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Oceano. Pacífico, libre, poderoso, pero a la vez calmado.

Siempre le gustó el oceano, tenía un vago recuerdo junto a su padre, el cual siempre la llevaba a la playa cuando era una niña.

Esa era la razón por la cual era lo que era en el presente.

- La isla está justo al frente, ya puede verse desde aquí.- Sonó la voz del piloto en sus oídos, gracias a los audífonos que bloqueaban el sonido del ruidoso helicóptero.

Echó su cuerpo hacia delante, logrando ver la isla a la cual se dirigía. Totalmente rodeada de muros enormes y gruesos de color gris, guardias por todo el lugar, vigilando y alguno que otro preso en el patio.

No estaba nerviosa por ese trabajo, había vivido demasiadas cosas como para estar nerviosa por un simple trabajo como aquel que le habían ofrecido.

Al cabo de unos minutos ya estaba caminando hacia el despacho de la Alcaide, siendo guiada por unos guardias enormes, que la miraban con diversión.

Su mirada fija, curiosa, por todos los pasillos, era una prisión muy bien cuidada, muy hermosa la edificación para tener dentro a las peores escorias que existían. Podría acostumbrarse a aquello.

Los pasillos bajos contaban con pisos de cerámica blanca, muy bien pulidos, paredes de un tono gris claro y luces que iluminaban cada uno de ellos.

Los pasillos altos, (que se encontraban en las plantas más arriba) eran iguales, solo que de un bloque (los diferentes edificios) a otro las paredes se convertían en extensos ventanales, que debajan ver el patio principal, alguno que otro bloque y la hermosa vista al mar.

Entraron a una habitación, toda decorada con madera de roble, hermosa, un poco antigua pero perfectamente modernizada.

- ¿En qué puedo ayudarles?.- Una mujer habló, haciendo que los dos hombres saludaran con su mano derecha en la frente. El saludo típico militar.

- Esta es la chica nueva, viene a ver a la Alcaide, señora.- Habló uno de los hombres sin despegar la mirada al frente.

La mujer le dio una mirada a la pelinegra detrás de ambos hombres, la chica haciendo el mismo saludo que ellos, con una mirada decidida.

La señora rubia frente a ella soltó una pequeña risa, indicándoles que podían pasar. Los tres dieron una pequeña reverencia antes de pasar de largo y abrir las dos enormes puertas de madera de roble.

Se encontraron con una hermosa oficina, con ventanales en toda la pared del frente, era igual a la otra, pero con el ligero toque de su dueña, la cual estaba concentrada leyendo unos papeles en su escritorio.

Sin pensarlo dos veces, los tres hicieron una reverencia, para luego ponerse en la misma posición de saludo de hacía unos segundos atrás.

- ¿Park Chaeyoung?.- Habló la mujer sin siquiera dirigirle la mirada.

- Sí, señora.- Contestó con la mirada al frente. La mujer les hizo una seña a los otros dos hombres para que se retiraran.

- Sargento activo en la guerra, muertes enemigas: 67 en dos días.- La mujer se quedó en silencio por unos segundos antes de proseguir.- Espía por un año entero en Irak, entrenamiento secreto militar...- La miró por primera vez, levantándose de su asiento.

The Flip - ChaennieWhere stories live. Discover now