Si me vas a mentir...

2K 158 14
                                    

Hace cuatro años...

Sonrío con debilidad mientras Ian sostiene a Anahí. Su sonrisa es tan inmensa y verdadera que tengo ganas de llorar. Es nuestra, nuestra hija y sé que no le va a faltar de nada, que ambos vivimos ahora por y para ella.

— Es el bebé más bonito que he visto en mi vida —dice Ian.

— Es preciosa —digo un poco soñolienta.

— Como tú —de acerca a mí—. Incluso ahora estás preciosa —besa castamente mis labios.

— Eres un mentiroso — río un poco.

— Nunca miento, tú y Anahí sois lo mejor que me ha pasado en la vida —deja a Anahí en la cuna y la arropa.

— Te quiero.

— Yo también te quiero —coge mi mano y besa mis nudillos—. Duerme. Yo me quedaré pendiente de ella.

— Vale, confío en ti.

— Faltaría más —sonríe él.

Ian me ha dado todo el amor que he necesitado. Me ha dado una hija preciosa que ahora duerme en casa de su abuela y me ha dado los mejores años de mi vida.

Sin embargo, ahora estoy bebiendo una copa de vino y observo como mi pintalabios rojo se queda marcado en el cristal.

Es nuestro aniversario. Llevo puesto un vestido negro que me he compré para la ocasión y ni siquiera me ha visto, nadie me ha visto.

Hace dos horas que lo espero y lo único que he hecho durante esta última media hora es beber y quitarme mis zapatos de tacón.

Estoy en la cocina, apoyada en la barra mientras miro todo el salón frente a mí.

Llevo un conjunto de lencería nuevo y me siento absurda porque ni siquiera contesta a las llamadas.

Es tarde. Ya debería de haber salido de trabajar. Debería de haberse acordado. Nunca se ha olvidado de nuestra fecha.

Cojo la botella de vino y me siento en el sofá. He estado teniendo pesadillas sobre otra chica en su vida. Esa tal Ariana ocupa mi mente pero no quiero creer que sea verdad.

Él no podría hacernos algo así.

Miro de nuevo la hora y paso las manos por mi rostro dándome igual el maquillaje porque estoy decepcionada y desesperada.

Su buzón de voz salta otra vez cuando lo llamo y dejo el teléfono de nuevo en la mesa.

Él siempre ha tenido algo especial preparado. Incluso me pidió matrimonio este mismo día hace un año.

Un año...

La puerta se abre y miro hacia el pasillo hasta que lo veo aparecer. Su pelo está revuelto, como si hubiera pasado su mano por el innumerables veces, pero su traje de chaqueta luce impecable.

— ¿Dónde vas? —Pregunta.

— Habíamos quedado para cenar —le recuerdo.

— ¿En serio? Yo...

— No te has acordado, eso veo —me levanto del sofá y camino por el pasillo dispuesta a ir a la habitación.

— ¿Te vas a enfadar porque no me he acordado? —Pregunta siguiéndome— No puedo estar en todo.

— ¡¿En qué estás, Ian?! —Me giro— Te vas a trabajar y te despreocupas de todo.

— ¡He olvidado una jodida cena!

— ¡Es nuestro aniversario! —Alzo mis manos— ¡Te has olvidado! Y ni siquiera sé por qué sigo vestida así.

Me quito los pendientes y los tiro en la cómoda. Suelto mi pelo de la coleta que llevo hecha y dejo que caiga ondulado hasta la mitad de mi espalda.

— Joder —lo escucho murmurar—. Lo siento, nena, yo...

— No, no lo sientes —me giro para encararlo—. ¿Dónde has estado?

— Tomando unas cervezas con Diego después del trabajo.

— Mientes.

— Yo no miento.

— ¡¿Dónde has estado?!

— ¡Con Diego!

— ¡Mientes!

Él se acerca peligrosamente a mi y me acorrala en la pared.

— Yo no miento —pone su mano entre mi cuello y mi mandíbula—. No miento.

— Te has olvidado.

— Te he dicho que...

— Lo sientes, y que has estado tomando cervezas con Diego.

— Sí —su vista se pasea por todo mi cuerpo y miro su rostro, que está a centímetros del mío.

— Siempre dices lo mismo.

— Porque es la verdad.

— Mientes de nuevo.

— No estoy mintiendo —gruñe y pega su cuerpo más al mío. Su mano se pone entre mi mandíbula y mi mejilla. Me está clavando alguno de sus dedos porque está apretándome.

Aspiro su aroma esperando oler a cerveza, pero no es lo que huelo.

— ¿Por qué hueles a otra mujer?

— No huelo a ninguna mujer, solo huelo a ti —me mira.

— Ian —mi voz se quiebra por un momento.

— Solo huelo a ti, solo quiero oler a ti —pone sus manos en mis mejillas— Mírame a los ojos, no huelo a nadie, solo a ti —busca una respuesta en mis ojos, desesperado.

— Llegas tarde a casa siempre.

Su mano se mete debajo de mi vestido y aprieta mi nalga.

— Porque hago horas extras para daros lo mejor —gruñe y levanta mi pierna para que la ponga alrededor de su cintura.

— No quiero que hagas horas extras.

— Anahí quiere ir DisneyWorld, claro que hago horas extras —me coge en peso y rodeo su cuello con mis brazos.

— ¿Y ese perfume?

— ¿Qué perfume, Cassandra? No huelo a ninguna mujer —pasa su nariz por la longitud de mi cuello.

Me separa de la pared y no tardamos en estar en la cama. Su cuerpo presiona el mío y su rostro se acerca al mío, dispuesto a besarme. Giro mi rostro y sus labios dan en mi mejilla.

Gruñe y sus dedos se ponen en mis mejillas para que lo mire. Choca sus labios con los míos con rudeza y me pierdo.

Me perdí en sus suaves labios, en su toque en mi piel, en sus gemidos, en lo bien que suena su nombre entre mis labios.

También me perdí en sus embestidas, en sus dientes sobre mi piel y en su mano tirando de mi pelo.

One-shots. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora