Capítulo Treintaiocho

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Las manos de Sasuke estaban temblando mientras sostenían los brazos de Sakura. El rostro de la pelirrosa se había agachado por completo mientras ella apretaba fuertemente su mandíbula, pues estaba intentando no hacer ruido al llorar. Sin embargo, las gotas que caían gruesas desde su rostro y la forma en la que todo su cuerpo estaba sacudiéndose en la frustración eran suficientes para que él se diera cuenta de que no podía detenerse. Sus manos blancas se apretaban con todas sus fuerzas en un par de puños pues, aparentemente, le había costado mucho decir aquello, tan cruel como había resultado. De cualquier forma, los ojos de Sasuke casi se habían salido de sus cuencas en la impresión de escucharla decir semejante cosa, pero poco a poco se ablandaron por verle en ese estado de absoluto dolor. La Sakura a la que él conocía nunca se había atrevido a dejarlo y la única vez que pensó en tomar responsabilidad—un fallido intento de asesinato después de que Sasuke se encargara de Danzou— ella estaba dispuesta a morir junto a él. Para el Uchiha siempre estuvo claro que ella era "solo una chica enamorada", hasta que entró en razón antes de irse de la aldea a redimirse. Ahora, tenía entre sus manos al cuerpo de esa mujer que había hecho todo lo humanamente posible por salvarlo de sí mismo, pero ella se había rendido... sí, a Sakura Haruno le había tomado dos vidas el renunciar a su amor de la infancia. No cabía duda de que era la mujer más terca que él conocía y, probablemente, ese era el principal motivo por el que la amaba.

—No me había dado cuenta de que hice una estupidez —lo único que podía escucharse en el piso era su voz y el fallido intento de Sakura por enmudecer su llanto—. Pensé: "conociendo a Ino, solo así estará satisfecha". Por algún motivo, no estoy acostumbrado a preguntarme, "¿cómo se sentirá Sakura al respecto?". Supongo que, si nos hubiésemos detenido a considerarte, los problemas que tuvimos en el pasado no habrían sucedido. Tú no habrías llorado tanto, ¿cierto?

Para ambos, se volvía imposible ver al otro a los ojos. De cualquier forma, las manos de Sasuke estaban sosteniendo a Sakura con firmeza, y no parecía que fuera a dejar de hacerlo pronto. Él sí se sentía culpable, pues había vuelto a meter la pata... como si no fueran suficientes los problemas que había arrastrado de su vida anterior, ahora se las arreglaba para ocasionar uno nuevo en esta, con el burdo pretexto de convencer a Ino. ¿A quién le importaba que Ino Yamanaka estuviera de acuerdo con dejar que su relación llegara a algo? Aunque valía la pena por darle una amiga a Sakura, estaba claro que esa idiotez le había bajado la autoestima y le había enfurecido al punto de querer ocultarse de todos, excepto Naruto. Ahora, Sasuke no tenía el derecho ni el valor para recriminarle al rubio que hubiera confesado esa información a la pelirrosa, pues era lo justo. Naruto había dicho, desde el principio, que no estaba de acuerdo con aquello. Él había sido partícipe en el asunto de su cita, pues quería ver que Sakura no estuviera expuesta a situaciones que pudieran influenciar su buen juicio, o que le afectaran emocionalmente. El único que verdaderamente veía por ella resultaba ser él, así que quizá debía agradecerle por darle la única protección de la que él no era capaz: Naruto protegía a Sakura de las idioteces de Sasuke. Era por eso que su matrimonio había tenido éxito, ¿cierto? De hecho, el único motivo por el que su matrimonio había durado había sido, probablemente, él... y la olímpica terquedad de Sakura.

—No te veo como un objeto... nunca lo he hecho —suspiró—. En realidad, Sakura, el que no es lo suficientemente bueno aquí, soy yo —la mano derecha de Sasuke subió lento, hasta que acunó la mejilla de ella y logró hacer que levantara su rostro enrojecido e inflamado—. Tú único error ha sido enamorarte de mí y, en realidad, estoy muy agradecido por eso: tú me salvaste. A pesar de que Naruto me convenció, eres tú quien logró hacerme un buen hombre. Jamás supe cómo pagarte, así como tampoco aprendí a valorarlo... permíteme hacerlo, al menos esta vez.

—Ya es tarde —su voz era un poco nasal, así que Sasuke no controló su sonrisa. Ella tenía esa misma expresión de berrinche que usaba cuando quería algo, un poco infantil, pero él entendía que ella no estaba bromeando—, es demasiado tarde...

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