiones amorosas y otro pensando en que tenía un nuevo mejor amigo.

Un día de estos, Ucrania decidió que ya era hora de decirle a Canadá lo que sentía por él. Lo citó en la misma cafetería donde se abrazaron por primera vez, nuevamente comieron juntos, pero en esta ocasión ya no había más silencios incómodos. Ucrania amaba tanto a Canadá que hasta se daba la libertad de sonreír frente a él.

—–Tienes bonita sonrisa.—– dijo Canadá, quien al parecer había nacido con la sonrisa cocida, porque no paraba de sonreír.

La mirada de Ucrania se oscureció, su expresión alegre se apagó.

—–¿Cómo dices?—– preguntó serio.

—–Sólo digo que te sonrisa es muy atrayente.

En ese momento Ucrania lo supo, Canadá era el indicado, no había otra persona tan merecedora del amor del europeo que el americano sentado frente a él.

Así que con energías renovadas le pidió a Canadá que lo acompañara caminando a su casa, a lo que este aceptó gustoso.

En un momento, en la oscuridad de la noche, se detuvieron en un solitario parque y se sentaron en una banca cualquiera a petición de Ucrania, y después de un largo silencio, el europeo empezó a hablar.

—–Canadá.—– Dijo asustado. —–Yo he querido decirte algo desde hace ya bastante tiempo.—– su voz empezó a templar, tomó una buena bocanada de aire y dijo.

—–Me gu-gustas, la verdad desde hace un buen tiempo me he dado cuenta de que eres hermoso, y tu sonrisa es maravillosa. Sé que no nos conocemos desde hace mucho, y que tal vez sea raro para ti que te esté diciendo esto, pero enserio quiero intentar algo contigo, y que me des la oportunidad de hacerte feliz... por eso yo... quería preguntarte si tú... ¿Quisieras andar conmigo?

Habló rápido, su lengua se trababa mientras que inevitablemente un sonrojo subía por sus mejillas.

Hubo otro silencio, (qué comunes eran), y Canadá dejó de sonreír.

—–Vaya, yo, eh.... No sé qué decir Ucrania, me halaga mucho que sientas eso por mí pero.... No puedo corresponderte, a mí... A mí ya me gusta alguien.—– murmuró mientras pensaba en un norteamericano tricolor con ojitos coquetos.

Ucrania lloró, de verdad le dolía que Canadá no lo amara como él lo hacía, y más que eso, le dolía lo que tendría que hacer después, porque claramente no iba a dejar que nadie se quedara con el mayor sino era él.

Después de un abrazo del americano, y luego de que parara de llorar, siguieron el camino a la casa del más joven.

Faltaba poco para llegar, los países, aunque incómodos, trataban de aligerar el ambiente a base de malas bromas y comentarios aleatorios. Llegaron al patio de la modesta casa, y a mitad de este, Canadá sintió un violento piquete en el cuello, vio asustado la perturbadora sonrisa de Ucrania y perdió el conocimiento.

Despertó desorientado, atontado miró alrededor descubriendo un sótano sucio, con cucarachas moviéndose rápidamente y ratas saliendo campantes a buscar comida, escuchó que la única puerta se abría y luego oyó los pasos de alguien bajando las escaleras. Sabía quién era, recordaba perfectamente lo que había sucedido antes de su desmayo y cuando vio la cara sonriente de Ucrania rompió a llorar desesperado, gritando y chillando sin parar, preguntándole al europeo sin parar porqué hacia eso.

—–Hey.—– Dijo Ucrania sin hacer caso a las súplicas. —–No te ves lindo sin tu característica sonrisa.—– agarró un cuchillo y se acercó a paso acelerado al cuerpo amarrado del americano.
—–Pero no te apures, amor, que eso se puede arreglar.

Besó lentamente los soñados labios del secuestrado, disfrutando con demasía la acción, para después separarse y empezar a desgarrar sin piedad, sin descanso y sin cuidado las mejillas de Canadá, haciendo que este sonriera eternamente.

Goretober (Countryhumans) Where stories live. Discover now