CAPITULO 33

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—Tú has sido mi único error y te puedo asegurar que no estoy orgulloso de ello —le espetó Donghae.

—Vaya, gracias. Es maravilloso saber que he dejado una gran impronta en ti.

—No quiero discutir contigo —contestó Donghae intentando mostrarse paciente—. No te encuentras bien.

—¿Cuántas veces voy a tener que decirte que me encuentro de maravilla?

—Quiero que te quedes en la cama durante el resto del día.

Melissa apartó la sábana y se puso en pie en actitud desafiante.

—De eso, nada.

Sus ojos se encontraron. Melissa era consciente de que no iba a ganar aquella batalla, pues el estómago ya estaba dándole vueltas y le temblaban las piernas.

—Vuelve a la cama —le dijo Donghae.

—No.

—Métete en la cama. No me obligues a que te meta yo.

—A ver si puedes.

—¿Me estás desafiando?

—No, te estoy advirtiendo que, si te acercas a mí, me pondré a gritar.

Donghae sonrió encantado.

—Da igual que grites. Mi madre y el resto de las personas que están en casa creerán que son gritos de placer.

Melissa miró a su alrededor en busca de una vía de escape, pero la cama le impedía avanzar.

—No me toques.

—¿Por qué? ¿Te da miedo responder a mis caricias?

—No, claro que no... no pienso responder a tus caricias... —contestó Melissa sin convicción.

—¿Ah, no? ¿Estás segura? ¿Quieres que probemos? —sugirió Donghae tomándole el rostro entre las manos. Melissa tragó saliva.

—No hagas eso...

—¿El qué? ¿Esto? —contestó Donghae acercándose un poco más a su boca.

Melissa cerró los ojos y sintió los labios de Donghae sobre los suyos. Sabía que no podría resistirse mucho más tiempo. Al sentir su lengua dentro de la boca, el deseo se apoderó de ella y se apretó contra el cuerpo de Donghae, que se retiró de su boca para emprender el camino del sur hacia sus pechos.

Melissa lo miró y vio un brillo de satisfacción en sus ojos que la hizo apartarse al comprender que había entrado de lleno en su juego.

—Vete —le ordenó.

—Te molesta que no te puedas resistir a mí, ¿eh? —se burló Donghae.

Melissa apretó los puños.

—Eres mía, Melissa eres mía en cuerpo y alma —le dijo agarrándola del pelo y volviéndola a besar.

Melissa luchó para no responder al ardor de sus labios, pero pronto se vio aferrándose a él con fuerza, besándolo con pasión, abriéndole la camisa, desabrochándole los pantalones y encontrando su erección, haciéndolo gemir de placer, arrodillándose ante él y doblegándolo al meterse su miembro en la boca.

Lo oyó jadear, sintió la tensión en sus piernas, el estremecimiento de todo su cuerpo y comprendió que Donghae no tenía intención de llegar hasta donde habían llegado, pero que ya no podía controlarse y siguió hasta el final.

Por supuesto, haber conseguido excitarlo de aquella manera era un gran orgullo para ella. Melissa se quedó mirándolo mientras Donghae se abrochaba el pantalón algo confuso.

—Lo siento —se disculpó.

—No pasa nada —contestó Melissa.

—Melissa...

—No pasa nada, Donghae —le aseguró ella—. Tú dices que yo no me puedo controlar cuando me besas y yo quería demostrarte que a ti te pasa lo mismo conmigo.

—Yo nunca he negado que me siento atraído por ti.

—Ya lo veo, no hace falta que lo jures.

—Estoy intentando compensarte por cómo te traté hace cuatro años —declaró Donghae.

—¿Obligándome a embarcarme en un matrimonio sin amor única y exclusivamente porque así tienes acceso a tu hija las veinticuatro horas del día?

—Me pareció la mejor opción. Mi madre es bastante liberal para la edad que tiene, pero aquí todo el mundo me conoce y, si no me hubiera casado con la madre de mi hija, habría sido una vergüenza.

—¿Aunque me odies?

—Eso lo dices tú, no yo.

—No hace falta que lo digas. Se te nota.

Donghae se quedó en silencio.

—¿Sabes algo de tu hermana? —le preguntó.

—No... —suspiró Melissa.

—Entonces, supongo que te gustará saber que le va muy bien.

—¿Y tú cómo lo sabes?

—Quedé con ella en Sydney y le di un ultimátum. O se desintoxicaba o la denunciaba —le explicó Donghae—. Decidió que prefería pasar por una clínica privada que yo le pago que tener que correr el riesgo de verse en la cárcel.

Melissa lo miró con los ojos muy abiertos y el corazón latiéndole con fuerza.

—¿De verdad ha ingresado en un programa de desintoxicación?

Donghae asintió.

—He dejado a una persona encargándose de ella. Lleva tres semanas haciéndolo muy bien.

—¿Y por qué no me lo has dicho antes?

Donghae fue hacia la puerta con expresión enigmática.

—Para darte un poco de tu propia medicina, Melissa. Claro que tres semanas no son lo mismo que cuatro años, ¿verdad?

Melissa abrió la boca para contestar, pero Donghae ya se había ido.

father - donghaeWhere stories live. Discover now