● | dieciséis

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El estómago se me encogió al descubrir que se trataba de Amos y una sonriente Brice, ambos con los brazos ocupados por bolsas. Abrí y cerré la boca varias veces, incapaz de pronunciar palabra alguna y devolverles el saludo; el pánico que comenzaba a burbujear en mi interior como lava aumentó al ver a ambos hermanos cruzar la distancia que nos separaba hasta detenerse frente a mí mientras yo continuaba sintiéndome como una estúpida por no ser capaz de mediar ni una sola sílaba.

Miré a Brice, recordando mis excusas para no aceptar la sincera oferta que recibí para que empezáramos a pasar tiempo juntas debido a su reciente llegada al vecindario junto al resto de su familia, y vi que la sonrisa parecía ser sincera, como si lo sucedido entre las dos no tuviera la mínima importancia. Como si no hubiera tomado en cuenta mis pretextos. ¿Habría compartido con Amos aquella terrible experiencia? La vergüenza volvió a reptar por mi interior, estrangulándome lentamente.

Brice ladeó la cabeza, como si estuviera intuyendo la línea que estaban siguiendo mis pensamientos ante aquel encuentro casual.

—A-Amos —conseguí farfullar tras un par intentos infructuosos—. Y B-Brice...

La sonrisa de la chica se tornó casi comprensiva al escuchar mis torpes balbuceos.

—¿Te pillamos en mal momento? —preguntó con amabilidad—. Amos creyó reconocerte y pensé que podríamos acercarnos para saludarte.

Alterné la mirada entre ambos hermanos, deseando desaparecer o... salir huyendo. Amos continuaba sonriéndome con educación, dejando que fuera su hermana menor la que llevara el peso de toda la conversación; procuré no dejar que mis ojos se entretuvieran más tiempo del necesario en él.

En aquella ocasión había escogido una camiseta negra con un «Winter is not coming... here» estampado con grandes letras en el centro.

No pude evitar reconocer que, al menos, tenía un retorcido sentido del humor.

—Oh, yo... —dirigí mi mirada hacia las puertas de la oficina de correos—. Acabo de terminar unos asuntos que tenía pendientes.

Los ojos de Brice también se dirigieron en la misma dirección que los míos, contemplando aquel edificio con una expresión que delataba su curiosidad. Sin embargo, no hizo ni una sola pregunta al respecto.

—¿Te dirigías a casa, entonces? —inquirió y las bolsas que llevaba entre los brazos crujieron cuando las recolocó.

Cambié el peso de mi cuerpo de un pie a otro.

—Sí.

La mirada de Brice se iluminó mientras giraba el cuello para poder contemplar a su hermano con una expresión que me recordaba a Wendy cuando quería salirse con la suya.

—¡Vamos en la misma dirección, podríamos llevarla con nosotros!

Los ojos verdes ligeramente perfilados de Amos se clavaron en mi rostro con un brillo que no fue capaz de disimular las dudas que guardaba sobre la idea que acababa de proponerle Brice. Casi creí que estuviera evaluándome antes de dar una respuesta a su hermana.

—¿Devin...? —su pregunta sonó demasiado tentativa.

Brice también desvió su atención hacia mí, a la espera de que fuera yo quien tuviera la última palabra.

—No me gustaría ser ninguna...

Brice entrecerró los ojos, intuyendo mi posible respuesta.

—No te atrevas a pronunciar la palabra molestia —sus labios se fruncieron cuando subrayó la palabra, como si le supiera amarga—: vamos en la misma maldita dirección. Vivimos la una al lado de la otra.

Peek a BooWhere stories live. Discover now