Capítulo Cuarentaisiete

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Después de un rato de discusión, y con la revelación de Sakura, los hermanos se miraron el uno al otro con seriedad. Ella no tenía un buen gesto con respecto a la joya, a pesar de que la encontraba preciosa e inigualable. Sin embargo, el que la pelirrosa no se sintiera cómoda con lo que los restos del broche de Sakuya representaban no lograba derrotar la sensación de aceptación que ella sentía por la idea de recibir un anillo de compromiso tan precioso como ese. Ambos seguían siendo estudiantes y ella quedó fascinada con aquellas piedras. Así, Itachi decidió por cuenta propia el volver a meter la sortija en la bolsa de papel, como si la decisión estuviera tomada, y luego miró a Sakura con un gesto de comprensión. Los tres entendían, ahora, que esa joya debía estar ligada con lo que pasaba en realidad. En agosto todos deberían ir al santuario de Ise y, ahora, tenían algo que ofrecerle a Izanami.

—... ¿maldita? —repitió, Sasuke, tras un largo suspiro—. Dices que si Sakura lo toca...

—Sakuya también lo tuvo, ¿cierto? —contestó, Itachi—. Sakura, dices que apenas tocaste uno de los diamantes mientras eras adolescente, y pasaron años antes de que sucediera algo... en tu segunda vida, ¿recuerdas haberlo visto?

—No tengo memorias de esa vida... de Hanako —explicó, algo decepcionada.

—Pero, su segunda vida fue muy corta —agregó, Sasuke—. Es posible que eso se compensara con la tercera vida... es decir, sé que Sakuya no era una mujer adulta cuando falleció, pero que Sakura viviera más años podría explicarse como una compensación, ¿no creen?

—La Parca —burló, Itachi—, dándote más tiempo con tu esposa porque no te dio el suficiente antes, ¿eso es lo que dices?

—No lo sé —suspiró, el menor, exasperado.

—En todo caso —empezó, Sakura—, lo mejor sería que nadie lo tocara... es decir, mucho menos las mujeres que nos relacionamos con ustedes. No sabemos si solo me afectará a mí, si en verdad hay una maldición, así que no debe estar al alcance de ninguna de nosotras —decidió—. Eso incluye a Izumi, y a su madre.

—De hecho, que nuestra madre siga con vida a pesar de estar en contacto con las gemas... —dijo, Itachi, pensativo—. Es probable que la condición realmente esté ligada a ustedes dos.

—Mantengámoslo como una precaución —insistió, la pelirrosa—. No quisiera que les pasara nada, a ninguna de ellas —prosiguió, para luego emitir un largo suspiro—. Es muy temprano para hablar de cosas tan horribles como la muerte.

—Bueno, es quien ha regido sus últimas tres vidas —alzó las cejas, el mayor—. Como sea, me llevaré esto y lo meteré en la caja fuerte. Me aseguraré de que esté a salvo, y lo llevaremos con nosotros al O-Bon cuando viajemos a Ise —concluyó, antes de enrollar la bolsa de papel para meterla en el bolsillo interno de su saco. Acto seguido, se terminó su taza de café—. Gracias, Sakura. Ahora, tengo otras cosas por hacer. Mientras tanto, ustedes deberían... seguir con lo que sea que estuvieran haciendo antes de que yo llegara.

—Oh, nosotros no hacíamos nada —afirmó Sakura, mientras sus mejillas ganaban color con rapidez y ella desviaba la mirada.

—Ah, cada vez que te veo reaccionar a algo relacionado a mi hermano caigo en cuenta un poco más de porqué él se enamoró de ti —comentó, mientras se detenía—. Te has vuelto más honesta en cuanto a tus sentimientos, Sakura. Si esta eras tú cuando ustedes se conocieron, si eras así en su vida anterior, aunado a la fortaleza que me has mostrado, puedo ver que él no tenía opción. Lo dominaste completamente.

—Basta, Itachi —refunfuñó, el aludido, mientras ella abría poco a poco sus ojitos verdes.

—Eres adorable —se burló, obviamente, de ella—. Te defiendes sola y, aun así, muestras esa debilidad por el hombre al que amas —se encogió de hombros—. Luchas por lo que quieres, eres perseverante y tienes mucho amor por dar. Solo tú podrías aguantar a este cabeza dura.

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