Tres

1.5K 225 27
                                    

Black estaba en la terraza, apoyado en el barandal, mirando hacia el lago cuando Zamasu apareció con aquella muchacha que él reconoció de inmediato. Desde luego le llamó la atención que Zamasu la llevará ahí y le preguntó que hacía con esa humana.

-Su nombre es Sora y será nuestra sirviente hasta que ya no necesitemos sus servicios-le respondió Zamasu con un tono bastante burlón.

Black miró a Sora con atención. Tenia algo diferente y tardó un poco en descubrir que era. Levanto su mano y moviendo el dedo índice le señaló que se aproximara y ella lo hizo tímidamente. La tomó con brusquedad por la barbilla haciendo que ella se parara de puntas y se quedó viendo esos ojos, ahora libres de aquella venda gris. Las pupilas de Sora resplandecían cerúleas. Era un azul tan intenso que perturvaba. A Black le disgusto ver su rostro reflejado en ellos.

-Es usted- exclamó ella con la sorpresa de un niño- El hombre que estaba herido en el bosque...es usted.

-Asi que ya se conocían- comentó Zamasu- Eso no me lo esperaba, pero permíteme sacarte de tu error, Sora. Ese hombre frente al que estás es un díos igual que yo. Muestrale respeto.

Sora cerró los ojos y respiró profundo, algo que hizo Black  empujar su rostro hacia un lado como si tirará basura.

-Huele a hombre- dijo la muchacha en voz baja- A hombre y tierra blanda que mojo la lluvia.

Disgusto y desaprobación fue lo que Black mostró en su rostro,
pues logro oír aquellas palabras perfectamente. Algo en esa muchacha le provocaba un rechazo más allá del hecho de que era humana. Sus ojos no le gustaron antes menos le agradaron en ese momento. Los prefería ocultos bajo ese manto gris-celeste.

-Te queda prohibido mirarme a los ojos o dirigirme la palabra mientras seas nuestra sierva ¿Te quedó claro, Sora?

La muchacha bajó el rostro y asintió con la cabeza. Black le dirigió una mirada de desdén y pasando junto a ella se perdió al interior de la cabaña.

-Acompáñame- le ordenó Zamasu- Te mostraré un lugar donde podrás descansar, mas recuerda que a la hora que dispongamos de ti, deberás acudir inmediatamente.

-Si señor- respondió y lo siguió.

Una habitación prácticamente desnuda, fría y con una amplia ventana que daba al lago, fue el lugar que Zamasu le asignó. Allí sólo había una cama. Se le prohibió comer de los alimentos que ellos comían, usar el baño que ellos usaba, permanecer en el mismo lugar que ellos y hablar si no se lo ordenaban. Sora aceptó sin objeción y enseguida se le ordenó preparar algo de comer, claro que antes Zamasu le dio un atuendo que debía llevar para no ofenderlos. Era una prenda simple, desprovista de adornos y de color. Era gris y negro. Un vestido acampanado de mangas apretadas.

Sora se vistió rápido y peino su largo cabello en una trenza para ir a obedecer las órdenes del dios, que era como un árbol joven. Ese de mirada afilada y fría como espada de acero. El otro tenía un aire menos sublime, pero se imponía más. Claro que de una forma diferente. A Sora no le pareció que fuera un díos y la verdad la asustaba un poco, pero estaba bien. Sora no veía nada malo en lo que hacía o las reglas que le impusieron y aceptó lo que se le presentó en su destino, como aceptaba todo lo demás; simplemente aceptando.

Que hiciera de comer le dijeron y lo hizo. Era buena en eso y fue eficiente, solo que al llevar los alimentos a esos dos, que estaban en la mesa de la terraza, se enfrentaría al juicio de seres de estándares muy distintos a los suyos.

-¡Que insípido está esto!- exclamó Black buscando incisivamente la mirada de Sora -¿Acaso no vas a excusarte?

La muchacha mantenía la mirada oculta de él y guardo silencio. Zamasu no hizo comentarios. Sabía que Black mentía y desde que su contraparte puso en esa muchacha sus ojos, notó que algo en ella le causaba una incomodidad. Mientras se llevaba la cuchara con sopa a la boca, disfrutaba el ver a Black molesto. Había encontrado una forma de fastidiarlo inesperada, pero que era bastante eficaz. Se lo merecía, por todas esas veces en que se sintió menospreciado por él solo por tener bajo su dominio el cuerpo de ese humano.

Los ojos de la inocenciaWhere stories live. Discover now