Si me vas a mentir...

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Ver mi rostro cansado frente al espejo del ascensor es bastante común en mi día a día. El maquillaje había desaparecido y mi eyerline también. Mi vestido está más que arrugado y mis ojos desean poder cerrarse durante horas para poder descansar. Ser administrativa de una empresa de exportación de hortalizas no es el mejor trabajo del mundo. 

Me llevo horas pegada al ordenador y al teléfono y he tenido que hacer un curso intensivo de español para poder comunicarme con las demás empresas de Latinoamérica. Sostengo a Anahí en mis brazos y salgo del ascensor. Tengo veintinueve años y mi anillo de prometida reluce en mi dedo cuando abro la puerta del apartamento. 

Suspiro pesadamente cuando veo todas las luces apagadas y las enciendo. Ian aún no ha llegado de Colorado cuando debería de haberlo hecho ya. Me dirijo a la habitación de Anahí y tiro al suelo todos los peluches que tiene en su cama. Echo las mantas hacia atrás y la dejo con cuidado en el mullido colchón para después arroparla. Ni siquiera ha abierto los ojos. Acaricio su pelo y dejo un pequeño beso en su frente antes de salir de la habitación y encajar la puerta.

Quedarme embarazada no había entrado en nuestros planes hasta que me hice el test de embarazo porque no me llegó la regla un mes de abril de hace cuatro años.

Dejo el bolso en la cocina y me abro una cerveza mientras sujeto el móvil en mi hombro. El contestador me suena y al salir de la cocina veo que la puerta se abre. Mi prometido sostiene el teléfono en su mano y una sonrisa se forma en sus labios cuando me ve. Abro mis brazos y él deja su maleta en el suelo. Cierra la puerta con el pie y sus brazos rodean mi cintura para alzarme. Mis brazos rodean su cuello —teniendo cuidado con la cerveza— y lo beso.

— Te has cortado el pelo —paso mi mano por su pelo rubio rapado.

— Necesitaba un cambio de look —captura de nuevo mis labios en un pequeño beso—. ¿Te ibas a beber una cerveza sin mí? —Empieza a caminar por el pasillo.

— Me dijiste que llegabas por el mediodía.

— He ido a visitar a mi padre.

— ¿Cómo está?

— Estable —hace una mueca y me deja en el suelo de la habitación— ¿Anahí está dormida?

Me quita la cerveza y le da un trago, por lo que aprovecho para desabotonar mi camisa.

— Sí. Mi madre ha dicho que ha estado más hiperactiva de lo normal hoy —miro hacia el pasillo para verlo abrir la puerta de la habitación de nuestra hija con cuidado.

— ¿Se ha portado muy mal? —Pregunta en voz baja.

— Solo ha regado las macetas con agua con cloro de la piscina.

Ian sonríe y me apoyo el marco de la puerta para verlo acercarse a ella. Se agacha y deja un beso en su coronilla. No teníamos ni idea de ser padres. Nos asustamos, yo lloré más de un día porque no estaba preparado para esto, pero ahora veo que no lo estamos haciendo tan mal. La queremos e intentamos darle la mejor educación que podemos. Ian sale de la habitación y le quito la cerveza para ir al baño..

— ¿Qué tal el viaje? —Pregunto abriendo el grifo de la bañera.

— Agotador, siempre lo mismo ¿Habéis estado bien estos días?

— Sí, sabes que quedarme sola nunca ha sido mi peor miedo —quito su camisa pasando mis manos por sus fornidos hombros.

— Le temes más a las arañas, lo sé.

Me giro y me acerco a él. Pongo mis manos en sus hombros y me alzo sobre la punta de mis pies descalzos para llegar a sus labios. Sus manos se ponen en mi cintura y nuestros labios se mueven con total sincronía.

One-shots. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora