Capítulo 15: Viviendo con arrogancia.

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Zack rió a carcajadas viendo la situación en la que me encontraba. Estaba sin camisa y sus músculos nuevamente causaban infartos.

Mis mejillas habían tornado un rojo escarlata y sentía taquicardia.

—Que sea tu c-c-casa no te da el de-erecho de entrar a esta habitación y dormir aquí, ¡Respeta mi privacidad, Zack! —Estaba exaltada mientras mascullaba malhumorada.

—Disculpame, lo bueno de esto es que por fin me llamaste por mi nombre, querida es la primera vez que lo escucho salir de tus labios —Hizo una pausa y siguió riendo—. Por cierto Krysten, deberías cenar menos, porque roncas como un carro viejo en acción —Siguió riendo mientras su mano estaba en su estómago.

Sentía que iba a estallar y mis mejillas ardían al doble. Mi enfado iba en aumento y supe entonces que no podría mantenerlo bajo control por mucho tiempo, iba a estallar, sin embargo ¿Por qué no insultarlo en mi lengua materna? Seguro no sabe hablar italiano.

—Non hai diritti su di me, sei solo una persona orgogliosa ed egoista a cui non importa come si sentono gli altri —Solté de golpe.

«No tienes ningún derecho sobre mí, solo eres una persona orgullosa y egoísta a quien no le importa cómo se sienten los demás» le dije en mi lengua materna y esperaba su reacción. Se había quedado sin palabras.
Volvió a sonreír de una manera irónica que hacía que mi furia aumentara, a caso ¿me estaba mandando a paseo? Era lo más razonable.

Entonces, sin titubear respondió:

—Ti sbagli, mia cara Krysten —Dijo con una amplia sonrisa en sus labios.

Me quedé anonadada, Zack sabía hablar perfectamente el Italiano, ¿Cómo lo sabía? Claro, persona de grandes recursos económicos, debe de hablar al menos cuatro lenguas diferentes.
«Te equivocas, mi querida Krysten» fue lo que sus labios pronunciaron como contestación al "insulto" que le dije con anterioridad.
Estaba muda, ya no tenía otro as bajo la manga, me había humillado cuando meramente yo creía que la humillación la iba a generar yo.

—Sabiendo que eres millonario, debes hablar demasiados idiomas —Dije mientras agachaba la mirada al piso.

—Quizá si, quizá no —Respondió mirándome fijamente.

Sus ojos brillaban, y yo lo único que podía sentir era un cólera que se infiltraba por todo mi cuerpo. Tenía unas inmensas ganas de golpearlo y escapar, mostrarle que no era la chica débil que el imaginaba. Tenía un nudo en el estómago, ya no quería ver más su cara, me producían náuseas.

—¿Podrías salir amablemente de la habitación? Quisiera estar sola. Después me da las indicaciones que debo seguir para el día de hoy —Dije neutral.

Zack se sorprendió ante mi paciencia, al parecer estaba esperando que reventara, creo que entiendo sus intenciones. Planea llevarme al límite, desconozco sus motivos, sin embargo no dejaré que se burle de mi.
Despegó sus labios un momento, al parecer iba a emitir palabras. Al final cerró la boca y solo asintió abandonando por completo la habitación. Me senté en el borde de la cama y suspiré con fuerza, ¿Cómo había llegado Zack a mí habitación? Me preguntaba mientras miraba mis manos pálidas.
El reloj emitía un tic tac, lento, que hacía que soñara despierta. Salí del trance en el cual me estaba sumergiendo para levantarme de la cama y darme una ducha fresca.

Al entrar al baño lo único que quería pensar era como el agua fría se resbalaba por mi cuerpo haciendo que mis músculos se relajaran. Podía sentirme libre, estando aquí, no quería pensar en Zack ni en nadie más, solo en mi misma.

Al salir, me vestí como de costumbre y baje a la sala de estar.
No había rastro de Zack por ninguna parte, quizá estaba ocupado haciendo algo interesante. Comencé a caminar por la casa, y sabía que me iba a perder, después de todo era inmensa. Llegué a la cocina, donde encontré a Evelyn cocinando. El aroma a comida inundó mis fosas nasales y mi estómago llamó desesperado. Evelyn levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los míos, me sonrió educadamente.

—Buenos días señorita Krysten —Dijo la muchacha mientras picaba tomates.

—Buenos días Evelyn —Dije mientras me acercaba hacía la pequeña mesa de servidumbre—. Por cierto, llámame solo Krysten, no es necesario que haya formalidad entre nosotras.

Evelyn chasqueó la lengua y añadió:

—Si te parece más cómodo, así será —Dijo con media sonrisa—. Siéntate ahora mismo te sirvo el desayuno.

—Gracias —Dije con amabilidad—. Por cierto, ¿sabes dónde está el señor Andersson? —Pregunté sin pensar.

—Uhm creo que se refugió en su estudio, es bueno que no lo molestes, toda la servidumbre tiene prohibido entrar a su estudio por alguna extraña razón —Dijo Evelyn de un modo tenebroso que hizo que un escalofrío recorriera mi espina dorsal.

—Que bueno que lo mencionas, así no me meto en problemas. Aunque ayer estuve con él ahí.

La chica asintió sorprendida mientras me acercaba un plato de comida a la pequeña mesa. Eran panquecas con mantequilla.
Le agradecí rotundamente, y ella solo sonreía.
Mientras comíamos Evelyn me platicaba el como había llegado a parar en la casa de Zack Andersson.

—¿Sabes algo sobre los padres de Andersson? —Le pregunté a Evelyn, con una gran intriga.

—Aún no me sé esa historia. Según lo que tengo entendido, bueno, lo que me platicó mi madre, Zack... digo el señor Andersson, es huérfano. Al parecer sus padres fallecieron cuando él era muy pequeño, se dice que también tuvo muchas dificultades en su adolescencia pero la suerte tocó a su puerta y la actuación lo salvó y mira ahora es millonario pero eso no quita que siempre esté solo —Dijo Evelyn con un tono melancólico en su voz.

Me costaba el creer que Zack había perdido cuando apenas él era un niño, debió haberlo pasado mal... Estando solo. Eso me daba mucho que entender, sobre el comportamiento que Zack emitía hacia los demás. Solo era un pobre pequeño sin el cariño de alguien. Resultaba comprensible, pero nada justificaba la manera de tratar a los demás, quizá lo que necesitaba era ir a terapia y empezar a tener empatía con otras personas.
Observaba como el aire acariciaba las cortinas de la cocina, la brisa de un aire frío iba y venía, mientras rodeaba mi cuerpo.
Seguí animadamente la conversación con Evelyn, hasta que por la puerta de la cocina, una silueta masculina nos interrumpió, se trataba de Nathaniel.
Su cabello castaño brillaba como nuca y su mirada estaba centelleante. En sus labios se dibujó una sonrisa y saludó cordialmente con la mano.

—Hola señoritas —Dijo con amabilidad mientras se acercaba a la pequeña mesa de servidumbre.

Filo Rosso Where stories live. Discover now