Capítulo Siete

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El siguiente lunes era el cumpleaños de Naruto Uzumaki. Sin embargo, el tiempo libre de ese día estaba reservado para la familia del rubio y la de su novia. Por un lado, la familia de Naruto vendría de visita el domingo, pues querían estar con su hijo en su cumpleaños número veintiuno. Mientras tanto, la familia de Hinata estaba decidida a ofrecer una cena en su honor. Como resultado, habían decidido fusionar el festejo, a modo que las familias se conocerían en persona por primera vez, algo que tenía a los novios bastante nerviosos, al punto que habían pasado todo el tiempo libre de la semana afinando los detalles para aquella noche del diez de octubre. Había calculado que sus padres llegarían por la tarde-noche del domingo, lo que les daba tiempo de festejar con sus amigos por adelantado: una pequeña fiesta en un bar que les gustaba, el sábado. Al menos, eso fue lo que había dicho el miércoles ese muchacho, dejando todo en manos de Sasuke Uchiha y Karin, quienes se encargaron de coordinar que todos los que estimaban la amistad del rubio se presentaran, sin falta, el día ocho de octubre. De ese modo, para cuando llegó el viernes, finalmente el chico estuvo listo para volver a su hogar por la noche con su compañero de piso, abriendo la puerta con cansancio, después de la cansadísima tarea de toda la semana.

—¿Qué forma de empezar tu festejo de cumple años es esa, Naruto? —una voz adulta logró llamar la atención de ambos, moreno y rubio, quienes alzaron la vista hacia su invasor.

—Viejo pervertido —murmuró el aludido, antes de que una sonrisa atravesara su rostro.

—Oye, oye. ¿Cuándo dejarás de llamarme así? —suspiró, con exasperación, mientras estaba sentado en un sillón de la sala, con dos botellas de cerveza terminadas y una a la mitad en su mano derecha, alzándola—. Soy tu querido padrino. Deberías tener un poco de respeto.

—Pero, ¿cómo entraste? —una vez reconocieron al albino, Sasuke entró con tranquilidad, para dejar sus cosas en un perchero.

—¡Forcé la puerta! —una corriente eléctrica recorrió la espalda de Sasuke.

—Ah —suspiró. Era lo mismo de siempre—. Naruto, tendremos que cambiar las cerraduras de nuevo. La próxima vez le daremos una llave, señor Jiraiya.

—Pero no la necesito —aseguró, antes de reír de forma escandalosa.

—Dices eso, pero dejará de funcionar en la próxima semana gracias a tu poco respeto hacia la propiedad ajena —aquejó el muchacho, para volver su mirada a Sasuke—. De todas formas, está bien siempre y cuando pase una vez cada mucho tiempo, Sasuke.

—¿Cómo va a estar eso bien, imbécil? —gruñó el aludido.

—Está bien, está bien —insistió, antes de tumbarse en un sofá frente a su padrino y maestro de la infancia—. Anda, dame una cerveza, viejo pervertido.

—¿Una cerveza? —burló el mayor—. Pero si esta era la última. No me dirás que no trajeron más.

—¡¿Ah?! —Naruto se alzó de inmediato—. ¡¿Te acabaste todas las cervezas, viejo pervertido?! Tú no tienes respeto por la economía ajena...

—¿Cómo es posible que te moleste que se termine las cervezas, y no las cerraduras? —bufó el Uchiha, para acercarse a Naruto—. Atiende a tu invitado y ve a comprar más.

—Eh... ¿yo por qué?

—Porque el señor Jiraiya seguro ha venido desde muy lejos tan solo para verte por tu cumpleaños, Naruto. Además, él es tu padrino —se encogió de hombros—. Y todos sus gastos corren por tu cuenta.

—Es algo muy desconsiderado para tratarse de mi cumpleaños...

—Pagaré tu cuenta del bar el día de mañana, pero encárgate de las cervezas por hoy.

EternallyWhere stories live. Discover now