Capítulo 4. [De la etiqueta de Aelyn, la friki]

623 33 10
                                    

Aelyn. 

Todo estaba dentro de la maleta, incluso había decidido meter un par de libros para leer y releer. Me aseguré de que amaba y podía releer esos libros muchas veces.

Con dificultad cerré la gruesa maleta de color rosa pastel. Recuerdo a mi madre dándome esa maleta de regalo para nuestro viaje a México. Fue el mejor viaje que recuerdo con mi padre. Recuerdo tomar tacos, bañarnos con delfines y hacer viajes en furgoneta por las carreteras Mexicanas.

A pesar de que mi madre evitase el contacto con mi padre, la ley la obligaba a ponerle al día de nuestros movimientos. Por lo que extrañamente el se había ofrecido a llevarme hasta el colegio. Su coche ya estaba en la puerta, se había dignado, al menos, a saludar a mi hermano pequeño. El que estalló en alegría al verlo.

Bajé y me despedí de mi madre, nuestro abrazó duró mucho tiempo, mientras nos susurrábamos al oído que tuviésemos cuidado y que nos queríamos. Mi hermano tan solo se tiró a mis brazos prometiéndome que me echaría de menos. No lo dudaba. Estábamos muy unidos, tanto que el me confesaba que cuando yo iba a clase y el volvía antes que yo, también me echaba de menos.

Salí de la casa, decidida a aguantar en silencio tantas horas de viaje. El viaje fue un tanto silenciosa, tan solo se podía oír la radio de fondo, junto a la música y noticias triviales del momento. Mi padre no cruzo, ni quiso hacerlo, palabra en todo el camino. 

- Ten cuidado - me dijo antes de que yo cerrase de un portazo y me dirigiese al maletero a recoger mis pertenecías - Lo digo enserio Aelyn, soy tu padre y aunque no lo parezca, muchas veces te echo de menos - dijo saliendo del coche y acercándose a mi, queriendo agarrar mis maletas o incluso mi mano. No tenía muy claras sus intenciones - Yo te quiero, cariño.

La miré recelosa y enfadada, no podía ni debía fiarme de sus palabras. No de una persona que abandonó a su familia cuando más la necesitaba - Ten cuidado en el viaje - añadí antes de cruzar las puertas del colegio.

Al otro lado de la puerta, una señora con porte regio pero de rostro entrañable parecía esperar mi llegada. Y así afirmo cuando me pidió que la siguiera. La señora me acompañó a un edificio un tanto antiguo, bueno, a decir verdad eché una ojeada a mi alrededor y todo los edificios eran antiguos. Al entrar en aquel edificio, el cual dataría del siglo XVI , exagerando, vi un cartel rojo de letras blancas el cual colgaba del techo gracias a unas cadenas. Se podía leer 'Secretaría' en letras bien grandes.

- Espera aquí cielo, el señor Prikston saldrá enseguida - advirtió la señora.

Tras unos largos diez minutos de espera y observaciones del lugar, salió de la misma puerta por la que aquella mujer había entrado, un señor. Que tenía un cierto parecido al pastor de nuestra parroquia. No era excesivamente alto, su pelo, grisáceo acompañaba a sus párpados decaídos por los años. Su papada ocultaba el cuello de su camisa, y el azul de sus ojos estaba casi apagado.

- ¿Aelyn Williams? - pregunte. Me puse en pie y admití con la cabeza.- Acompáñeme - dijo, añadiendo un gesto con sus manos.

Ambos nos sentamos, uno a cada lado de la mesa. Suspiró al posar la totalidad de su cuerpo en aquella delgada silla. Perecía sufrir con lo que hacía. Probablemente, sería infeliz con lo que hacía. Remiraba una y otra vez papeles que parecían ser mis expedientes.

- Es tu primera escuela interna, ¿verdad? - preguntó, acomodando sus brazos en la mesa.

Agarré los reposabrazos en un intento de relajación ante aquella entrevista con el director de mi nueva escuela - Si, señor - dije, con sumo respeto.

Tan solo expuso una sonrisa torcida - Por favor, no me trates así, no soy un general. Me llamo Carton Prikston o señor Prikston, como más cómoda te sienta - dijo dándome su mano para estrechar que admití con gratitud. - Buscaré lo primero tu horario, tu llave y número de habitación - dijo rebuscando en uno de sus cajones. Puso sobre la mesa un papel, con diferentes columnas a diferentes colores y un llavero que contenían dos llaves - Tienes suertes de haber llegado ahora, tan solo queda una semana para que empiecen las clases y puedas disfrutar de tu estancia aquí sin tener que hacer deberes ni nada por el estilo.

La conversación parecía más agradable de lo que me imaginaba lo que podría ser, eso me relajaba.

- En esta escuela hay unas normas. Las habitaciones de los chicos no se visitan después de las doce y tampoco las afueras del instituto. Ni se fuma, ni se bebe en el centro. Podréis salir del recinto, pero siempre y cuando se vuelva antes de las nueve. Siempre de día. - El suspiró y reposó su espalda en la silla - Existen baños mixtos, yo personalmente, no los aceptó. Pero fue una clara victoria por el consejo de alumnos el colocarlos, por lo que, están aceptados y se pueden usar, pero, nada de sexo en los baños.

El señor Prikston, mirado desde fuera parecía un señor muy tajante y exigente. Pero era todo lo contrarío, era muy bondadoso y pasivo. Sabría que de alguna manera o otra nos llevaríamos bien.

- Y, por último, ¿por que has decidido venir aquí? - preguntó curioso, juntando las manos por encima de sus rodillas.

No sabía que decir para que, realmente le causase buena impresión - Necesitaba un cambio de aires, centrarme, recuperar una buena media en mi nota final. Estaba dando un cambio drástico para mal y tan solo quería cortarlo de raíz.

El aceptó con una ligera sonrisa, se levantó entregándome una carpeta con el logo de la escuela y me invitó a salir del despacho. Cuando hube salido vi otros tres chicos, parecían alumnos, si no, no me explicaba que pudiesen estar ahí. Eran dos chicos y una chica. La chica era rubia, su pelo por los hombros de la daban un aspecto juvenil muy coqueto. El otro chico, parecía despreocupado mirando su teléfono móvil cubierto por una capucha azul marina. Y otro de los chicos, arropado por una chaqueta de cuero miraba con nerviosismo la puerta del director.

- Cameron Blumer - advirtió el señor Prikston. El muchacho de la chaqueta de cuero levantó la cabeza y sus ojos parecieron iluminarse - acompáñeme.

Me acerqué a la mujer que antes me había atendido, Maddie Button se decía llamar, también me había ofrecido su ayuda para cualquier cosa que necesitase. Marché de allí a paso ligero, hasta llegar a mi edificio. El lugar no parecía tener ascensor, por lo que tuve que subir siete pisos a pie cargando con la mochila. El día caía y visto desde el gran ventanal del piso siete, se veía mucho más bonito. Busqué la habitación 711. Metí la llave en la boca de la cerradura y al otro lado de esta me encontré una joven, de tez pálida y y lisa melena leyendo un libro. Al verme sus ojos se iluminaros, sus rosados labios quisieron hablarme pero tan solo pudo abrazarme.

- Soy Aelyn - admití mientras la abrazaba.

Ella arqueó una ceja - Aelyn Williams, ¿no?, yo soy Rachel Morrison.

Me aparté de ella buscando mi cama. En mis primeros minutos de llegada a la habitación, me hizo un tour por ella. Me explicó cual seria mi cama y cual mi armario, incluso me ayudó a colocar mis cosas. - Siento si soy impulsiva, pero llevaba varios meses sin compañera de habitación y tener una ahora es de lo mejor que me ha pasado - admitió con felicidad. Sus ojos, que parecían de alma bondadosa, me miraban desde la cama.

La habitación era amplia, nada más entrar veías una gran ventana, bajo ella un amplio escritorio que lo seguía una puerta. A la izquierda, un par de camas justo encima, una estantería. Frente a las camas, los armarios. Pensé en un cuchitril más pequeño.

- Es hora de cenar, deberíamos ir bajando - advirtió poniéndose en pie.

Dentro del comedor, ella perecía muy decidida. Nos fuimos hasta una mesa, con gran diversidad de personas. Incluso estaban los chicos que vi en la secretaría. Jason, unos de los chicos que había sentados a mi lado me preguntó que si leía, que cual era mi libro o saga favorito. Mi respuesta fue clara, Harry Potter, que me había dado la infancia. Gracias a esa enorme confianza en mi misma y extremada sinceridad, me gané el mote de friki. A las dos horas de pisar el centro.

Era muy buena haciendo amigos.



En la multimedia una foto de Rachel Morrison. 

Xx

Insultos de amor, piropos de odio [ IDAPDO 1 ] | Editando |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora