Capítulo 58

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John detuvo su caballo junto al camino, el animal resoplaba nervioso y se movía constantemente, aguardaba por los muchachos y los oficiales que aún no se hacían presentes. Sabía que aún restaba camino para llegar y debían estar presentes para que todo saliera según lo planeado.

Temía por Aiden y sus arranques de valentía, de las provocaciones de Hawthorne y en lo que aquello pudiera terminar. William había dejado claro que era astuto, sagaz y ladino, capaz de idear movimientos perfectos para lograr su cometido, pero sobretodo, había demostrado a la perfección que conocía a Aiden y que sabía utilizar sus defectos en pos de sus propósitos.

Aguardó impaciente mientras un disparo resonó a lo lejos, su caballo se paró en dos patas, asustado; miró hacia el cielo la bandada de pájaros que se alejaba en vuelo, y con su frente sudada del todo, los nervios a flor de piel y el peor de los presentimientos, siguió camino. Aguardar allí a los demás ya no era una posibilidad sabiendo que él corría peligro.

El eco de los pájaros aún resonaba cuando Aiden miró su cuerpo y la aureola de sangre que marcaba su camisa, que crecía a cada segundo a la altura de su hombro

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El eco de los pájaros aún resonaba cuando Aiden miró su cuerpo y la aureola de sangre que marcaba su camisa, que crecía a cada segundo a la altura de su hombro. Un dolor agudo y punzante lo atravesó mientras sus piernas se aflojaban y veía a William caminar entre los árboles hacia él, ante la mirada atónita de Adam que abría sus ojos incrédulo. Otro disparo resonó, sintió un golpe en su pierna, que comenzaba a sangrar a borbotones, su rodilla se dobló cayendo en tierra ya sin fuerzas, y a pesar del dolor que lo invadía todo, metió la mano en su cintura y tomó su arma, pero aquel tercer disparo dio en ella, que cayó a lo lejos y él gruñó en un grito ensordecedor mientras miraba su mano que había perdido la mitad de tres dedos.

—¿Para qué haces eso? Válgame... qué asco... —dijo William mirando la sangre esparcirse y sus dedos faltan tes de Aiden. —Dios mío Adam... has colmado mi paciencia... es que estabas hablando de más, y para variar no disparabas... —Dijo mientras movía su arma y levantaba sus hombros. —¿No viniste a matarlo? —Adam lo miraba fuera de sí, aprensivo de su frialdad. Su mente bullía y su pecho se elevaba desbocado por todo lo sucedido. —Eres un débil, siempre lo has sido, yo no sé por qué me confié en ti... —William miró a Aiden que apretaba su mano a la altura de la muñeca, aun gimiendo de dolor y derramando aquella sangre que la tierra alrededor absorbía sedienta. — ¿Tu eres el hermano de la mujerzuela? Vaya que me has sorprendido, no me lo esperaba. Era bonita la condenada... realmente lo era... ese día vi sus ojos claros, su cuerpo delgado y sus curvas pronunciadas... es que no pude aguantarme.

—¡Cállate miserable! No hablas de ella... no más. —gritó Marshall.

—Vamos Adam... basta ya... Eres un cobarde, siempre lo has sido... —Caminó hacia atrás de Aiden, apoyó la punta de su arma sobre la espalda haciendo que se incorporara, quien con mucho dolor y debilidad, lo hizo. —Aiden levanta tu mano por favor. —De malas obedeció con un dolor intolerable desgarrando su brazo y su pierna. William tomó su mano y acomodó su pistola a la altura indicada, apunto a Adam y apretó el gatillo haciendo sobresaltar a Aiden, mientras la bala atravesaba el pecho de Marshall.

Corazón en  PenumbrasWhere stories live. Discover now