Prologo

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Es un día tranquilo y soleado sobre una escuela secundaria. Ríos y charcos de alumnos inundaban los pasillos de la gran escuela. Rostros felices, rostros cansados, rostros emocionados; era un gran escenario donde la juventud se veía en su máximo esplendor, sin duda alguna estaban en una de sus mejores épocas.

De entre ellos había múltiples caras nuevas. Los novatos de los grupos de primero caminaban con un nerviosismo disfrazado por emoción, ellos saben que mostrar nervios desde el comienzo puede ser fatal, y aquellos que sepan aprovechar su confianza serán capaces de encaminarse en el afamado papel del "líder". Aulas limpias y dispuestas a ser usadas para la enseñanza serán los testigos perfectos a un gran número de historias que están por escribirse en sus paredes, hasta el punto, que el polvo deje la marca de todo aquello que ha visto y hecho en su presencia.

Los de segundo año ya saben su papel, ser aquellos que tengan que tolerar o aprovechar la oportunidad de llegar a ser los reyes de la escuela, era una jungla repleta de múltiples personalidades que seguían en formación; pero son los de tercero los que pueden tomar las riendas de dichas personalidades.

La experiencia juega un papel clave en cuanto a relaciones se trata, y son los de tercero los que poseen tal secreto para sus propios intereses.

Un joven de pelo azabache es uno de esos pocos de tercero que siguen sin saber de ese gran secreto. Las miradas se clavaban en el por su respetable altura para su edad, los murmullos empezaban a crearse a los costados como si se tratase del cantar de los pájaros en los cables de luz en el amanecer de un día cualquiera, nunca mejor dicho en estos casos. Sujetaba su mochila con solo una correa, su caminar y camisa medio desabrochada eran dignos de una persona despreocupada, cosa que no pasaría desapercibida por sus superiores.

El ambiente de la escuela le era meramente entretenido, tantas personas haciendo cosas, y risas a todo volumen ambientando el lugar le hacía tener una leve sonrisa en su rostro. Cada chico al verle se sentía profundamente intimidado por su altura, y con ello simplemente se apartaban de su lado, aunque eso no evitó que chocara una que otra vez con una que otra persona, a lo que él solo reía tontamente mientras pronunciaba una disculpa bastante alegre. Pero su vista fue robada automáticamente tras ver un gran charco de personas alrededor de lo que parecía una tabla con múltiples papeles de distintos tamaños y colores, una paleta de colores bastante animada que captaba la atención de cualquiera. El chico solo miro de reojo y pudo contemplar un fragmento de papel completamente intacto que le hizo sonreír de oreja a oreja.

Finalmente, los ríos de alumnos fueron cesando hasta llegar de ser inexistentes, todos los alumnos encontraron sus respectivas aulas, el ciclo escolar estaba a punto de comenzar.

El azabache fue recibido cálidamente con un gran número de sonrisas provenientes de sus compañeras, quizá estando interesadas en este, pero para sus edades no sorprendería tanto; y por otra parte los chicos le sonreían levemente tras mirarlo con detenimiento, su altura imponía algo de tensión a ellos, se sentían de una manera intimidada hasta cierto punto. Se sentó en una de las bancas de la fila del centro, teniendo un amplio panorama para la pizarra y el escritorio del profesor.

Las risas y murmullos se detuvieron tras notar como una figura alta entraba con un maletín. Los chicos de poco en poco se empezaban a sentar en sus lugares como si se tratase de una reacción en cadena, la figura plantó su maletín en el escritorio del profesor, su altura rivalizaba con la del azabache de nuevo ingreso, sus gafas cubrían sus ojos y tras el reflejo era casi imposible ver qué tipo de ojos tenía. Unos pocos lo saludaron de lejos con un gesto, otros se sentaron en silenció y solo uno simplemente quedó impasible y con su risueña expresión, el azabache miro a su profesor por primera vez.

Con gran velocidad un plumón de tinta negra escribió un nombre a la par de unas palabras firmes de aquella persona.

—Soy el profesor Gonzalo Sanderson— caminó enfrente de la pizarra y miró panoramicamente a todos los estudiantes —Pueden llamarme profesor Gonzo... Pero no abusen de la confianza, ¿entendido? — habló con una gran tranquilidad mientras dirigía una sonrisa a todos en el salón —Empecemos con el primer día y la primera lista, chicos— de su maletín sacó una pequeña pizarra que sujetaba una hoja de papel

El maestro del rey del mundo (En edición)Where stories live. Discover now