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-Venga Alba, come un poco.-Me decía mi hermana, alzando el tenedor delante de mi boca.

Llevaba unos cuantos días con la tripa revuelta y tenía unas constantes ganas de vomitar. Aún así, tal y como le había prometido a Marta, habíamos salido a cenar a un restaurante en el centro que, según me había dicho mi amiga, tenía dos estrellas Michelín.

-No tengo ganas, Marina.-Pronuncié, apoyándome en mi brazo derecho y frotándome la sien con el izquierdo.

Marta, que había estado observando el panorama en todo momento, sonrió con tristeza y bebió un trago más de su vino, haciendo el amago de hablar repetidas veces antes de hacerlo.

-Tú lo que necesitas es una buena fiesta.-Soltó. La miré con los ojos bien abiertos, sabiendo que acababa de desatar mi ira al comentarlo delante de mi hermana.

-¡Sí!-Gritó ella, tal y como me temía.-Alba, nos pillamos un pedo.

-¡Qué barbaridad!-Exclamé, elevando la voz más de lo que pretendía.-Marina, después de lo que ha pasado lo último que quiero es que bebas.

-Vale, no lo haré.-Insistió. Rodé los ojos y negué una vez más, a pesar de hacer caso omiso a mi opinión, pues se levantaron enseguida a pedir la cuenta al camarero.

-He dicho que no iré.-Sentencié, cruzándome de brazos en el sitio.

Marta me contempló con el ceño fruncido, esperando que un atisbo de duda cruzara por mi rostro, cosa que no sucedió.

-Tu hermana tiene edad para venir conmigo.-Comentó, agarrando a Marina de la mano.

-¡Ni de coña!-Dije. Levantándome tan rápido que incluso me mareé.

-Ya verás, te voy a llevar a un bar que te cagas en las bragas.-La escuchaba decir, mientras avanzaban juntas a la salida. Gruñí antes de tomar la decisión de seguirlas, convirtiéndome en una víctima más de la labia de mi mejor amiga.

Le pedí a Francisco que nos llevara, ya que lo último que quería era coger un taxi a estas alturas de la noche. El hombre nos miró algo extrañado cuando Marta le indicó la dirección pero, como siempre había hecho, se mantuvo en silencio y obedeció.

Llegamos a un barrio algo alejado de la zona y me comencé a preocupar, ya que parecía un sitio de mala muerte, en el que fácilmente nos podrían atracar, en el mejor de los casos.

Mi amiga era muy dada a salir por aquellos sitios, ya que decía que los lugares para gente rica eran demasiado aburridos y que prefería cometer locuras y aprender a vivir la vida como el resto de los mortales.

Siempre me habían parecido tan absurdos sus argumentos que me los tomaba como una broma, quizá para no pensar en el peligro que corría detrás de aquel espíritu aventurero y libre.

Aparcamos en una calle algo más transitada y lo primero que vi al bajar del coche fueron los grupitos de gente que se amontonaban a la entrada de los bares para fumar.

Sentí a Marta tirar de mi mano hacia una dirección cualquiera y comentó que iríamos a su bar favorito, el cual se encontraba al final de la carretera.

Me despedí de Francisco como pude y me dejé guiar por las intenciones de aquella locura de persona que se hacía llamar amiga mía, siempre pendiente del estado de mi hermana.

El local parecía sacado de una película de los años ochenta. Su aspecto retro me dio la extraña sensación de haberme transportado en el tiempo, incluso tenía una gramola como elemento decorativo.

La gente que se encontraba allí tenían un aspecto decente, para mi sorpresa, y bebían tranquilos mientras bailaban al ritmo de la música que rebotaba por las cuatro paredes de aquella habitación.

Marta abrió la boca y soltó un gritillo de emoción cuando pareció ver a alguien en la barra, encontrándome con la desagradable sorpresa de que se trataba de Natalia.

Nuestras coincidencias me llevaron a tener miedo del destino, que siempre nos juntaba y nos separaba en terribles situaciones.

-¡Natalia!-Gritó mi amiga, tirando de la mano de Marina hacia la barra, que era donde se encontraba.

Las seguí con prisa y me dio tiempo suficiente para echar un vistazo a la motera antes de que me mirara. Llevaba unos pantalones holgados vaqueros, doblados manualmente a la altura de sus tobillos. Unos calcetines blancos altos y unas deportivas del mismo color.

Sobre la parte superior, portaba una camiseta estrecha de cuello alto, que se acoplaba perfectamente a su figura y dejaba ver su abdomen plano.

-¡Pivón!-Exclamó la morena, abrazando a Marta con entusiasmo.-¿Qué tal estás?

Tardó unos segundos en darse cuenta de que se encontraba con alguien más y, pasando primero por Marina, clavó su vista en mí y su expresión cambió por completo.

-Bien, he venido con mis amigas.-Seguía hablando Marta, a pesar de que Natalia pareciera no prestarla atención. Soltó una risa burlona en mi dirección y se acercó peligrosamente a mí, rodeándome con su brazo por los hombros.

-¡Rubia!-Exclamó, sacudiéndome contra su pecho.-Te dije que estábamos destinadas.

Rodé los ojos por costumbre y me encontré con la mirada interrogante de mi mejor amiga, que se mantenía en silencio mientras mi hermana sonreía.

-¿Os conocéis?-Preguntó por fin, señalándonos una y otra vez.

-Somos novias.-Soltó la morena, dejando un suave beso sobre mi mejilla.

-¡Quita!-Grité, empujándola con una mueca de asco y limpiándome la zona con rabia.

-Todavía se está acostumbrando a estar con un bellezón.-Se carcajeó la motera, girándose en dirección a la barra.-¿Qué queréis?

-Un cubata.-Pidió Marina. Negué con la cabeza y fruncí el ceño enfadada.

-Nada de alcohol.-Ordené, apoyándome en la madera, justo al lado de Natalia.

-Deja divertirse a tu hermana.-Rogó la susodicha, toqueteando uno de los mechones de mi pelo y haciéndome chistar con la lengua.

-Ya me has oído.

Rodó los ojos ante mi poca flexibilidad y le pidió una CocaCola, acompañado de una ronda de chupitos de Tequila para nosotras.

-Venga, rubia.-Me animó, señalando el bote de sal.-Déjame probar una cosa.

-Ni de coña me fío de ti.-Negué, ajena a sus insistencias.

-¡Va!-Exclamó Marta, bebiendo su chupito de un trago y dejándolo sobre la barra.-No seas aguafiestas.

Pensé durante unos segundos y asentí en un bufido, quedándome quieta y expectante a sus intenciones. Me asusté cuando se acercó a mi cuello, haciéndome cosquillas con su aliento.

Esperó a que me apartara y, al ver que no lo hacía, entreabrió los labios y arrastró su lengua por mi piel, haciéndome jadear sorprendida.

Se apartó con una sonrisa y agitó el tarro de sal sobre su mano, acercándolo a la zona húmeda y pegando los pequeños granos cristalinos sobre ésta.

Agarró un rodaja de limón y me sujetó por la barbilla para que abriera la boca, colocándola sobre entre mis dientes y dejándola ahí.

-Vale.-Terminó, sacudiendo sus manos y moviéndose de manera sensual.-Ahora vas a ver las estrellas rubia.

JAJAJAJA HOLA SOY MUY MALA. Os quiero tanto tanto tanto. ❤️✨

@missbanana027

Gasolina. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora