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Seguí arrastrándome hasta llegar al final, veía la luz, saqué los brazos y me serví de ellos para salir.

Miré a mi alrededor, estaba comenzando a amanecer, habíamos pasado toda la noche en los túneles.

En el suelo estaba tirado Mustang tremendamente agotado.

–¿Cómo te encuentras? Mírame, mírame Mustang– me agaché y comencé a darle leves toques en la cara.

–Sácame de aquí Lena–murmuró débilmente.

Estaba cubierto de sangre, sudor y tierra; estaba muy pálido, con los labios secos y le costaba mantener los ojos abiertos.

–Ya estamos fuera del túnel, en nada podré buscar un médico, aguanta–dije.–Quédate aquí tumbado mientras busco la moto de Scottson; por favor, no cierres los ojos, aguanta un poquito más, ¿vale?–él asintió levemente.

Su cuerpo temblaba. Creo que el chute de adrenalina que seguramente le sirvió para poder escalar el túnel había desaparecido por completo.

Miré a mi alrededor y me levanté nerviosa.

¿Dónde coño estará la maldita moto? Ahora mismo estamos alejados de todo, y sin un medio de transporte con el que pueda ir rápidamente a la ciudad y resguardarme en uno de los pisos franco que tenemos los estafadores y pueda buscar ayuda, Mustang se me puede morir en los brazos... realmente está muy débil.

El sol comenzaba a salir y los tonos rojizos del amanecer lo bañaban todo, miré por todos lados en aquella nada y solo había tierra y arena, algún matorral que otro; ni rastro de la moto mencionada por Mustang.

Comencé a moverme un poco, separándome de Mustang pero sin perderlo de vista. Al fondo vi lo que parecía ser una enorme roca, me acerqué lo más rápido que mis piernas agotadas me permitían, la rodeé esperando encontrarme en el otro lado la dichosa motocicleta pero nada.

Frustrada me apoyé en la roca y me di cuenta entonces que no era una roca. Era una lona de color marrón que tapaba algo y la lona de las numerosas tormentas y ráfagas de viento estaba cubierta de arena.

Cogí el extremo del suelo y tiré de ella, destapando una moto negra sin matrícula y al lado varios bidones de gasolina.

Sonreí aliviada.

Parece estar en buen estado, al haber estado tapada por la lona ha podido resistir las inclemencias del tiempo durante todos estos años... pero el que estéticamente esté en condiciones no quiere decir que el motor parado tantos años vaya a funcionar.

Cogí un bidón de gasolina que pesaba demasiado. Abrí la tapa y comencé a llenar el depósito. Lo llené hasta que rebosó, luego pensé en que tenía que ponerme a hacer un puente para que la moto arrancara pero inmediatamente me di cuenta de que las llaves estaban puestas.

Me monté en la moto y la intenté arrancar. Me mordí el labio.

–Venga... arranca... venga...–dije girando la llave, el motor hacia amago pero no llegaba a arrancar. –¡Arranca Joder!–grité frustada y es como si el universo por una vez en la vida quisiera ayudarme porque el motor comenzó a ronronear.

Rápidamente y levantando tierra, me dirigí hacia donde había dejado a Mustang, éste se encontraba de pie metiéndole patadas al suelo, bueno un intento de patada porque estaba muy débil para cualquier cosa.

–¿Qué haces?–pregunté viendo como metía patadas al suelo.

–Intento destruir el agujero por el que hemos salido, para que nunca lleguen aquí.–dijo.

La CarteristaWhere stories live. Discover now