Culpable.

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La semana paso. Castiel continuo manteniendo una distancia que Lucifer no encontraba razón por mucho que buscara, y una vez más comenzaba a hartarse. Odiaba que se fuera en ese plan, pero Satán terminó por dejarlo ir con tal de dejar de sentir este ambiente denso cada minuto.

Cas solo necesitaba soledad, donde pudiese pensar con tranquilidad y claramente. Ni siquiera sus amigos serian buena compañía ahora, no creía que fueran a entenderlo del todo.

No creía que la discusión entre Dios y Lucifer tuviese ningún error o algo con que malinterpretarse. Era una absoluta verdad, una verdad que le costaba... afrontar.

No es que él no hubiese perdido nada por unirse a Satán, ni que no extrañara ese pasado. Pero no se comparaba a lo que cargaba el rubio en sus espaldas desde el día en que su padre se hartó de sus rabietas. Siempre seria recordado como la peor escoria existente y el único culpable del mal en el universo, mientras que al ángel apenas y lo recordaban. Nunca seria alguien de confianza para nadie, por mucho que demostrara el valor de su palabra. El mismo había presenciado esa furia interna que no era capaz de contener, esa oscuridad en su corazón que no era propia de Lucifer.

Pero, sobre todo ello, el arcángel ya no era el perfecto ser que Castiel conoció, destellando en su absoluta y brillante belleza celestial, poco quedaba de aquello. Sabía que esa era una de las grandes cargas de Lucifer.

Aun recordaba cuando aquello paso, cuando Lucifer volvió de una de sus tantas peleas con Michael. Las heridas cubrían su cuerpo pero logró librarse a duras penas del arcángel mayor, llegando a rastras hasta el infierno. No permitió que nadie entrara a su cuarto, ni su propio ángel; pero ningún demonio iba a detener a Cas si insistía.

Lucifer estaba abrazado a su propio cuerpo, en una esquina. El menor difícilmente vislumbraba su gracia en la oscuridad de la habitación, y no dudo en acercarse.

- ¡Vete, Castiel!

La voz quebrada y tenebrosa no espantaría al ángel. Podía sentir la sangre bajo sus pies descalzos, como un camino hacia el arcángel herido. Cas chasqueó los dedos, y la antorcha sobre ellos alumbró el lugar tenuemente. Las alas de Lucifer le envolvían por completo, cubriéndolo de aquella luz.

El morocho se hincó frente a su pareja, notando las alas destruidas y desangrándose. Apoyó suavemente su mano sobre las plumas, intentando no herirle.

- ¿Mi señor? ¿Lucifer?

El nombrado se removió un poco, pero no apartaría por nada ese muro de plumas negras que le mantenían a salvo.

- Vete. – Repitió su orden.

- Esta herido, no voy a irme.

Una mano cubierta en carmesí surgió de entre las alas, aferrándose a la blanca mano de Castiel. Lucifer temblaba bajo el tacto del menor, pero poco a poco apretó su agarre sobre la mano ajena. El ángel se sorprendió del súbito tirón que lo sumergió en el mar de plumas negras, hasta chocar con su pareja. De rodillas, sentado sobre el regazó del arcángel, se aferró a su cuerpo sin importarle el aroma a sangre.

El carmesí manchó el pulcro blanco de la túnica del ángel. Cada zona en la que el cuerpo ajeno hacia presión sobre la piel de Lucifer dolía, pero necesitaba tanto tenerle cerca.

- Puedo entregarte algo de mi gracia para que te recuperes. – Susurro suavemente el ángel, sin dejar de abrazarle.

- No, solo quédate así.

Castiel se percató de que su arcángel intentaba evitar que mirara su rostro, y no le obligaría a nada. No era algo que le interesara, estaba completamente enamorado de todo de Lucifer, y no existía nada en el universo capaz de separarlos.

- Estoy embarazado. – Dijo de repente.

Lucifer olvidó por qué se ocultaba y buscó el rostro ajeno hasta obtener su directa mirada. Cas no se asustó de su aspecto, tan solo apartó las lágrimas de sangre sobre sus mejillas, contagiando su sonrisa al arcángel.

- Gracias.

Fue difícil sacar a Lucifer de aquella oscura amargura, pero sus hijos fueron un gran apoyo para guiarlo adelante en el camino. Castiel también lo era, su mano entrelazada con la del arcángel eran fortaleza. Viendo atrás, era lo mínimo que el ángel podía hacer por él, pues era el único culpable de su desgracia.

Volvió a casa muy temprano, cuando el sol aun no despertaba. Entro a su habitación con cuidado, encontrando a Lucifer profundamente dormido con la luz encendida, pero con un Post it amarillo pegado sobre el costado de su cabeza.

Si hice algo malo, lo siento. Te amo.

Tu Satán... ♥

Era tan simple y tan significativo a la vez. Lucifer no tenía idea de que aquejaba al menor, y aun así quería arreglarlo, protegerlo y hacer que se sintiese amado. Cas se quitó la ropa, acomodándose junto a su pareja. Como si supiera, como si estuviesen conectados hasta en eso, entre sueños Lucifer le abrazó a la vez que lo arropó entre sus alas negras.

Tal vez su pecado, la razón por la que el cielo le desterró, no fuese traición. Quizá su más grande pecado fue enamorar al arcángel más bello y desgraciar su vida lo más posible, condenándolo a amarlo desmesuradamente. No se arrepentía de haber jurado lealtad absoluta a Satanás. Muy dentro de él, sabía que Lucifer tampoco se arrepentía de caer a sus pies, y que sería capaz de volver a hacerlo. 

El ángel de Lucifer.Where stories live. Discover now