● | diez

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Mi hermana no logró su propósito de alterarme. Sabía que, de las tres, era Wendy la que más cómoda se encontraba con su magia y la que más solía utilizarla en su propio beneficio, demostrando lo orgullosa que estaba de ser una Trevellant... y una bruja; sin embargo, Jocelyn y yo teníamos una visión distinta. Era posible que mi hermana mayor hubiera pasado a renegar de su magia, pero yo intentaba mantener un equilibrio: no había abandonado mi magia, pero me limitaba al hacer uso de ella.

Pese a ello, Wendy se negaba a intentar comprender nuestras respectivas posturas y disfrutaba haciéndonoslo pasar mal. Ella tenía la firme convicción de que estábamos negando nuestro legado, nuestra sangre. La herencia que las Trevellant nos habían dejado para que nosotras continuáramos con el linaje.

La agresividad que mostraba mi hermana respecto a ese tema me había hecho aprender a la fuerza que debía ir con sumo cuidado para no despertar aquella parte de Wendy que permanecía mejor dormida.

Mi hermana no había dejado que siguiéramos con la conversación, pues había dado media vuelta y había salido de mi habitación, seguramente con el objetivo de encontrar algo más interesante que repetirme —por milésima vez— que no estábamos honrando a nuestras antepasadas; que éramos una vergüenza para la familia por permitirnos vivir como si fuéramos simples humanos. Yo había optado por no seguirla, y me había sentido algo agradecida por aquel golpe de suerte.

Pero el agradecimiento y el alivio de la marcha de Wendy no me duraron mucho, no después de que las palabras de mi hermana volvieran a repetirse dentro de mi cabeza. En especial las que mencionaban a la abuela y su decreciente estado de ánimo; pocas eran las ocasiones en las que nain se reunía con nosotras, como antaño. Desde hacía mucho tiempo que las clases en la cocina habían quedado olvidadas, pues ahora era yo quien me intentaba enseñar a mí misma mediante el grimorio familiar que la abuela nos había mostrado en tantas ocasiones siendo niña.

Y eso se había traducido en muchos desastres y algunos éxitos que había decidido utilizar en la tienda online que mantenía.

«A veces creo que no debió sacrificarse por nosotras...Quizá tendría que haber cruzado.»

Las palabras de Wendy se repitieron en mis oídos mientras mordía mi labio inferior y dejaba que mis pies se movieran libremente por la habitación. El estado de la abuela había empeorado cuando pasó el tiempo sin que Babenne regresara... o intentara ponerse en contacto con nosotras; nuestra madre siempre había sido un alma libre que no había soportado las ataduras. Poco después de que naciéramos, nos había dejado a cargo de nain y había regresado a su itinerante rutina; nunca se había comportado como le correspondía, de no haber sido por las pacientes explicaciones de nain... hubiéramos creído que esa mujer que aparecía y desaparecía de la mansión a gusto era una más de nosotras. Otra hermana.

Una desconocida que disfrutaba fingiendo ser joven y sin responsabilidades porque otra persona había ocupado su lugar, encargándose de sus problemas. Porque eso éramos nosotras: problemas.

Babenne no había tenido el debido cuidado y se había quedado embarazada. Por algún motivo que se me escapaba, o quizá por su absurdo deseo de perpetuar el linaje, había decidido seguir adelante con los tres embarazos; sin embargo, nunca había pasado mucho tiempo con nosotras. Aún recordaba, con un pellizco de dolor en el pecho, la esperanza infantil de ver volver a Babenne y esperar a que nos diera algo más que un par de palmaditas en la cabeza como si fuésemos unos cachorros de perro que estaban encantados de ver a su dueño regresar después de mucho tiempo; con el paso de los años, conforme íbamos madurando, mis hermanas y yo aprendimos que no le importábamos a Babenne lo suficiente. Que ella nunca nos había querido, no del mismo modo que lo hacía nain.

Peek a BooWhere stories live. Discover now