Capítulo Treintaicuatro

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El aroma del café a primera hora del día despertó a Sasuke. Él, que acostumbraba ser quien lo hiciera en casa, se sorprendió un poco cuando aquel olor inundó el ambiente y, casi como si se hubiese asustado por eso, se levantó de golpe en el sillón. Sakura tenía una ventana con puertas de madera que daban desde la cocina hasta el espacio donde se encontraba la sala de estar y el desayunador, misma que había estado cerrada la noche anterior. Ahora estaba abierta, así que ambos pudieron verse el uno al otro a través del agujero en la pared, mientras la pelirrosa vertía un poco de café en una taza blanca. Se quedaron estáticos por un momento, justo antes de que ella pusiera la taza sobre el borde de pared donde se volvía ventana, colocaba la azucarera con una cuchara enseguida, y agregaba una barra de granola. Sasuke recordó, entonces, que se había quedado a pasar la noche y, de repente, su cabeza empezó a cobrarle el costo del alcohol. Sakura se sonrió con diversión al notar el semblante adolorido del moreno, así que abrió un cajón y buscó una aspirina para ponerla sobre el paquete de la barra de granola, volviéndose para tomar su taza con franjas de colores pastel, la cual inclinó hacia sus labios, bebiendo pacíficamente de su café con crema. Aquello fue suficiente incentivo para que el Uchiha se levantara del sofá, quitándose de encima la frazada que ella le había prestado, y caminar a pie descalzo hasta tomar todo, dirigiéndose al desayunador con Sakura detrás de sus pasos. Ni siquiera tuvieron que darse los buenos días.

—El baño está listo para ti —comentó, ella—. Preparé un poco de ropa de mi padre, pero es imposible que un pantalón suyo sea de tu talla.

—Eres muy amable, pero estaré bien...

—Tu ropa huele al alcohol por la transpiración de la noche —insistió—. Él no va a venir a reclamar su ropa, y no es tan anticuada como imaginas. Solo es una camisa blanca y calcetines. Acéptalo, ¿quieres? Quizá Naruto pueda llevarte más ropa a la universidad.

—Planeaba volver a casa a ducharme y vestirme.

—¿A qué hora sería eso, genio? —se encogió de hombros—. Solo escúchame. No tendrás que ir tan a prisa, así que puedes tomar la ducha tranquilamente.

—¿Qué hay de ti?

—Yo ya estoy lista —aseguró, aunque vestía solo jeans y un suéter azul claro—. Yo me levanto muy temprano, ¿sabes? Además, Karin y yo estamos casi siempre en el laboratorio, así que no nos esforzamos por nuestro atuendo.

—Ah... Karin. Va a matarme por no llamarla cuando terminó nuestra cita.

—¿Vas a contarle todo? —preguntó, alzando sus cejas.

—Se va a enterar de que no volví a casa por Naruto, así que más vale que le adelante una explicación antes de que ella saque sus conclusiones —tomó su taza, para traerla a su boca y darle un sorbo profundo, aunque cerró sus ojos y, por un momento, a Sakura le pareció que se dormiría.

—Había olvidado que tienes un mal despertar —se rio, ante lo que él abrió sus ojos lentamente.

—No tengo un mal despertar —decidió, en voz alta, y ella rodó los ojos—. ¿Qué fue eso? Te digo que no tengo un mal despertar... puedo levantarme de buen humor, no siempre me molesta un dolor de cabeza, ¿sabes?

—Oh, tú puedes despertar de buen humor, pero no te gusta que te despierten —ella se encogió de hombros—. Uno tiene que hacerlo con mucha delicadeza, así que me acostumbré a no hacer mucho ruido mientras duermes. Me sorprendió que te levantaras con tanta fuerza —admiró—. Usualmente te enojas cuando pasa algo así. Te vi luchar cuando te despertaban con un ataque, no es algo muy agradable de ver.

—Olvidé en dónde estaba, y yo hago el café en casa. Si alguien más hace café, significa que Naruto está quemando la cafetera o que Karin está a punto de sacarme a patadas de la cama.

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