Capítulo 12

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—¿Qué se le ofrece señora?

—Quiero que le envíes este mensaje a Callum.

Se sentó en el escritorio mientras tomaba pluma y papel.

—Mi señora, ¿Sabe el señor que usted está aquí?

—No debo pedirle permiso, es parte del trato. Si no que me provea de papel y pluma como debe ser para que pueda enviar mis mensajes.

Freya asintió silenciosa mientras ella comenzaba a deslizar la pluma.

Señor Callum:

Esta tarde iré por su oficina para tratar un tema urgente y que no puedo dejar pasar de ninguna manera. Le ruego me espere alrededor de las tres de la tarde.

Elena Bennett.

Dobló el papel cuidadosamente mientras colocaba un poco de cera para cerrarlo y se lo entregaba a la doncella.

—Se lo entregas en la mano... No se lo dejas con nadie y aguardas la respuesta.

—Sí claro... pero señora... por favor, no se meta en problemas.

—Nada va a sucederme, ve tranquila.

Aiden abrió la puerta con Martin y se detuvo aún con la manija en su mano al verla sentada en su sillón y con sus papeles.

—Señora esposa lisiada... ¿quiere explicarme qué demonios hace aquí y con mis cosas? —dijo con ironía y bastante ofuscado.

Ella carraspeó y se apoyó en el bastón para ponerse de pie.

—Necesitaba enviar un mensaje. —Hizo señas a Freya que se escabulló entre los hombres y salió de allí.

—¿A quién?

—No le incumbe. —dijo desafiante y Aiden inspiró profundo mientras miraba a Martin quien exhalaba el humo del cigarro.

—Este lugar es mío. Si quiere un estudio para usted me dice y con gusto le acomodamos un escritorio en algún sitio.

—Muy bien. Gracias.

Avanzó entre los dos y salió nerviosa de allí.

—Vaya Aiden... te has metido en un gran lío con esta... —Miró hacia el pasillo por donde se había ido, mientras aún tenía la puerta abierta y llevó sus manos a la cintura fastidiado.

—Es una entrometida... No es tan sumisa como pensé que sería.

—Te lo dije...

—Mejor vamos a recorrer el campo... necesito despejarme un poco y fumar algo.

Martin asintió, dejaron los papeles que habían arreglado con Brown y Morton mientras tomaban la salida principal hacia las caballerizas. Ensillaron dos purasangres y salieron a todo galope por el camino entre los árboles, que se perdía dentro del bosque.

Aiden sostenía las riendas tensas mientras sentía el viento rozar su rostro y el cuerpo que sudaba por el galope desenfrenado del animal. Martin lo seguía por detrás y a toda velocidad llegaron al final del camino, giraron las riendas y se perdieron entre los árboles para llegar al río, donde se hacía ancho y de poca profundidad, los árboles daban sombra y la hierba se extendía como una alfombra dejando un lugar precioso donde descansar. Estaba sudado y repleto de tierra cuando al fin se detuvieron.

Desmontó y tragó saliva, aún agitado. Se recostó en el suelo y miró el cielo entre los árboles.

—¿Estas arrepentido?

Corazón en  PenumbrasOnde as histórias ganham vida. Descobre agora