CAPITULO 2

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—¿Cómo has conseguido entrar en el edificio? —le preguntó a su hermana.

—Le dije al tío de la puerta que era tu hermana —contestó Stacey.

Melissa apretó los dientes, pues su hermana llevaba el pelo teñido de rubio platino y unos vaqueros tan apretados e indecentes como la camiseta de gran escote que lucía.

—Mira, tengo que dar un discurso en un par de minutos —le dijo nerviosa.

—Muy bien, por mí no hay problema —contestó Stacey haciendo el amago de tumbarse en la improvisada cama que se había preparado—. Yo sólo voy a dormir un ratito y me voy.

—¡No! —Exclamó Melissa obligándola a ponerse en pie—. No, no te puedes quedar durmiendo aquí. Yo voy a tardar un buen rato en volver y no quiero ni imaginarme lo que ocurriría si alguien te encontrara aquí...

—Ya —dijo Stacey apartándose de ella—. Claro, te avergüenzas de mí —añadió dolida.

—No es cierto. Lo que pasa es que esta noche es muy importante para mí —le aseguró Melissa fijándose en la hora que era.

—Venga, Melissa serán sólo un par de horas —le aseguró Stacey—. Tengo otro cliente a las once.

Melissa sintió náuseas al imaginarse a su hermana acostándose con cualquiera que le diera dinero a cambio.

—¿Cómo eres capaz de hacerte una cosa así? Mírate. Estás delgadísima y muy pálida. Te estás matando y no voy a permitirlo.

—Me voy a poner bien, te lo aseguro. Sólo quería probarlo una última vez antes de dejarlo.

Una última vez. ¿Cuántas veces había oído Melissa aquella promesa que jamás se cumplía?

—¿Por qué no vuelves a ingresar en la clínica de desintoxicación? —le propuso.

—Ese sitio era espantoso —contestó su hermana poniendo cara de disgusto—. No volvería aunque me pagaras por ello.

—Te pagan por ir a otros sitios mucho más espantosos y para hacer Dios sabe qué cosas espantosas con hombres completamente espantosos —apuntó Melissa irritada.

—Estás celosa porque hace cuatro años que no hueles el sexo.

—Por si no te has dado cuenta, mira en la que me metí la última vez que se me ocurrió probarlo —le espetó Melissa.

A continuación, se imaginó lo que haría Donghae si se enterara de quién le había robado la cartera y, entonces, se dio cuenta de que estaba a poca distancia de allí, esperando con los demás a que ella comenzara su discurso.

—El otro día leí algo sobre una clínica privada que es muy buena —le dijo a Stacey—. ¿Accederías a ir si consigo el dinero?

Su hermana se encogió de hombros y se tumbó en el suelo.

—Puede que sí y puede que no.

—Por favor, por lo menos, prométeme que te lo vas a pensar —le rogó Melissa con lágrimas de frustración en los ojos—. No quiero que Emily crezca sin su tía. Eres lo único que tengo, Stacey. Mamá se quedaría horrorizada si te viera así, sobre todo después de lo que le pasó a papá.

Su hermana apoyó la cabeza en un cojín y cerró los ojos.

—Muy bien, te prometo que me lo voy a pensar, pero nada más.

Melissa se apresuró a sacar del último cajón de su mesa la mantita de conejitos que tenía guardada para cuando Emily iba por allí y se la puso a su hermana por encima.

Stacey emitió un sonido que parecía querer decir que estaba a gusto. Tras cerciorarse de que se había quedado dormida, Melissa sacó la cartera del bolso y miró la fotografía de Donghae, que le evocó demasiados recuerdos dolorosos.

Aquellos ojos negros habían brillado de deseo desde la primera vez que se habían posado en ella. Melissa tuvo que hacer un gran esfuerzo para no estremecerse de pies a cabeza al recordar cómo aquella boca se había apoderado de la suya, cómo aquellas manos habían explorado todas y cada una de las curvas de su cuerpo y cómo su masculinidad había explotado dentro de ella varias veces, arrebatándole su inocencia y dejando en su lugar un hambre que parecía imposible de saciar.

De alguna manera, era cierto que todavía no se había saciado.

Melissa cerró la cartera y suspiró, decidiendo que lo primero que haría al día siguiente sería dejar la cartera anónimamente en el hotel de Donghae.

Con un poco de suerte, Donghae jamás sabría quién se la había robado...

father - donghaeOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz