Capítulo 30: Naturaleza.

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Estando frente a mi edificio un repentino sentimiento de culpa albergó a mi corazón. Sentía que las cosas me salían mal pero en parte la culpa era mía.
Me giré hacia Nathaniel el cual continuaba con su mirada fija en mi rostro. Su expresión reflejó asombro y trató de decir algo pero rápidamente guardó silencio. También por mi parte no sabía que decir solo estaba ahí parada viéndolo fijamente con un nudo en la garganta. Caminó unos pasos hasta quedar cerca de mi, titubeó un poco antes de pronunciar palabra.

—No podemos estar todo el tiempo sin hablar —Arqueó una ceja mientras se llevaba las manos a la cintura y se ponía a mi altura.

—Tienes razón, disculpa mi comportamiento un tanto infantil.

—Eres tierna —Arrugó la nariz.

—No digas tonterías, no es verdad.

—Claro que es verdad, aparte eres modesta, eso me vuelve loco de ti —Volvió a ponerse a su altura con una sonrisa—. Te invito un helado mientras caminamos por el parque, así podrás despejar tu mente.

Asentí con la cabeza, aunque quizá estaba cometiendo un error, me abrumaba no poder ser directa con él. Nuevamente Nathaniel tomó el control sobre mi pequeño escarabajo el cual seguía aparcado frente al edificio. Condujo durante unos minutos hasta llegar a un parque un tanto grande. Había un gran estanque donde patos revoloteaban sobre el agua fría y la gente se acercaba a mirarlos o a lanzarles trozos de pan. Sentí una punzada de felicidad al observar a toda aquellas personas preguntándome que pensaran en ese preciso instante mientras lanzan la comida.
Nathaniel llamó mi atención tomando mi mano con delicadeza mientras la entrelazaba con la suya. Le dediqué media sonrisa y comenzamos a caminar hacia un pequeño puesto de helados no muy lejos del estanque. La chica tomó nuestros pedidos, opté por elegir un helado sabor chocolate ya que el chocolate libera endorfinas y quizá solo así pueda sentirme mejor con lo que resta del día. Nathaniel pidió uno de fresa y después de pagar nos situamos en un banco para comernos tranquilamente el helado.
Hablaba animadamente aunque no podía prestarle atención, me concentraba más en ver cómo los rayos del sol se filtraban por los árboles y en el estanque haciendo parecer el agua cristalina. Estaba absorta en la naturaleza que no quería platicar con él, solamente quería disfrutar del viento suave que acariciaba mis mejillas y de la tranquila tarde que se presentaba.

—¿Estás bien? —Preguntó Nathaniel intentado llamar mi atención nuevamente.

—Claro, en tranquilidad observando cada detalle de la naturaleza, creyendo que es increíblemente hermosa ¿No crees? Solo observa a aquellos patos en el estanque se miran felices al igual que las personas que los alimentan. Debe ser placentero tener esa conexión bondadosa. Me gustan mucho los animales.

—Nunca me han pasado esas cosas por la cabeza —Contestó fríamente.

—Quizá solo necesitas observar más a tu alrededor y disfrutar de los pequeños placeres de la vida.

—Quizá —Cortó la conversación sin mirarme a los ojos.

Noté un poco de frialdad en sus palabras. Era un chico misterioso que albergaba muchos secretos. Sentía una leve incomodidad estando a su lado, sin embargo resistía ya que él siempre se había comportado amable conmigo y me había salvado del apuro infinidad de veces. No se merecía el trato que en ocasiones apliqué con él pero por más que intentaba, no podía sentir nada por Nath, ningún sentimiento de amor o llegar a quererlo. Lo admiraba y me parecía atractivo sin embargo no sentía amor, ni una pizca.
Con Zack era diferente. Sentía que el mundo dejaba de existir cuando estábamos juntos. El silencio no me incomodaba estando a su lado, sus besos me producían un cosquilleo tremendo en el estómago. Cada que su mirada grisácea se clavaba en la mía mi corazón latía rápidamente. Era un sentimiento inexplicable que solo llegaba a sentir con él. Un amor imposible que siempre guardaría en mi memoria, algo que no pudo ser pero que vivirá con mucho anhelo en mi corazón.

Filo Rosso Where stories live. Discover now