CAPITULO 24

1.5K 121 5
                                    

—Y yo no pienso acostarme contigo nos casemos o no —contestó Melissa dolida porque se hubiera apartado de repente cuando ella ya se había dejado llevar.

—Te acabo de demostrar que puedo hacer que te acuestes conmigo siempre que quiera —sonrió Donghae de manera burlona.

—Lo único que me acabas de demostrar es que eres un hombre sin escrúpulos —le espetó Melissa.

—Cuando nos hayamos casado, no te voy a permitir que me hables así —le advirtió Donghae acercándose a ella.

—Ah, ¿no? —se burló.

—Te voy a enseñar a respetarme, aunque sea lo último que haga en la vida —gritó Donghae agarrándola del brazo y tirándola sobre la cama.

A continuación, se desnudó, se colocó entre sus piernas y la penetró con fuerza.

—¿Ves cómo te gusta? —le dijo al notar que los músculos vaginales de Melissa lo recibían con deleite.

Melissa no contestó, lo único que quería era dejarse llevar por las sensaciones. Donghae estaba tan excitado que se movía a un ritmo frenético, pero Melissa consiguió seguirlo y juntos alcanzaron un orgasmo violento y salvaje.

Melissa estaba tumbada entre los brazos de Donghae y sentía su corazón latiendo con fuerza contra su pecho.

También sentía su aliento intermitente en su cuello. Le hubiera gustado decir algo, pero no se le ocurría cómo romper aquel silencio tan extraño. Se sentía completamente avergonzada por lo que acababa de suceder.

Donghae se retiró, se tumbó bocarriba en la cama, se tapó los ojos con el brazo y suspiró como si se arrepintiera de lo que había pasado.

—Lo siento, Melissa —se disculpó—. Esto no tendría que haber sucedido. No así.

—Creía que para eso me habías contratado —contestó Melissa con ironía—. ¿Acaso no querías que me convirtiera en tu amante mientras estuvieras en Australia?

Donghae se sonrojó.

—Cuando hicimos aquel trato, no sabía que eras la madre de mi hija.

—Así que eso cambia las cosas, ¿eh?

—Sabes que sí.

—Eres un hipócrita, Donghae. No te importó en absoluto pagarme para que me convirtiera en tu amante cuando te vino bien, pero ahora quieres que me convierta en una esposa fiel y obediente —le espetó Melissa poniéndose en pie y vistiéndose a toda velocidad al igual que él—. ¿Y qué crees tú que le va a parecer a tu madre que te cases conmigo?

—Le parecerá bien porque entenderá que lo he hecho para proteger a mi hija.

—¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo? Me estás pidiendo que deje la vida que tengo aquí.

—Me vas a perdonar, pero la vida que tienes aquí no vale nada, está llena de problemas. Estarás mucho mejor en Corea. No te faltará nunca el dinero y Emily tendrá a sus padres y a su abuela.

—Te crees que, como tienes dinero, puedes tenerlo todo en la vida, ¿no?

—Te recuerdo que a ti he conseguido comprarte con dinero.

—No volverá a suceder.

—Sí, sí volverá a suceder y lo sabes, porque no puedes controlarte. En eso, nos parecemos. La atracción que hay entre nosotros es demasiado fuerte.

—Pero también nos odiamos —objetó Melissa—. ¿Qué tipo de ambiente familiar le vamos a dar a la niña?

—Un buen ambiente porque nos vamos a comportar como adultos responsables y maduros. Nos vamos a tratar con respeto, sobre todo cuando ella esté delante.

—No creo que a ti te vaya a resultar fácil, porque cada vez que me miras, lo haces con odio.

—Te puedes dar con un canto en los dientes de que quiera casarme contigo porque, después de lo que he visto esta noche, podría quitarte a Emily para siempre.

—¿Así que ahora resulta que te tengo que dar las gracias por obligarme a casarme contigo?

—Podría ser mucho peor.

—Sí, claro. Podría haberme casado con alguien que me quisiera.

—Podrías haberlo hecho hace cuatro años, pero tiraste tu oportunidad por la borda.

—No hay manera de convencerte —se lamentó Melissa—. Me sigues teniendo por una ladrona.

—Mira, yo creo que sería mejor que dejáramos el pasado atrás por el bien de nuestra hija. Te prometo que nadie volverá a mencionar aquel incidente. En cuanto nos hayamos instalado en Corea, podrás retomar tu profesión. Hay muchas oportunidades en Seúl para una persona con tu cualificación.

—De verdad crees que me voy a ir contigo, ¿verdad?

—No tienes alternativa. Si no te casas conmigo, te quito a la niña.

—Mamá... —murmuró Emily entrando en la habitación.

—¿Qué te ocurre, cariño? —Dijo Melissa girándose hacia la niña—. ¿Te duele el brazo?

—Sí —sollozó Emily—. Y, además, he tenido otro sueño feo.

—No pasa nada, cariño, estoy contigo —la tranquilizó Melissa.

—Y yo, también —añadió Donghae.

—Estaba soñando contigo —dijo Emily señalando a su padre.

—¿De verdad? —le preguntó Donghae con un tremendo nudo en la garganta.

—Sí, te ibas...

—No, no me voy a ninguna parte. Te lo prometo.

—¿Me lees un cuento? —Le preguntó la pequeña—. Mamá me lee uno todas las noches y, cuando me porto muy bien, se inventa uno sólo para mí. ¿Tú sabes hacer eso?

—Lo puedo intentar.

—Muy bien. Los cuentos siempre empiezan con «Érase una vez...» — le instruyó la niña con mucha seriedad.

Donghae sonrió, la tomó de la mano y la condujo a su dormitorio.

—Érase una vez una niña preciosa que se llamaba Emily...

father - donghaeWhere stories live. Discover now