Capítulo 23

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Aiden había bebido suficientes copas como para soltar las riendas de su razón y su corazón que en las últimas semanas parecían no entenderse.

—Vamos... —le susurró Megan al oído y él dejó la copa sobre la mesa y la miró un instante. Tenía unos ojos verdes como los suyos, y su cabello era ondulado y castaño, sus labios gruesos parecían suaves y por un instante mientras ella le susurraba, vio a Elena a su lado y sonrió.

Caminaron escaleras arriba hacia una de las habitaciones. Eran bonitas, elegantes y cómodas, repletas de candelabros encendidos y cortinados rojos de brocado. Ella cerró la puerta mientras él se quitaba el moño y la levita. Se acercó por detrás y lo abrazó mientras Aiden bebía otro trago.

Giró a su alrededor y besó sus labios, él frunció el ceño, pues no eran dulces como los había imaginado, ni sus manos tan delicadas como las de ella. Las apretó un instante mientras cerraba sus ojos y las palabras de Martin resonaban como platillos en su mente "No serán más que dos desconocidos y ella odiándote", "Busca una muchacha y aclara tus ideas que de tanta abstinencia se te está mezclando tu mente con sentimientos que no deben existir".

—Ven acá, acuéstate. —susurraba ella a su oído y su voz le resultaba seductora, pero amarga, no era dulce y melodiosa como aquella, ni le traía paz y sosiego como sentía al oírla. Volvió a cerrar sus ojos mientras ella lo llevaba de las manos hacia la cama y le ayudaba a recostarse. Quería quitarla de su mente, arrancarla de ese lugar confuso que había ocupado, que no hacía más que entorpecer sus planes y complicarlos, pero todo intento era en vano, pues había ido allí para olvidar y no hacía más que pensarla, había buscado otra mujer para calamar sus ánimos, y no hacia más que compararla. Aquello no estaba funcionando y en lugar de desear a la muchacha, deseaba que dejara de tocarlo.

Tomó sus manos entre las suyas y la detuvo.

—Mejor vete.

—¿No le agrado señor? ¿Hice algo que le molestara?

—No. Solo quiero estar solo. Diles que me suban una botella.

—¿Esta seguro Señor? —se detuvo un instante más, como si de verdad lo pensara.

—Sí, estoy seguro. —dijo con firmeza, mientras veía a la muchacha acomodar sus ropas, su cabello y salir por la puerta.

«Dios mio, ¿Qué me está pasando?» Se dijo a sí mismo mientras se acercaba a la ventana y bebía un sorbo de licor.

Se sentía distinto, ausente y confundido. Se quedó en aquella habitación unas horas, bebió unas copas más y se fumo al menos tres cigarros. Pagó lo que debía y volvió a la mansión más preocupado aun y afectado por todo lo que sentía y pensaba. Darse cuenta que no podía estar con otra mujer por pensar en ella, lo preocupaba, ofuscaba, y estaba tan bebido, que hasta deseaba despertarla para decírselo.

Subió las escaleras de la mansión y caminó por el pasillo deteniéndose junto a su puerta. Apoyo la frente en ella y su mano derecha abierta por completo sobre la madera.

Inspiró profundo, como si pudiera percibir su perfume desde allí, y luego de un par de minutos en las penumbras de una noche atiborrada de sentimientos extraños, se encerró en su habitación, buscó su camisón y se abrazo a él mientras inspiraba profundo y dormía su borrachera.

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Corazón en  PenumbrasWhere stories live. Discover now