Capítulo 5. [De la llegada de Cameron]

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Cameron.

La maleta parecía hacerse más grande a medida que comenzaba a llenarla de cosas. Cuando lo hube empaquetado todo, me dirigí al hall recibidor. Allí, sentada sobre el último escalón descansaba Luce. Al oír crujir los escalones, giró su cuello y sonrió al verme, acto seguido, me ayudó a bajar la maleta. Cuando pisábamos el último escalón, Ben entraba por la puerta.

- Justo a tiempo - pronuncie con dificultad por el esfuerzo.

Al oír eso, mamá con las llaves en las manos salio por la puerta y abrió el coche. Todo parecía sacado de una película, corriendo tras un guión. Un curso guiado. Quise ignorarlo. Nos dirigíamos al aeropuerto, ya que mamá no podía llevarnos hasta allí. Lo entendía, yo tampoco lo habría hecho recordando lo que le pasó a papá en uno de sus viajes.

El tiempo de embarcación en el aeropuerto se nos hizo eterno, pero cuando por fin llegamos al avión, aproveche para cerrar los ojos y descansar un poco.

La carretera era húmeda, incluso yo desconocía que hacía allí. Pero estaba. Dos coche a lo lejos habían chocado, salía humo. Me acerqué. Había mucha sangre por el suelo. Todo era muy tétrico. Unas piernas sobre salían. Intenté sacar el cuerpo y era mi padre. También, al otro lado de la carretera había un lobo. Un gran lobo de ojos azules, tras el otro lobo, de ojos amarillas. Aquellos cuatro ojos me hipnotizaban por completo. Impedían que yo, de alguna manera me moviese. Ellos lentamente se acercaban a mi. El lobo que más atrasado estaba, el de los ojos amarillos hizo rápidos movimientos. Estaba encima mía y rugía. Había alcanzado mi cuello. Yo gritaba de dolor, pero era inútil. No me oía nadie. Estaba muerto.

Un aliento entrecortado me despertó. Me faltaba el aire. Había tenido una pesadilla y mi ritmo cardíaco era notablemente acelerado. Estábamos ya aterrizando.

Al salir del embarque y recoger nuestras maletas decidimos coger un taxi, era la mejor manera de poder llegar hasta la escuela. Al taxista pareció costarle encontrarlo, o simplemente quería cobrarnos algo más por el viaje.

Al llegar allí vimos como una señora corría de manera ligera hasta la puerta. Recogimos hacía la puerta y ella nos abrió e incluso nos acompaño a la que parecía ser la secretaría. A decir verdad, aquella señora de mirada seria era guapa. Tenía unas curvas bien definidas que le hacían de bien con aquella falda de tubo color gris y su camisa ceñida rosa - Sentaos ahí chicos, el señor Prikston os atenderá en cuanto termine la entrevista - anunció con cálida y dulce voz femenina.

Cuando la puerta que estaba frente a mi se abrió, pude ver salir a una chica. Aparentaba más o menos tener mi edad. Era morena, y parecía nueva como nosotros. No era alta, pero tampoco excesivamente bajita. Su estatura era estándar. Tampoco era excesivamente gorda, ni excesivamente delgada. Su cuerpo, redondo provocaba que sus mofletes se hicieran más redondos y dieran forma a su cara. Sus piernas no eran separadas cuando andaba, pero sus muslos rozaban unos con otros cuando se movía. Tan solo se formaba de una camiseta de algún grupo desconocido para mi, unos pantalones negros rasgados y sus vans negras, coloreadas por ella misma, probablemente. Su gran maleta rosa le hacía compañía, pero ni por asomo pegaba con su estilo, los más probable que no fuese ella la que hubiese elegido ese tono para aquella maleta. Mientras ella hablaba con la secretaria, el señor Prikston llamaba mi atención haciéndome entrar en su despacho.

No me había percatado hasta el momento en el que entré en el despacho, aquel señor trasmitía una actitud severa desde el primer momento. Mi primera impresión fue de miedo. Aquel hombre sería duro de roer y más con el expediente que yo presentaba.

- Bien Cameron, seamos francos - dijo antes de acomodarse - tu expediente no es que sea de los mejores. Faltas de asistencia, malas notas, castigos, expulsiones. Eres un sin fin de desastres académicos y a mi no me gustan los desastres académicos. En la escuela Richard Nixon tenemos un buen programa de adaptación para este tipo de alumnos, contando con tutores a tu disposición para la mejora de tus calificaciones - dijo el, antes de anunciar lo que ambos sabíamos - Te doy la opción de escoger un tutor si lo deseas, en caso contrario, puedes ayudarte tu solo, ver como te desenvuelves un primer trimestre. Si lo haces bien, no te volveré a ofrecer esto, de caso contrario te implantaríamos un tutor dos horas al día. ¿Qué dices?

Suspiré ante tantas palabras en tan pocos segundos - Es algo precipitado, pero creo que me iría bien solo.

El abrió los ojos, con gesto de sorpresa. Pero ignoró mi respuesta - Bien, al final del trimestre veremos - añadió abriendo su cajón y buscando papeles. Saco una gran carpeta con el logo de la escuela y un llavero con dos llaves - Aquí hay unas reglas que cumplir Cameron, espero que tu no te las saltes, sé como son los chavales como tú. Nada de estar en habitaciones ajenas después de las doce, menos si son de chicas. Nada de salir del perímetro permitido después de media noche. No se fuma ni se bebe. Puedes salir del recinto, siempre y cuando sea en fin de semana y antes de las nueve - acomodó sus antebrazos en la mesa, se ponía la parte seria - Existen baños mixtos que puedes utilizar - debió notar mi sonrisa dibujada en la cara, pues su rostro cambió totalmente - seamos sinceros, ni yo quiero pillarte allí haciendo nada fuera de lo normal, ni tu creo que quieras que te pille. Nada de sexo en el recinto. ¿Lo has entendido Cameron?

Todo aquello era abrumador, pero de alguna manera sabría adaptarme - Sí, señor.

- Bien, por último, ¿ Por que has decidido venir a esta escuela?.

- Simplemente quería huir de la imagen de mi padre en mi casa, empezaba a verle por todo sitios. Era muy abrumador. Mi madre me dio esta solución y no dude en aceptarla - admití con la mayor sinceridad posible.

- Bien, estás son tus llaves y una carpeta con tus horarios - dijo entregándome mis enseres - Por favor, ve a tu habitación directamente. Os hemos hecho el favor de colocaros juntos en la misma habitación, no andes pululando por aquí - dijo con una sonrisa, no del todo sincera. Acto seguido, me invitó a marcharme.

Salí fuera, Luce y Ben me miraban con una sonrisa cómplice. Pero realmente, allí dentro no se pasaba tan mal. Luce fue la siguiente en entrar, pero yo ya me dirigía a mi habitación. 608.

El edificio no pintaba tan mal. A lo lejos pude avistar aquella maleta rosa, realmente no estábamos en el mismo edificio, si no que uno frente a otro. Pero tampoco tenía constancia de que nuestros edificios estuviesen separados por sexos. Tampoco tardaría mucho en averiguarlo cuando, subiendo los seis pisos por las escaleras, encontré a varias chicas moviéndose de un lado a otro por los pasillos, algunas sentadas en las sillas y otras dos chicas, simplemente sentadas en la puerta conversando. Posiblemente hablando de los chicos del momento en la escuela.

Llegué a la habitación 608. Una parte de mi, deseaba que aquel momento lo hubiese podido vivir con Ben, pero otra parte de mi agradecía haber podido hacerlo solo. Algunas de las cosas en esta vida, es mejor disfrutarlas en la más profunda soledad, si no, pierden su encanto.

La habitación era amplia y de colores verdosos. Constaba de un ventanal, dos camas, dos armarios y una estantería. Sabía que aquella habitación podría decorarse a gusto propio, así que, sabría que un póster cabría en alguna de esas paredes. Decidí colocar algo de mi cargamento hasta que Ben llegó a la habitación y me anunció que tan solo quedaban diez minutos para la cena. El, por suerte ya había conocido a alguien. Se llamaba Jason. Su aspecto era el de cualquier chico, deportista y popular del momento. Su melena castaña caía sobre una de sus cejas que adornaban sus curiosos ojos azules, su porte atlético llenaba cualquier camiseta que tuviese y su perfume podría cautivar cualquiera de las chicas que tuviese alrededor suya.

- Chicos, o salimos o no llegamos - dijo Jason asomándose por el marco de la puerta. Al verme cambió la expresión de su rostro - Soy Jason, encantado - admitió con una sonrisa.

- Cameron - dije estrechándole la mano y saliendo tras el por la puerta.

El comedor era algo que me esperaba y me imaginaba. Era tan parecido al de un instituto cualquiera que no me sorprendía. Una gran mesa, llena de multitud era la que estaba al centro de toda aquella muchedumbre. Jason nos dirigió hacía el, presentándonos a todos y cada uno más tarde. Más tarde, un chico de aspecto asiático se sentó paulatinamente frente a nosotros. Acto seguido, al darse cuenta de que ambos éramos nuevos se presentó.

- Soy Jake - admitió con una sonrisa - no os extrañéis de que un chico tenga un nombre tan poco asiático. Mis padres solo querían ser buenos estadounidenses y serle fiel a la bandera. Nada más lejos de la realidad.

Ambos tontamente reímos. No pudimos evitarlo. En ese momento, Luce apareció en mi mente, pero vi aquella melena rubia sentada en la mesa de enfrente. Me alegré por ella, por que ya hubiese hecho un par de amiga, nunca le había gustado ese tema. Tampoco le era fácil. Bueno, como a muchos adolescentes, no era ningún tipo de oveja negra.

En la multimedia una foto de Ben Schuester.

Insultos de amor, piropos de odio [ IDAPDO 1 ] | Editando |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora