● | quince

1.4K 264 24
                                    

La pizza llegó unos minutos después, cuando Babenne ya había arrastrado su pequeña maleta de viaje al interior del vestíbulo y luego se había adueñado casi por completo del sofá que, antes de su repentina aparición sorpresa, Jocelyn y yo habíamos ocupado.

Basta añadir que el apetito se nos esfumó y que la atmósfera de calma que nos había rodeado se convirtió en otra mucho más hostil por parte de Wendy, quien no paraba de fulminar con la mirada a nuestra madre.

—¡Pizza! —exclamó Babenne, encantada—. ¡Me muero de hambre!

Se inclinó sobre la caja de pizza humeante y se relamió el labio inferior cuando destapó su contenido. Después, sin mediar palabra, tomó una de las porciones para introducírsela en la boca; me fijé en la expresión casi asesina de Wendy y la preocupación más que evidente de Jocelyn por aquel brusco cambio de ambiente ante la imprevisible llegada de Babenne, quien parecía ajena a la hostilidad que se respiraba mientras masticaba con energía su trozo de pizza.

—Y bien, madre, ¿cuánto va a ser esta ocasión? —el tono de Wendy era afilado, lo mismo que su mirada.

Los ojos de ella se dirigieron a mi hermana y pestañeó, mostrando confusión.

—Creo no haberte entendido bien —expresó con la boca pequeña.

Por supuesto que lo había entendido. Desde niñas nos habíamos habituado a verla desaparecer y pasar largos períodos lejos de casa, dejándonos a cargo de la abuela; la última vez, tras el funeral de nain y la discusión que mantuvieron sobre Fantine, su partida fue menos amable: Babenne se reafirmó en su posición como primogénita y heredera del apellido, amenazando con hacer uso de ese poder que le confería contra su hermana menor, quien había huido y desaparecido de su vida incluso antes de nuestro nacimiento.

Wendy ladeó la cabeza con una sonrisa mortífera.

—Es evidente que estás de paso —planteó con un tono angelical—. La pregunta es sencilla: ¿cuánto tiempo vas a estar por aquí antes de desvanecerte?

La mirada de Babenne se desvió hacia el rostro de Jocelyn hasta llegar finalmente al mío.

—Ravenscroft Manor es mi hogar —declaró con firmeza.

La sonrisa de Wendy se tornó lobuna, como un tiburón que hubiera olisqueado sangre y estuviera relamiéndose de gusto. El rencor que guardaba hacia Babenne era lo único que la movía, el motivo por el que estuviera decidida a presionar de ese modo a nuestra madre, buscando un resarcimiento por todos aquellos años de abandono continuo.

—Cualquiera pensaría lo contrario si apenas pones un pie aquí —señaló con manifiesta acritud.

Las mejillas de Babenne se colorearon para satisfacción de Wendy, quien disfrutaba con aquella pequeña victoria que sumarse.

—He venido para quedarme —aseguró.

Pero ninguna de las tres nos creímos ni una sola de sus palabras.


El regreso de Babenne a Ravenscroft Manor también supuso una mejoría en nain. Dejamos que nuestra madre subiera hacia el piso de arriba para llamar a la puerta de su dormitorio y les brindamos un prudencial espacio para que pudieran hablar a solas; Wendy se desplomó sobre el sofá y atacó sin piedad la pizza, como si quisiera volcar sobre ella la rabia que aún guardaba contra nuestra madre.

Jocelyn y yo nos mantuvimos juntas mientras contemplábamos a Wendy con lo que quedaba de nuestra cena. El ambiente dentro de la mansión se había enfriado notablemente, quizá a modo de respuesta por la llegada de Babenne, ya que las calderas se habían apagado sorpresivamente.

Peek a BooWhere stories live. Discover now