ADA

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Ada se había despertado en medio de la noche y quiso acostarse conmigo, por lo que Eric tuvo que traerla a mí habitación muy a su pesar.

Ahora, estoy tomando el sol en una maravillosa playa paradisíaca mientras Eric y Ada juegan en la arena.

Sí, Eric tiene razón. Necesito tomarme unas vacaciones y dejar que él se encargue de Ada y haga de padre, por lo que dejé que preparara todo lo necesario de Ada para ir a la playa.

Sorprendentemente y, con ayuda de Ada, no se le olvidó nada.

Ella es demasiado inteligente y viva para su edad. Habla con soltura, por los codos y no se le escapa una.

— ¡Mira mamá! —Abro los ojos y me incorporo en la toalla— Soy una sirena.

Sonrío y me levanto con el teléfono en la mano para tomar una foto del momento, en la que Eric también sale.

Eric sigue yendo al gimnasio cada día y superándose porque su entrenador de lucha libre le dijo con catorce años que él no iba a llegar al físico que tenían sus compañeros.

El Eric de catorce años era delgado como un palo, ahora tiene un físico de modelo de revista de gimnasio.

— ¿Tú también quieres ser una sirena? —Me pregunta Ada.

Tiene sus piernas enterradas en la arena y Eric le ha hecho una maravillosa cola de sirena.

— Prefiero ser humana.

— Podría pintarme el pelo de rosa —me mira y después mira a su padre.

— Eso sí que no, pequeña —le da un toquecito en la nariz— Venga, vamos a quitarte la arena y a comer algo.

Ella se muestra satisfecha cuando escucha que va a comer y observo cómo Eric lleva en brazos a Ada mientras entran en el agua.

Vuelvo a la toalla y le saco la comida a Ada y le tengo la toalla preparada para cuando viene.

Una vez que llegan y Ada come, se va a jugar a la orilla mientras ambos estamos sentados cada uno en una toalla, mirándola.

— Vas a quemarte —me dice.

— Me he echado protección.

— Te estás quemando la espalda.

— Ahí no me he echado. Si fuera elastigirl no tendría problema para hacerlo, pero no lo soy.

Él se levanta y miro como coge el protector solar y se acerca a mí. Trago saliva duramente cuando se pone tras de mí y me estremezco cuando sus dedos se ponen en mi espalda.

Empieza a expandir la crema y cierro los ojos, volviendo al pasado donde estoy tumbada en su cama, boca abajo mientras él pasa las yemas de sus dedos por mi espalda, enviando escalofríos por todo su cuerpo.

“Eres perfecta” me había dicho.

Pura palabrería barata que me hace volver al presente pero que en ese momento hizo que mi corazón bombeara con fuerza en mi pecho.

Masajea mis hombros y jadeo cuando presiona en la contractura que tengo en la espalda desde no recuerdo cuando.

— Ay —me quiero separar de él pero no me deja.

— ¿Sabes que tienes aquí una contractura? —Vuelve a masajear esa parte y me quejo.

— No me digas —me zafo de su agarre y me giro para mirarlo— Me duele.

— Deberías ir a un fisioterapeuta.

— Demasiado caro.

— Pensé que ibas bien de dinero.

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