—La cadera, iniciada —le soltó Rhett, colocándosela con la mano.

Alice no pudo evitarlo. Lo miró con expresión furibunda.

—¿Iniciada? —repitió en voz baja.

Rhett la miró de vuelta, pero no dijo nada. Realmente estaba enfadado.

—¿Quieres que te llame avanzada? —preguntó—. Pues coloca bien la cadera y aprende a golpear un saco.

Alice tuvo que cerrar los ojos un momento para no girarse y darle un puñetazo a él en la cara. Vio que la miraba un momento y golpeó el saco con más fuerza. Después, él volvió a hacer sus pasos hacia los primeros de la fila. Cuando pasó al lado de la chica de antes, se detuvo un momento.

—¿Tengo que pegarte el mentón al pecho para que coloques bien la cabeza?

Ella dio un respingo y se colocó enseguida.

Alice intercambió una mirada con Trisha, que también lo miraba de reojo con cierta reprobación.

La clase fue eterna. El humor de Rhett se contagió a los demás. Incluso Alice falló un disparo esa tarde. Y no le había pasado en mucho tiempo. Rhett no le dijo nada, pero su mirada y el silencio incómodo y tenso que los rodeó fueron más que suficientes para dejar saber lo que pensaba.

Por fin, terminó la clase. Todo el mundo dejó sus sacos de boxeo en el armario y las armas en una caja. Alice no estaba segura de cuándo lo había hecho, pero Rhett había colocado las armas en algún momento de esos días. Las dejaron todos en una caja y vio que la transportaba hacia el almacén.

Bueno, había llegado el momento de enfrentarse a solas.

Entró en el almacén cuando los demás desaparecieron y se asomó junto a una estantería. Vio que estaba colocando las armas sin mucha prisa. La miró de reojo y puso mala cara. Empezaba bien.

—Alguien se ha levantado con el pie izquierdo —ella intentó bromear.

Rhett le clavó una mirada que dejó muy clara la poca gracia que le había hecho.

—Si tu objetivo era aterrorizar a la clase, enhorabuena, lo has conseguido.

—Bien —dijo escuetamente.

Alice suspiró y se apoyó con el hombro en la estantería, mirándolo.

—¿Esto es por lo de ayer?

—No, Alice, es por lo de mañana.

Silencio. Ella frunció el ceño.

—¿Eso es iron...?

—Sí, es ironía —la miró, impaciente.

Silencio. Alice solía ser bastante valiente, pero le resultaba complicado sostenerle la mirada a Rhett cuando estaba enfadado.

—¿Se puede saber dónde estabas?

Se miró las manos. Se sentía como una niña pequeña.

—En mi habitación.

—Dios, mientes fatal —dejó la caja en el suelo de malas maneras—. Mira, me da igual. No me lo digas si quieres. Últimamente, tampoco es una novedad.

Alice parpadeó sorprendida cuando pasó por su lado, saliendo del almacén. Se apresuró a seguirlo. Lo encontró apilando los sacos mejor de lo que los habían dejado los alumnos.

—¿Tampoco es una novedad? —repitió, confusa.

—Ya me has oído.

—Sí, pero no entiendo a qué viene esto.

Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)Where stories live. Discover now