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Hace dos años llevaba puesto el vestido que Ángel me regaló, exactamente el mismo que se encontró en el poblado Australiano dónde los narcotraficantes secuestraron a Miranda y más tarde harían con ella váyase a saber el qué...

Claro está que por aquel entonces, ese vestido solo era para mí el regalo más bonito que jamás me había hecho nadie.

Tenía sentimientos confundidos hacia Ángel, me gustaba, lo reconozco, pero ¿realmente comenzaba a sentir algo por él?

Llamaron a la puerta de la habitación de hotel en la que me hospedaba ese día. Me dirigí sonriente a abrir. Era él, lo sabía antes de tan si quiera acercarme a abrir la puerta. 

Ese hotel era de confianza, varias veces me había hospedado ya ahí, todas dando identidades falsas y el de la recepción solo me miraba con una gran sonrisa y aceptaba mis grandes sobornos. Hace dos años la situación con Mustang por el tema de Luna era insostenible, por eso siempre dormía fuera del Centro de Control, no quería encontrarme con él, no quería tener que volver a discutir con el jefe que injustamente me culpaba de alejar de él al "amor de su vida"

Por Dios qué inocente era. Hace dos años, siendo una gran criminal y abriendo sin ningún tipo de precaución la puerta. Supongo que lo hice así porque sabía que al otro lado de la puerta me iba a encontrar a ese joven esbelto de ojos cautivadores.

–Llegas justo en el momento adecuado, ya estoy lista.–dije sonriente.

Ángel tenía su pelo perfectamente peinado, de ese color castaño dorado. Llevaba una camisa blanca con los primeros botones desabrochados. Qué bien le quedaban las camisas.

–Wow.–silbó, luego me dio la mano y dio una vuelta.–Estás hermosa en ese vestido.–dijo juguetón.

–Gracias, la verdad es que el vestido es una preciosidad.–dije, él me cogió del mentón.

Me miró con sus ojos azules verdosos y me dio un suave beso en la mejilla.

–El vestido es solo un vestido, tú lo conviertes en una preciosidad.–me susurró al oído. 


Mi mente volvió al presente y como con si esos recuerdos hubieran levantado dentro de mí un gran dolor, me frotaba con fuerza la piel debajo del grifo de la ducha.

Churretes negros causados por la tierra y sangre caían resbalándose por mi piel hasta el desague. Las quemaduras de mis brazos, aunque estaban bastante curadas, no tenían muy buen aspecto.

Me lavé la cara y luego miré mis manos, con ampollas y las uñas llenas de tierra. Cogí la pastilla de jabón y comencé a arañarla con mis uñas para quitarme la tierra.

Cuando ya creí que estaba bien limpia, salí de la ducha y me enrollé una toalla limpia que Ángel del Río me había facilitado.

Ahora mismo nos encontrábamos en lo que creo que es el apartamento personal de Ángel. Es un piso moderno, decorado minimalista pero con todo tipo de necesidades cubiertas. A Mustang lo lavaron, curaron su herida y ahora está en otra habitación acostado, descansando.

No sé cómo abordar esta situación,  ya que los acontecimientos nos han llevado a esto, tendré que sacarle la máxima información a Ángel para poder atacar a Miranda. Él es nuestro único nexo.

Desde luego he averiguado algo con la forma que ha tenido Miranda de actuar que voy a usar en su contra. Miranda es una persona muy emocional, se deja llevar por sus sentimientos en el instante; cuando algo en su vida emocional es tocado ella inmediatamente ataca, llena de furia, de forma irracional y agresiva; eso puedo usarlo en su contra porque sé que no es capaz de planificar y hacer las cosas después de haberlas pensado detenidamente que es mi forma natural de actuar.

La CarteristaKde žijí příběhy. Začni objevovat