Capítulo 32: Manto Grisáceo.

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No me lo estaba imaginado. Nathaniel llevaba en su brazo a Denisse. Estaba conmocionada, ¿Era posible que se llevarán tan bien en unas horas? Se veía demasiada confianza entre ambos para ser el primer día.
Con las manos temblorosas saqué el móvil de la guantera y comencé a tomarles fotos. No sabía en qué momento las utilizaría pero era necesario para pedir una explicación.

Luego de que ambos subieran al coche, se fueron a velocidad media y desparecieron de mi círculo de visión.
Aún no me recuperaba de tal impacto, tenía demasiadas dudas en la cabeza. Sin pensarlo me dirigí camino a la mansión de Zack, sin saber muy bien porqué. Al llegar estacioné mi coche afuera y el guardia de la entrada entorno los ojos y con los labios fruncidos abrió la puerta para que entrase. Llamé a la puerta con delicados golpes para después tocar el timbre. Evelyn salió con media sonrisa que se extendió al verme.
Rápidamente le pregunté que si se encontraba Zack y me dijo que estaba en su estudio. Caminé hasta ahí y entré sin llamar a la puerta, al verme su expresión fue de confusión y asombro no se creía que estuviera parada frente a él.

—¿Q-Que haces aquí? —Preguntó mientras se levantaba de su asiento y abrochaba el primer botón de su saco gris.

—Y-Yo —Me quedé muda... No podía decirle la razón, ahora que lo pensaba quizá se trataba de un error. Pero era imposible, era la misma Denisse de está mañana—, olvidé unas cosas en mi habitación que Evelyn tenía y se me ocurrió venir a saludar.

Mi excusa no lo convencía de todo, se puso detrás del escritorio y se sentó en el viéndome fijamente.

—Ya veo, muy amable por tu parte querer venir a saludarme, pero no me convences sé que te pasa algo. Hoy en la tarde te veías muy dispuesta a no querer volver a verme aunque en el fondo quisieras lo contrario ¿qué te pasa? —Se acercó a mi.

Yo estaba muy nerviosa, él tenía razón. Todo resultaba ser muy raro.

—No me pasa nada, mu-muy en el fondo quizá quería verte otra vez —dije y él iba a pronunciar palabra pero rápidamente lo interrumpí—. Ah y, dime ¿Estás solo? ¿Y Denisse?

—Su padre se la llevó a la casa que tienen aquí en Seattle. Al parecer se instalarán allá ya que ella insistió en seguir viviendo con él. No la culpo, fue su figura paternal durante muchísimos años. Hasta yo mismo hubiese elegido esa opción, no hay nada mejor que vivir con tus padres.

—La etapa de vida con mis padres fue la más bonita sobre todo en mi infancia —Sonreí al recordar algunos momentos—, ellos me protegieron el día de mi accidente, me dieron calor y apoyo en todo momento. Decidí separarme para independizarme pero ahora me arrepiento. Los extraño demasiado.

—Tus padres son agradables, quizá debiste quedarte en Italia, quizá tú vida sería distinta. Con experiencias más agradables —Se escuchaba el sarcasmo en sus palabras.

Sabía a lo que se refería pero preferí no seguirle la corriente. Me lastimaba seguir pensando siempre en lo mismo y hablar de la misma situación cada que estaba frente a él.
La conversación ya no tenía rumbo y ambos nos habíamos quedado en silencio. No podía mantenerle la mirada, era difícil tratar de controlar el sentimiento que surgía de mi interior.

—Deberías irte. No me hace bien estar contigo en un lugar a solas. Las cosas no podrían acabar bien. No quiero volver a acariciarte para después soltarte y dejarte ir como si nada. Mi único consuelo es reflejar tu alma en mi mente y acariciarte con los dedos de la imaginación.

Sus palabras tocaron fondo en mi corazón, en mi alma. Mi hilo rojo estaba ahí justo frente mío y no podía estar entre sus brazos. Observaba sus expresiones a detalle, estaba afligido, me había puesto a pensar que jamás le había dicho lo mucho que lo quería. Tenía miedo, no quería que lo supiera. No en estas circunstancias, mi ser estaba destrozado por un amor que era imposible. Sentía rencor por la vida. Debí haber conocido a Zack en unas mejores condiciones, donde al principio nos hubiésemos llevado bien y nuestra relación se diera sin trabas. Poder ayudarle a buscar a Denisse sin la necesidad de que sintiera compromiso para estar con ella, sin embargo las cosas habían resultado de diferente manera. Era todo un lío.
Fruncí los labios y di unos leves golpecitos con el pie. Me cruce de brazos y miré a Zack el cual se había levantado del escritorio para situarse frente a la ventana. No me miraba, Estaba absorto mirando el paisaje, observando el manto grisáceo que se estaba formando justamente en la zona.

—Caerá una gran tormenta —Musité pero Zack no me miró—. Creo que... Será mejor que me vaya antes de que las calles se inunden.

Antes de girarme miré a Zack una vez más. No volvió a mirarme, solo asintió con la cabeza. Me giré desanimada, yo me había buscado este desenlace al venir hasta su casa. Era una tonta, al final no le había dicho nada de lo que había visto y quizá quedé como una patética. Extraño tanto a Zack a pesar de que llevaba unos segundos de verlo.
Salí de la mansión y la tormenta se había desencadenado. No corrí hasta mi automóvil, dejé que las gotas de la lluvia se absorbiera en mi rostro y en mi ropa, en unos minutos estaba totalmente empapada. Miré al cielo y las nubes grisáceas me recordaron rápidamente a los ojos de Zack.

—¡Krysten! —Me giré al escuchar mi nombre, se trataba de Zack el cual había salido de la casa gritando mi nombre—, ¿Por qué haces las cosas tan difíciles? Debiste marcharte rápido. No sabes lo mucho que me costo reprimirme mientras te observaba por la ventana, ver qué no te ibas hizo que corriera hasta ti. Te quiero Krysten, no quiero que te alejes más, por favor, quédate conmigo —Corrió hasta donde estaba y me estrechó entre sus brazos.

Su abrazo me transmitía calor a pesar de que ambos estábamos empapados bajo la lluvia. Ahora nada importaba, tenía que hablar con él sobre lo que vi, porque ya no podía soportar su lejanía y mirarlo con Denisse.

—Eres un imbécil, Zack Andersson —dije mientras le acariciaba la cara con mis manos húmedas.

—Un imbécil, arrogante que está loco por ti.

Se separó lentamente de mi y comenzó a divagar entre mis ojos, beso cada centímetro de mi rostro hasta llegar a los labios, donde me beso tierna y apasionadamente. No podíamos contener todos nuestros sentimientos que habían estado reprimidos desde muchísimo tiempo.
Me tomó de la mano y me llevó dentro, subimos a su habitación y volvió a besarme, de una manera más delicada. Se deshizo de mi ropa húmeda y nos entregamos nuevamente en cuerpo y alma.
Pasé la noche con él entre sus brazos, donde hacíamos el amor cada que caíamos en una mirada profunda. Mientras sus dedos me acariciaban pensaba en que nada importaba más que un buen amor. Nuestro amor.
Lo hermoso de todo es que él es mi destino, mi hilo rojo.

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