● | once

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Mi mente se quedó en blanco; mi cuerpo, rígido. No había excusa posible que me pudiera salvar de explicarle a Wendy por qué había decidido hacer uso de mi magia para crear una esfera espía que me permitía observar sin ser vista cómo nuestros vecinos se divertían en la piscina, intentando sofocar el calor que les rodeaba.

La ceja enarcada de mi hermana ascendió un par de centímetros más al ver que yo no era capaz de pronunciar palabra alguna.

—Lo que estuviera haciendo no es asunto suyo —le espeté, dejando que mi instinto tomara las riendas de la situación.

Wendy se echó a reír entre dientes.

—¿He descubierto este pequeño secreto, Dev? —canturreó, inclinándose hacia mí—. ¿Te encierras en tu dormitorio para practicar magia sin que Joy lo sepa?

Por supuesto que no me encerraba en mi dormitorio con el propósito de hacer magia sin que Jocelyn tuviera constancia de ello. Sin embargo, el brillo en los ojos verdes de mi hermana parecía ser prueba suficiente para hacerme saber que, cualquiera cosa que dijera, no sería tomada en cuenta por Wendy, quien estaba pletórica por haberme descubierto haciendo magia.

—Vete de aquí, Wendy —le ordené a mi hermana.

Era la única salida que me quedaba: expulsar a Wendy de mi dormitorio y rezar a las Diosas para que mi hermana tuviera el buen juicio de no tenderme ningún tipo de emboscada debido a lo que me había visto hacer. No quería defraudar a Jocelyn, y los motivos egoístas que me habían empujado a practicar con mis poderes no me ayudarían a ganar puntos frente a mi hermana mayor.

Jocelyn había sido implacable al respecto: nada de magia a no ser que fuera algo necesario.

Y espiar a nuestros vecinos no entraba en la categoría de «urgencia».

Sin embargo, como había intuido, mi orden solamente sirvió para divertir a Wendy, cuya sonrisa relució de manera peligrosa. ¿La pobre Devin dando órdenes? No era algo a lo que estuviera acostumbrada, como tampoco mi hermana; quizá por eso le divirtió tanto ver cómo trataba de emular a Jocelyn cuando quería imponerse y hacer valer su autoridad.

Aun así, permaneció en su sitio, desafiándome de aquel modo. A la espera de ver qué venía a continuación; desde niñas, Wendy siempre me había causado cierto respeto. Quizá fuera por el modo en que trataba a las personas o la poca preocupación que mostraba al hacer uso de su magia: la oscuridad que había en el interior de mi hermana me había mantenido a raya, me había conminado a que obedeciera sin abrir la boca.

Todos en aquella casa conocíamos el voluble temperamento de Wendy y habíamos sufrido las consecuencias de sus pataletas.

Por eso mismo habíamos aprendido a la fuerza que lo mejor para la convivencia era intentar evitar contrariar a Wendy y arriesgarnos a que se desatara otro de sus imprevisibles berrinches.

Sin embargo, aquel día, estaba cansada y lo único que buscaba era la soledad que me había proporcionado mi dormitorio hasta que mi hermana había decidido meter sus narices en asuntos que no le concernían.

—He dicho que te marches, Wendy —repetí.

La diversión que mostraba su rostro se desvaneció al entender que estaba hablando en serio: la sonrisa se esfumó y sus ojos verdes me escrutaron con una mezcla de asombro y contrariedad. Wendy no toleraba que le dieran órdenes, como tampoco digería muy bien que hubiera decidido dejar a un lado el cuidado que siempre había mostrado con ella para plantarle cara.

—Dev, no está bien que hables así a tu hermana mayor —dijo con una nota de advertencia en la voz.

Había dejado a un lado su actitud juguetona; su arsenal de sonrisas —que utilizaba para salirse siempre con la suya— había quedado relegada a un segundo lugar. En aquel instante mi hermana se mostró del mismo modo que aquella noche, cuando decidió presionar con sus silencios a Jocelyn y luego explotó, estando a punto de herir a nuestra hermana con un afilado trozo de cristal.

Peek a BooWhere stories live. Discover now