Conocernos.

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Los Winchester corrieron hacia el granero, encargándose cada uno de una puerta, trabaron la entrada. Se supone que no había demasiados demonios, pero como si el mismo Lucifer los hubiese regado por el campo, se aparecieron cientos.

Sam estaba apoyado contra la puerta de espaldas, empujando. Su hermano recargaba la escopeta, maldiciendo su poca disposición de municiones.

- ¡¿Llamaste a Uriel?! – Interrogó el menor, luchando contra los golpes que hacia vibrar la puerta.

Esos demonios no tardarían demasiado en romper la gruesa madera o encontrar otro lugar para escabullirse por mucha sal que Dean hubiese puesto en la entrada.

- ¡Ya lo hice! ¡El hijo de perra debería estar aquí hace tiempo!

Pero no parecía llegar y la madera comenzaba a ceder, no resistirían demasiado con la escopeta y los cuchillos. Estaban perdidos, hasta que Sam recordó el mensaje que Cas había dejado para él hace unos días.

- No te atrevas. – Advirtió el rubio, sabiendo con solo una mirada lo que hermano pensaba. - ¡No, Sam!

- ¡Castiel, necesito tu ayuda! –

No pareció cambiar nada por unos segundos, pero aún seguían con la mirada inspeccionando el lugar y atentos a cualquier sonido.

El repentino silencio al otro lado les sorprendió, los golpes se detuvieron por completo y no había ningún movimiento visible entre las rendijas. Pero, sin previo aviso, una luz se coló por cada pequeña abertura del lugar, obligándolos a apartar la mirada de la puerta.

Otros segundos más de silencio, en donde los hermanos solo se miraban desconfiados. El primer golpe se escuchó contra la pared izquierda del lugar, seguido por incontables ruidos más, hasta convertirse en un bullicio enorme.

Sam se apartó de la puerta, un poco seguro de lo que estaba pasando allá afuera, sin embargo tomó el cuchillo que su hermano le ofreció.

Más silencio. Esto era realmente estresante para los humanos, encerrados allí sin saber que sucedía en ese alboroto acallado de repente.

La enorme traba de metal que atravesaba de lado a lado y trababa las puertas se corrió hacia un costado, sola. Los Winchester atónitos retrocedieron. El golpe de la enorme barra les asusto, aunque sabrían que pasaría. Las puertas se deslizaron lentamente, dejando entrar la luz de luna. Había demonios dispersos por todo el frente del lugar, algo más que muertos.

Los pasos acoplados por el pasto se hicieron escuchar, y Castiel apareció por la derecha, espada en mano.

- ¿Estas bien? – Interrogó sin verdadera preocupación.

Guardó su espada y se acercó directo al pelilargo.

- Creo que estoy bien... - Dijo el humano.

Pero la línea de sangre que caía desde su frente no decía lo mismo, y Cas estaba seguro que bajo esa ropa había más contusiones y heridas. El ángel posó sus dedos sobre la frente del menor, sanando su cuerpo entero.

Entonces, cuando su misión estuvo a salvo, pasó su mirada al hermano mayor. Dean no estaba mucho mejor la verdad, lo que obligó al ángel a proseguir con lo mismo en el rubio. La misma extraña sensación estaba allí, latiendo en su gracia como un recordatorio de que había olvidado algo.

- No vi el auto afuera, ¿Necesitan que los lleve a algún lugar? –

Este lugar no era seguro para Sam, tampoco para su hermano. Los hermanos se miraron un momento, para luego asentir juntos. Una dirección, un toque y ya estaban de vuelta en el motel que había elegido esta vez, con el estómago un poco revuelto.

El ángel de Lucifer.Where stories live. Discover now