Casi pude ver la oscuridad que se agazapaba en su interior asomando la cabecita, ansiosa por un posible nuevo enfrentamiento. En esta ocasión con una contrincante distinta.

Mi propia magia se desperezó dentro de mí a causa de la amenaza en la que podía convertirse Wendy en cualquier momento.

—Quiero estar sola —insistí.

—¿Para poder continuar haciendo magia? —insinuó Wendy, ávida de pelea—. ¿Para seguir espiando a nuestros vecinos?

Maldije en silencio por no haber sido más cuidadosa al respecto. Wendy había podido ver qué hechizo había estado usando antes de que ella interrumpiera en mi habitación, obligándome a hacerlo desaparecer; ahora estaba usándolo en mi contra para iniciar una confrontación. Como un tiburón a la espera de que se derramara la sangre.

—¿Crees que no sé por qué has hecho eso? —el modo en que escupió la última palabra fue desagradable—. Eres como Jocelyn, Devin. Las dos sois igual de patéticas... y de estúpidas.

Me tensé ante las duras palabras que estaba dirigiéndome mi hermana, de las que parecía estar disfrutando, pues sus ojos verdes habían recuperado su antiguo resplandor. El carácter voluble de Wendy hizo acto de presencia en aquel instante, cuando mi hermana se inclinó hacia delante y sus labios se curvaron en una sonrisa llena de crueldad.

Una advertencia de lo que venía a continuación.

—En el fondo de vuestros traicioneros corazones estáis deseando ser como ellos —casi gruñó como un animal, mostrándome los dientes—: simples humanos, sin una gota de poder corriendo por vuestras venas... con una bonita familia feliz que vive en una maravillosa casa a conjunto y el maldito chucho de rigor —su jadeo se asemejó a una risa y en su mirada aprecié un brillo inestable, tal y como sucedía cuando Wendy estaba cerca de perder el control, cuando su oscuridad iba demasiado lejos—. ¿Por qué crees que Jocelyn se niega a señalar su Sacrificio, Devin?

No supe qué decir. La única que había presionado con ese asunto a nuestra hermana era ella, que había encontrado en ello un arma que utilizar contra Jocelyn; Babenne no había mostrado interés por el hecho de que su primogénita no pareciera estar muy receptiva con el último paso para convertirse en una bruja de pleno derecho y nain se había mostrado comprensiva con Jocelyn, asegurándole que respetaría su decisión hasta que ella estuviera preparada.

Mi silencio pareció alentar a Wendy a continuar usando sus palabras como armas arrojadizas.

—Nuestra inocente hermana está convencida de que, si no realiza su Sacrificio, podrá seguir fingiendo que es una humana más —una perversa parte de Wendy estaba disfrutando de hablar de ese modo de Jocelyn, sacando parte del rencor que debía guardarle por todas esas ocasiones en las que no se había salido con la suya gracias a ella—. Como si la magia que corre por nuestras venas pudiera desvanecerse; como si pudiéramos renunciar a nuestro legado. A nuestro apellido.

»A lo que somos.

En aquel instante, escuchando a Wendy decir eso, tuve la amarga sensación de tener a nain a mi lado y yo haber regresado a mi niñez: nos encontrábamos en el jardín trasero mientras recogíamos algunas hierbas que la abuela necesitaba para sus pociones; haciendo alarde de mi inocencia infantil, le había preguntado si una bruja podía dejar de serlo en algún momento. Nain me había mirado con una expresión insondable, sin dejar de meter en el frasco de cristal que habíamos traído del interior de la casa algunas hojas que tenían propiedades medicinales; en aquel momento creí que la había disgustado de algún modo, pero ella me respondió con una mezcla de pena y desconsuelo lo mismo que Wendy había repetido.

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