XXXV

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Llamé a Francisco y pedí con insistencia que saliera a buscar a la morena por los lugares que él ya conocía. Me senté en el asiento del copiloto de su Audi mientras movía mi pierna nerviosa y me mordía las uñas sin parar.

El hombre pareció comprender mi preocupación y se dió bastante prisa por recorrer las calles una y otra vez sin éxito mientras pedía que revisara de nuevo por la anterior.

Marqué su número un total de treinta y dos veces aquella noche y en todas me respondía la chirriante voz de contestador.

Fruncí el ceño cuando pasábamos delante de la calle que usualmente frecuentaba para salir de fiesta y abrí los ojos en grande cuando, apenas sin pestañear, reconocí la figura de la morena tirada en un callejón oscuro y vacío.

-¡Para!-Grité alarmada, haciendo que Francisco se asustara y pegara un frenazo que me impulsó contra el salpicadero.

Salí del vehículo con prisas y apenas tuve suerte de tropezarme y darme de bruces contra el suelo cuando llegué a Natalia, que yacía boca arriba sobre el hormigón con los ojos cerrados y una mueca de dolor.

Inspeccioné su cara y me faltaron segundos para darme cuenta de que su nariz estaba ensangrentada y tenía una mano sobre sus costillas, como si de ellas procediera un terrible dolor.

Me quedé paralizada sin saber que hacer hasta que reaccioné y me agaché sobre mis rodillas para cogerle la cara.

Se movió sobresaltada e intentó huir de mi tacto pero se relajó cuando entreabrió los ojos y se percató de que era yo.

Suspiró rendida y se dejó caer de nuevo al suelo con frustración. Fruncí el ceño sin entender nada y dudé si seguir tocando su cara con miedo a hacerla más daño.

-¿Nat?-Pregunté en un hilo de voz.

Abrió la boca para decir algo pero la cerró de nuevo. Observé como resbaló una lágrima solitaria por su mejilla magullada y suspiré.

-Alba.-Pronunció casi sin aliento.-¿Qué haces aquí?

-¿Cómo que qué hago aquí?-Exclamé indignada.-Llevas horas sin dar señales de vida.

Suspiró de nuevo y cerró los ojos, elevando una mano hacia su rostro y consiguiendo que la frenara antes de que se tocara.

-Vámonos.-Dije decidida, intentando impulsar su cuerpo para que se levantara del suelo.

Pronunció mucho más su mueca de dolor y negó con la cabeza rotundamente, impidiendo que se irguiera y dejando claro que no podía moverse.

-¿Necesitas ir a un hospital?-Pregunté preocupada. Comenzó a negar rápidamente con la cabeza.-¿Por qué?

-Me van a preguntar.-Susurró, todo lo alto que sus pulmones le permitieron.

Suspiré pesadamente y procedí a acariciarle las mejillas con suavidad, haciéndole saber que estaba allí para ella, a pesar de que necesitaba muchas explicaciones de aquella noche y de su vida en general, pues hacía poco más de varias horas estaba jugando a la video consola y pidiéndome un poco de atención.

-¿Tu moto?-Cuestioné, acordándome de aquel vehículo de dos ruedas.

-La he escondido.-Murmuró con los ojos cerrados.-No puedo permitir que la encuentren.

Fruncí el ceño confundida pero no dije nada más, tampoco era el momento ni el lugar de montar una escena, necesitaba a una Alba comprensiva antes que a una enfadada y aquello era más que obvio.

Tras unos minutos intentando convencerla conseguí que tratara al menos de levantarse del suelo, pero sus magulladuras en las costillas impedían que apenas pudiera moverse.

Rodeé mis hombros con tu brazo y tiré de ella hacia arriba con cuidado, intentando mantenerla en pie como pude. Suspiré pesadamente cuando tuvo sus dos piernas rectas sobre el suelo.

Hacía muecas de dolor constantemente pero no se quejaba. Caminaba hacia el coche con cuidado y noté como las cuatro primeras gotas de una tormenta caían sobre nuestros rostros.

La calle estaba vacía y nuestros pasos resonaban por todo el callejón junto con el olor a humedad y a pelea.

Alcé la mirada y comprobé ambos lados de la acera con el fin de no llamar la atención y caminé despacio hasta el coche con el peso de la morena a mis hombros.

Francisco salió del coche enseguida y entre el esfuerzo de ambos conseguimos meter a Natalia en el asiento trasero con la misma mirada de dolor que tenía en aquel rincón oscuro.

Decidí quedarme con ella atrás y ordené a Francisco que regresara a casa a pesar del vistazo con reproche que nos lanzó, haciendo alusión a que debía atenderle un médico.

No sabía que instinto se despertó en mí pero algo me decía que la morena no estaba muy conforme con la idea de llevarla a un hospital, así que llamaría a cualquier doctor a casa.

El silencio permaneció estable durante todo el trayecto, a excepción de los pequeños quejidos que soltaba Natalia cuando el coche hacía algún movimiento brusco en las rotondas y curvas.

Chasqueé la lengua con frustración cuando llegamos y procedí a sacar de nuevo a la chica del coche con la ayuda de mi conductor. Marina salió despavorida de la casa cuando escuchó el motor y su cara fue un cuadro al ver lo machacada que estaba la morena en esos momentos.

-No preguntes.-Avisé, reforzando mi agarre.-Saca el botiquín y llévalo a mi habitación, por favor.

-Alba...-Habló, con un tono más suave que de costumbre.

-Marina, no lo sé ni yo.-Me adelanté a su pregunta, cortando su frase de inmediato.

Asintió confundida y nos abrió la puerta hasta que dejamos a mi novia en recostada en la cama de mi habitación, viendo como venía mi hermana con el botiquín minutos después.

Saqué todo lo necesario para curarla, entre tantas cosas unas gasas, vendas, alcohol y algún desinfectante. Pero mi miedo realmente era su contusión en el costado, la cual no había visto y aún así sabía que tendría mala pinta.

Holi queridxs. Siento mucho haber tardado tanto a pesar de que prometí que la semana pasada subiría algo. He tenido problemas con los estudios y para ser honesta no tenía ganas ni ánimos para publicar nada.

Disculpad las molestias. A partir de ahora intentaré subir más frecuentemente pero no puedo permitirme el ritmo de antes porque mi cabeza está demasiado saturada.

Os quiero. ❤️✨

Gasolina. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora