Capítulo 36

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Miró el viejo reloj que reposaba sobre la chimenea, sus agujas se movían produciendo un acompasado y rítmico tic tac mientras recorría con su dedo la moldura de la mesa.

—Buenos días William. —Callum cruzaba la vieja puerta con los anteojos en la punta de su nariz, el cabello cano por completo alborotado y sus mejillas rojizas del alcohol. Funció el ceño y cruzó sus brazos sobre el pecho.

—Buenos días... aunque para ti, imagino que no tan buenos. ¿Para qué me hiciste venir?

—Pues, ayer hablaste de tu situación y preguntaste con bastante insistencia sobre la marquesa y su herencia, y sé que acordamos un buen precio por la información que te di, pero tengo algo más que podríamos negociar y supongo que ha de interesarte y mucho.

—No lo sé... dime de qué se trata y veré si es así.

—Bueno... es algo, digamos que familiar...

—No entiendo... habla claro que no puedo perder toda la mañana aquí.

—Es sobre su reciente matrimonio... se que siempre has querido a la mayor de las Bennett, pues yo ahora necesito dinero y si todavía te interesa, podría servirte y bastante—los ojos de Hawthorne se fijaron en su barba descuidada y en sus manos impacientes, llevó las suyas detrás de su espalda mientras caminaba hacia la ventana.

—¿Cuánto va a salirme la información?

—Sólo necesito volarme de aquí... es que esto en realidad no me pertenece y Hammill está sobre mi cabeza. Con que me des el dinero necesario para instalarme en cualquier sitio y que él no me encuentre, con gusto te cuento lo que sé.

Hawthorne sopesó cada una de sus palabras, no contaba con tanto dinero, y solo se mantenía con las propiedades que arrendaba, y aunque pocos conocían de su situación, estaba seguro que lo que pudiera decirle sobre Elena podría allanarle el camino, no solo para separarla de Aiden, sino también de alcanzar su corazón.

—Espero que lo que me digas sea realmente valioso... —Callum rio.

—Por supuesto William...

—Habla entonces.

Callum leyó el acuerdo consensuado y firmado por ellos e incluso le aclaró los pormenores del asunto de la intimidad matrimonial. Cuando terminó, William sonreía plenamente. Todo aquello valía mucho más de lo que el abogado había negociado, era la confirmación de que Elena no amaba en realidad a Aiden y que sus posibilidades eran mayores de las que pensaba, sólo restaba acercarse más a ella, ganarse su confianza y terminar de averiguar las razones de Aiden para semejante acuerdo. Si lograba averiguarlo, no solo se quedaría con la mujer que amaba, sino también con todo el dinero que eso pudiera darle.

Todos estaban sentados a la mesa, la carne estaba deliciosa y Elena miraba con una leve sonrisa en los labios a Harry mientras bromeaba con Aiden sobre anécdotas en la mina

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Todos estaban sentados a la mesa, la carne estaba deliciosa y Elena miraba con una leve sonrisa en los labios a Harry mientras bromeaba con Aiden sobre anécdotas en la mina. No acostumbraba a compartir la mesa con empleados o personas de menor nivel social, pero en esa casa ya había tomado la costumbre de que en la mesa se sentaban Lauren, Martha, Harry, Martin y cuantos más, siempre que su esposo estaba presente. Al principio todas esas costumbres la importunaban, pero poco a poco le fue tomando afecto a esas personas y hasta se sentía acompañada cuando él no estaba.

Corazón en  PenumbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora