Última vez.

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La música aún sonaba y la luz seguía prendida cuando Lucifer despertó. Se desperezó, preparándose para un largo día. El desayuno estaba listo cuando Nathan y Jack se despertaron, ya vestidos y listos para salir. El menor parecía entusiasmado, pero su rubio hermano no tanto.

- ¿Y mamá? – Interrogó Jack, jugando con el cereal en vez de comer.

- No lo sé, cariño. – Respondió con tristeza Lucifer, depositando un beso en la rubia cabellera.

- Madre, volverá, Jacky. – Aseguró Nath. – Él no sería capaz de dejarnos por mucho tiempo.

Y Lucifer rogó en silencio que así fuera. Podía soportar una vida sin el ángel por mucho que doliera, pero no sus hijos. No tenía idea si podría parar la furia, al menos de Nathan, si su madre les abandonaba. Desde que despertó, espero que Castiel no planeara nada raro, no encontrarlo en la casa aún era mala señal.

- Es tiempo. – Ordenó en cuanto el desayuno terminó.

Los hermanos le siguieron de cerca, listos para destruirlo todo.

- ¿Luego podemos pasar por McDonald's? – Dijo Jack antes de cerrar la puerta.

- ¡Oh! ¿Podemos, papá?– Apoyó su hermano menor. - Yo también quiero ir.

- ¡Ok! Iremos al bendito McDonald's.



Castiel releyó el contrato, sabiendo que no tenían demasiado tiempo en realidad, pero no podía simplemente firmar.

- Es la única opción, Cassie. – Alentó Gabriel sentado a su lado. – Solo será temporal, hasta que todo pase.

Repasó los nombres de sus hijos con su índice, como días atrás lo hizo Satán. Quizá jamás le perdonaran por esto, quizá sus hijos desatarían su ira con aún más fuerzas, pero ¿Qué otra opción tenía?

Cortó profundo en su pulgar y dejó la sangre gotear sobre la línea de puntos al final de la hoja.

- Todo saldrá bien. – Confortó Sam.



La azotea de uno de los edificios más altos de una ciudad como New York sonaba como un buen lugar para apreciar el mundo arder. Lo último que caería, si Dios no se dignaba a aparecerse seria ese edificio, incluso si los niños se veían obligados a destruir la realidad completa.

- No hace falta matar personas, ¿Cierto? – Dudo el mayor de los hermanos.

- No, Jacky.

- Yo quiero matar personas. – Replicó indignado el pelinegro. – Eso es lo divertido del asunto, Jacky.

Cada uno se posicionó de su lado, con ganas de matar o no, y su padre les vigilaba a cierta distancia.

- Hora de jugar, pequeños. – Animó Lucifer.

La tierra comenzó a vibrar y las aguas del océano se balanceaban como en un cuenco, subiendo más y más su intensidad. El cielo de la tierra entera se oscureció en nubes oscuras y repletas de relámpagos, que no dudaban en caer brillantes y estrepitosos contra la tierra. La gente buscaba refugió frenados por los perros del infierno que resurgían de las grietas en el suelo como topos, mostrando su nauseabunda forma y desgarrando la carne de quien se les cruzará.

Los volcanes más dormidos arrasaban con su lava y esta salía desde cualquier pequeño orificio disponible. Los edificios en cada ciudad del mundo caían como castillos de naipes y los animales atacaban a cualquier humano que se les cruzará. La humanidad rezó y suplicó con todas sus fuerzas, por mucho que Dios intento acallarlos, las voces aturdían sus oídos.

Los tres cazadores, Gabriel, Crowley y Castiel miraban desde abajó el lugar en que todo el caos se iniciaba. En un abrir y cerrar de ojos, ya estaban detrás del trío de villanos en esta historia.

- ¡Es suficiente! – Se adelantó el ángel.

Lucifer fue el primero en voltearse, sabiendo que esto pasaría y de nuevo, sin demasiadas ganas de pelear con el ojiazul. Los niños le miraron, pero no detuvieron nada de lo que hacían.

- Deja a los niños divertirse. – Minimizó la situación Satanás, después de todo lo estaban pasando bien.

- Para esto. – Pidió Cas como última oportunidad de no tener que usar su carta oculta.

- Trae a Dios aquí y podremos ir a comer temprano. – Dijo Luci, volviendo a girarse hacia sus hijos.

Entonces, Castiel dio la señal. Crowley desenrolló el contrato que llevaba la sangre del ángel y firmó con la suya al otro lado. Una especie de grilletes se materializaron alrededor del cuello de los hijos de Satán, restringiendo su poder y acabando con su pequeño juego. Los ojos de Nathan y Jack brillaron en gracia por el esfuerzo, cayendo de rodillas al verse imposibilitados. Su padre en seguida corrió hacia ellos, pero por mucho que intentaron esas cosas no se rompían.

- ¡Papá! – Rogaron ambos niños.

- ¡¿Qué mierda les hicieron a mis hijos?! – Gritó Lucifer al grupo. - ¡LIBERENLOS!

- Te pedí que pararas.

Cas no podía mirarle a los ojos mientras decía esto, pero Satán no iba a permitirlo. Tomó al menor por el cuello de su gabardina, obligándolo a mirarlo a sus ojos carmesí fuego. Gabe estaba detrás, listo para saltar en cuanto su hermano mayor se propasará.

- Dejarnos es paz es lo que tuviste que hacer. – Susurró contra la boca del ángel, pero no había nada de romántico en su voz. – Libera a mis hijos o romperé a tu querido protegido.

La mano de Lucifer se elevó hacia Dean, y este tosió sangre hasta sentir sus entrañas deseando seguir el camino de esta.

- ¡Para esto y escúchame! – Exigió el ángel. - ¡POR FAVOR!

El rubio lo empujó hacia atrás, donde Gabriel lo atrapó.

- Dame el estúpido contrato si quieres que tu hermano viva. – Propuso Lucifer a Sam.

El cazador no lo dudo un segundo, la sangre de su hermano escapaba de él y perdía el conocimiento poco a poco. Sam le arrebató de las manos el contrato a Crowley y se lo entregó a Satán. Puede que el arcángel fuese conocido por sus trampas, pero en situaciones así, cumplía sus promesas. Dean se recompuso, aunque el cansancio le mantenía en el suelo.

El papel ardió en manos de Lucifer hasta el último centímetro, deshaciendo el trato y quitando la restricción en Nathan y Jack.

- Despídete de nosotros. – Sentenció, observando con sus carmesí por última vez a Castiel. 

El ángel de Lucifer.Where stories live. Discover now