Si me vas a mentir...

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Estoy deshaciéndome en pedazos. Estar en la cama y llorar es lo que llevo haciendo desde que llegué a casa de mamá.

Me duele tanto que no sé cómo lidiar con ello. La traición. Siento un vacío en mi pecho que no se como llenar.

— ¡Tengo que hablar con ella! —Escucho su voz y me levanto de la ca de un salto.

Es por la mañana temprano. Hace un día y medio que no sabe nada de nosotras. No he contestado sus innumerables llamadas y mensajes.

Anahí no está en la cama, ya está desayunando, y cuando escucho los pasos apresurados por la escalera, salgo de la cama y me meto debajo no queriendo enfrentarme con él todavía.

Junto mis labios en una fina línea cuando él entra y dejo de respirar. Veo sus pies. Sus zapatos negros de deporte.

— ¿Cassandra?

Su nombre entre mis labios hace que cierre los ojos y trague saliva duramente.

Abro los ojos y lo siguiente que veo son sus ojos. Está de rodillas, mirando debajo de la cama. Luce cansado y su pelo está desordenado.

— Ahora no, Ian —consigo decir.

— ¿Te has ido de casa y me dices que ahora no?

— Lleva a Anahí al parque.

— Nena.

— Ian, lleva a Anahí al parque, no quiero verte.

— Tenemos que hablar.

— Papá —Escucho la voz de Anahí e Ian deja de mirar debajo de la cama. Veo los pies de mi hija acercándose a él y mi ex prometido se levanta con ella en brazos—. Te he echado de menos.

— Y yo a ti, cariño.

— ¿Y mamá?

— Está debajo de la cama.

Vuelvo a ver sus pies y lo siguiente que veo es su rostro.

— Te dije que papá nos quiere, ha venido a por nosotras —ella me tiende su mano y junto mis labios en una fina línea para no dejar escapar un sollozo.

— Ian —escucho la voz de mi madre—. Será mejor que te vayas.

— ¿A dónde?

— Vámonos —le dice a Anahí.

— La quiero devuelta dentro de dos horas —digo con voz temblorosa.

— Es mi hija, estaré con ella el tiempo que quiera.

Cierro los ojos con fuerza y veo sus pies y los de Anahí salir de la habitación. Cuando escucho la puerta principal cerrarse, me arrastro por debajo de la cama para salir.

Mi madre sigue allí y me mira con tristeza.

— Lo siento, no he podido pararlo.

Niego con la cabeza y me encojo de hombros. — Algún día tendré que enfrentarme a él.

Y me llevé una semana esquivándolo, recuperándome. Seguía rota y dolida todo el tiempo, aunque intentaba tener un poco de humor mientras estaba con Anahí.

Sonreía por ella. Hacíamos fiestas de pijamas por la noche y me inventaba cuentos antes de que ella se durmiera. Siempre tenía que contarle un cuento desde que llegamos a casa de mamá.

Aprovecho a ir a terminar de recoger las cosas cuando Ian está en el trabajo. Entro en la que solía ser mi casa y la siento extraña. ¿Se habrá traído a esa mujer aquí? ¿Habrá estado en mi cama?

Muevo mi cabeza de lado a lado intentando despejar esos pensamientos y cierro la puerta. Voy a la habitación de Anahí y abro la maleta que he traído para llenarla de la ropa que falta.

No voy con prisa esta vez y me permito pensar qué juguetes coger para que su estancia allí sea amena.

Después, voy a mi habitación y suspiro con pesadez. La cama está deshecha y la habitación es un desastre. Ignoro su ropa tirada por el suelo y pongo la maleta encima de la cama. Abro el armario y empiezo a coger ropa y echarla en la maleta. Todo lo que tengo, dejando los cajones vacíos del todo, no como antes. Me llevo los zapatos que dejé, la ropa interior, los perfumes.

Quiero que no quede ni rastro de mi por allí. Ningún pendiente, ninguna crema, ningún pintauñas.

Miro todo lo que he comprado con Ian con esfuerzo. Veo como todo esto no tiene sentido. ¿Es que no me quería? ¿Qué había pasado? ¿Por qué me había cambiado por otra? Si no era suficiente para él, ¿Por qué no dejarme?

Cojo la maleta y miro una última vez la habitación antes de caminar por el pasillo con ella en peso. Me quedo congelada cuando llego al salón y escucho la puerta cerrarse.

Ian aparece quitándose la corbata y sus ojos azules chocan con los míos. Está sorprendido, y yo también.

Su vista viaja a las dos maletas que cargo y deja caer su maletín al suelo.

— No puedes dejarme —dice.

No se ha afeitado en un tiempo y tampoco ha dormido mucho.

— Tú lo has decidido así.

— Yo... No fue lo que...

— ¿Parece? Sé lo que vi. Tu hija también lo vio.

Su mandíbula se aprieta y se acerca a mí. — ¿La llevaste mientras me seguías? ¿Me seguiste, Cassandra?

— Sí y sí. Déjame pasar —intento rodearlo pero él me coge del brazo, por lo que tengo que soltar las maletas en el suelo.

— ¡Ella no tenía por qué verlo!

— ¡¿Qué hacías con esa mujer?! —Me zafo de su agarre— ¡¿Por qué no estabas con nosotras en casa?!

— Fue un desliz, Cassandra.

— ¿Un desliz? Un desliz se tiene una vez, Ian, no parecía un desliz esa noche.

— Sé que he hecho las cosas mal pero te quiero.

Levanto mi mano y la dejo plantada en su mejilla haciendo que gire su rostro. Me duele como su estuvieran clavándome mil cuchillos en el pecho.

— Tú no me quieres —le digo con voz temblorosa.

— Claro que te quiero. Te amo, Cassandra. Tú y Anahí sois mi mundo.

Las lágrimas caen por mis mejillas de la rabia y el dolor y vuelvo a pegarle. ¿Cómo podía estar diciendo eso después de engañarme?

— No. Me has engañado —digo con voz temblorosa—. Me has traicionado —mi voz se rompe y él sujeta mis muñecas seguramente para que no vuelva a pegarle.

— Las cosas entre nosotros no estaban bien. Siempre cansada, siempre discutiendo, siempre limpiando en vez de pasar el día libre con nosotros.

— Eso no es una excusa.

— No, no lo es, pero necesito que me perdones. Ella estaba ahí en un mal momento para mí y... Me dejé llevar.

— Ian.

— No puedes dejarme —sus ojos se llenan de lágrimas—. No puedo vivir sin ti y Anahí. Sois lo único que quiero. Lo siento.

El perdón sale de su boca y cierro los ojos. Se pone de rodillas. Tengo a la persona a la que entregué mi corazón de rodillas frente a mí y está abrazando mi cintura mientras me ruega que lo perdone y que no lo abandone.

Está arrepentido.

Puedo escucharlo en su voz, puedo verlo en sus preciosos ojos azules. Y me duele tanto...

Pongo mis manos en su pelo y sus brazos aprietan el agarre que tiene en mi cintura.

Cierro los ojos y también me pongo de rodillas frente a él porque no puedo.
Las lágrimas caen por mis mejillas y él pone sus manos en mi rostro para juntar nuestras frentes.

El "te quiero" sale de sus labios en susurros y también el "lo siento" mientras el anillo de compromiso me quema el dedo.

One-shots. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora