Capítulo Cuarentaicinco

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Después de aquel fin de semana maravilloso, cuando ellos estuvieron juntos por primera vez—en esta vida—, Sakura volvió a casa y, apenas encendió la luz, una sensación cálida la invadió. Pero, a pesar de ser tan cálida, hubo algo muy extraño en ella, pues un escalofrío la hizo removerse al cerrar la puerta tras de sí. Tuvo que ver la puerta sobre su hombro, antes de continuar al interior. Sakura se sacó los zapatos primero, y dio unos pasos al interior de su hogar antes de lanzar su bolso sobre el sillón. Se estiró al sentirse más tranquila, hasta dirigir su mirada a su bolso y, como si acabara de suceder lo de aquella vez, un cosquilleo le hizo dar un respingo mientras llevaba sus dedos a los labios, pues la sensación de picor le hizo creer que era besada, nuevamente, aunque aquella vez ella fue quien lo besó a él. Y terminó así, de pie, mientras sus dedos se arrastraban sobre los belfos, queriendo comprender el motivo de eso. Sin embargo, nada tenía sentido, así que solo suspiró. Era mejor que se fuera a dormir. Caminó por el pasillo que la dirigía hacia el dormitorio, aunque no logró abrir la puerta, pues el simple empujar de sus dedos sobre la madera le hizo encogerse.

Un quejido se le escapó en el susto, y se congeló en su sitio. Su corazón se aceleró cuando escenas del pasado se arremolinaban en su mente, escapándose de su memoria: la mano de Sasuke en su espalda, su brazo fuerte rodeándola, los labios que le comían la boca a besos, su aliento cálido, su piel fría, su voz y su mirada... ah. Se sonrojó completamente, porque esos eran los recuerdos bochornosos de unos días románticos en los que confirmaron su amor con violenta adoración, los mismos que a cada parpadeo le mostraban imágenes nuevas, hasta que se remontaron a una noche en casa después de una misión larga, cuando Sasuke volvió. Así, la palma izquierda de Sakura le cubrió la boca, y ella pudo cerrar los ojos tranquilamente para recordar la forma en la que había hecho el amor con su esposo mientras Sarada no estaba en casa, mucho tiempo después de la última vez que habían estado juntos. Sucedió lo mismo luego de un rato, cuando la sensación de las gotas de agua fría—en tiempos remotos, de su juventud ninja— estaba en los cuerpos de ambos, pues habían encontrado una cueva para protegerse de la lluvia y él había encendido una fogata, sin mencionar que ya estaban casados por aquél entonces, así que lo que sucedió ahí ni siquiera necesita contarse. De algún modo, varios recuerdos de su vida anterior volvieron a ella, como una ráfaga que iba a saturar su mente si no era controlada, así que Sakura abrió los ojos. Su mano zurda pasó a su vientre mientras ella respiraba profundo, y abrió la puerta con cuidado—y un poco de temor— para que los susurros del amor le hicieran estremecerse a cada paso que daba hacia la cama.

Cuando, finalmente, llegó a la cama... ese fue el momento en el que lo entendió. Todo pareció detenerse mientras ella se apoyaba en el mullido, recostándose sobre su costado para llevarse las dos manos al pecho. Cual bólido, los recuerdos que se habían perdido con su muerte la golpearon de una sola vez, a pesar de que él ya no estaba para presenciarlo. El cuerpo de Sakura sintió un calor, un cosquilleo en el estómago y el vientre, un dolor gratificante en el pecho, todos los síntomas cuyo diagnóstico es siempre el amor. Menos mal no fue como con Florentino Ariza, que confundieron su mal de amor con el cólera, porque ella pudo morirse ahí de ser el caso. Pero no. Sakura se vio sumida en un vórtice de emociones, de repente. Ella sintió el orgullo de llevar el emblema Uchiha en su espalda, el placer de saberse la esposa del hombre al que siempre amó, la necesidad de verlo y estar con él, así como la gran adoración por ese hombre. De repente, Sakura Haruno ya no era la persona que tanto se esforzó en ser. Este fue el momento en el que ella volvió a ser, desde entonces y para siempre, Sakura Uchiha.


Capítulo Cuarentaicinco: Oh, cuánto te desprecio


—No puedo creer que te hayas acostado con un hombre tan repugnante —ahí estaba.

Un evento que nunca debió haber acontecido se suscitaba en esa habitación. Las palabras que Sasuke parecía no querer decir llegaban directamente a la pelirrosa. No tenía que ser un genio para imaginar lo que seguía, y esperaba con todo su corazón estar equivocada. Pero, ¿qué otra cosa podría decir ese idiota? Claro, eso no iba a detenerla de suplicar—en silencio— que él no tomara ese camino. Ah... qué tonta era. ¿No estaba ya acostumbrada a decepcionarse? Había corrido tantas veces detrás de él, se había tropezado y fallado en alcanzarlo. Así, por más feliz que hubiese sido al convertirse en su esposa, Sasuke Uchiha había estado ausente la mayor parte del tiempo. Ahora, a pesar de todo eso, él estaba hablando sobre algo que sucedió en su ausencia, cuando él no estaba para apoyarla, cuando ellos dos... no eran ellos dos. Así, a pesar de que su pecho cálido se esforzaba por mantener la llama que se había encendido súbitamente con aquellos días de luna miel, la sensación de que el fuego se estaba haciendo pequeñito comenzaba a dolerle en el alma, donde ni siquiera ella podía sanar.

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