Gritos.

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Castiel ardió en cuestión de segundos frente a los ojos estupefactos de sus hijos.

Raphael y los ángeles que le seguían venían en una misión suicida, sabiendo que no había más que lanzarse a las fieras, esperando un éxito muy poco probable.

Jack se arrodilló junto al ángel atrayéndolo contra su cuerpo, Nathan avanzó cada paso que el arcángel y los suyos retrocedían. Si Lucifer era terrorífico, es porque aún no habían conocido a su hijo menor.

El morocho gritó con todas sus fuerzas. El agudo sonido rompió varios vidrios, hizo a los humanos retroceder y la chatarra a su alrededor se deslizo algunos metros. El blanco absoluto se hizo presente en los ojos del niño, fijando su mira en quien daño a su madre, desatando una carnicería de ángeles en segundos. Raphael intento defenderse, pero su nivel de arcángel no le otorgaba ni la cuarta parte del poder que Nathan y su hermano poseían.

Lucifer se apareció de la nada allí, estaba al pendiente de su familia y no tardó mucho en saber que algo pasaba. Jack tenía a Cas en brazos, muerto; Gabriel también estaba allí, tratando de hacer algo, pero Lucifer lo apartó.

- ¡Castiel! – El recipiente del ángel era un cadáver vacío ahora. - ¡¿Qué demonios paso?!

El mayor de sus hijos estaba paralizado por la rapidez en que todo se volvió caos, pero alcanzó a levantar su mirada para que su padre la siguiera. Nathan, caminaba hacia ellos. La sangre goteaba de su traje negro y sus manos pálidas, pero su rostro seguía impoluto.

Los hermanos se colocaron a cada lado del ángel, manos entrelazadas a la altura de su pecho y unieron gracias. Fue un golpe de energía que devolvió a Castiel en segundos. Jack se abrazó a él, al igual que su padre...

Pero Nathan se alejó unos pasos, aun tenía algo que hacer.

- Destruiré el cielo. – Anunció, volviendo la reciente calma en terror.

Levantó una mano, retorciéndola en un puño y el celeste del cielo se volvió gris, el hogar de Dios tembló y se agrieto.

- ¡Nathan, no! – Reprendió Cas, aun recuperándose.

El morocho no estaba de acuerdo. Detuvo su acción pero no bajo su mano.

- Ya escuchaste a Cas, es suficiente, Nathan. – Habló su padre esta vez.

El cielo podía gritar victoria por esta vez, pero su existencia pendía de un hilo.



Se supone que a esas horas, Jack y Nathan deberían estar en sus camas, descansando. Pero los gritos habían llegado a sus oídos súper sensitivos, aunque la casa en la que vivían ahora fuese muy grande.

- ¡No voy a seguir discutiendo por una tontería!

- ¡Disculpa, "mil maneras de morir", pero me preocupo por ti! –

- ¡No se trata de los Winchester, pudo habernos pasado en cualquier parte! – Objetó el ángel.

- ¡No aquí! ¡Aquí están bajo mi resguardo!

Hace no mucho habían perdido esa lealtad incondicional que sentían el uno por el otro, habían perdido la confianza. Al mirarse a los ojos, se desconocían. Olvidaron el porqué de que todo esto hubiera comenzado y se encontraran parados donde estaban. Cas dio media vuelta, buscando la salida.

- No te atrevas a irte de nuevo, Castiel. –

Pero el morocho no le escucho y fue exactamente lo que hizo. Al salir, no se percató de los muchachos escondidos en la esquina del pasillo, preguntándose "¿Dónde va mamá?".

El ángel de Lucifer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora