XXIV

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-¿Vemos una peli?-Ofrecí disimuladamente, aún envuelta entre sus brazos. Asintió convencida y, muy a duras penas, me levanté del sillón para poder alcanzar el pequeño mando que reposaba encima de la mesita de cristal.

Me incliné de nuevo y Natalia se movió de tal manera que quedé apoyada sobre su pecho de forma completa. Me achuchó contra ella mientras soltaba unos soniditos adorables.

-¿Cuál?-Hablé. Se encogió de hombros con una sonrisa y me invadió una felicidad extrema al verla así de entusiasmada.

-Una de dibujitos que si tengo que pensar no te presto mucha atención.-Pidió. Solté una carcajada estridente que retumbó por toda la sala y negué con la cabeza ante sus ocurrencias.

-Pues Moana.-Sentencié, pulsando la primera película de aquella temática que se me presentó en las narices.

Me estiré a por una manta y sentí un escalofrío al notar las manos de la morena posarse en mi vientre desnudo, que había quedado así debido al levantamiento imprevisto de mi camiseta al moverme.

Intenté no prestarle demasiada atención a su contacto y me posicioné entre sus piernas abiertas para estar completamente pegada a ella, tapando ambos cuerpos con la tela gordita.

Jugábamos a entrelazar nuestras manos mientras la película avanzaba y, muy frecuentemente, dejaba varios besos sobre mi cabeza y suspiraba alegremente mientras volvía a conectar con la pantalla.

-Hueles muy bien.-Me susurró, respirando sobre mi pelo. Elevé la cabeza para mirarla y me encogí de hombros.

-Es el champú.-Bromeé. Se rió bajito e inclinó su cuerpo hasta dejar un casto beso sobre mis labios.

Sonreí como una idiota y me giré rápidamente, evitando que pudiera verme en aquel estado.

Escuché la cerradura de la puerta moverse y me tensé, aferrándome a la morena. Natalia frunció el ceño confundida.

-¡Hola!-Oí desde la entrada. Suspiré y me relajé cuando me di cuenta enseguida de que se trataba de mi hermana, la cual no sabía que había permanecido fuera de la casa todo ese tiempo.

-¿Marina?-Llamé. Asomó la cabeza por la puerta del salón con las cejas levantadas y sonrió al ver en la posición en la que nos encontrábamos. Me sonrojé al instante y  carraspeé mi garganta disimuladamente.

-Hermanita.-Dijo coqueta.-¿Qué tal, Natalia?

-Bien, tampoco me puedo quejar.-Contestó ella, con un tono irónico.

-Bueno, os dejo con lo vuestro.-Anunció, regalándonos una última sonrisa y desapareciendo en la misma dirección por donde había venido.

Natalia se rió risueña y suspiré avergonzada, pues mi hermana nunca me había visto en semejante situación, y menos con una mujer.

Continuó con sus caricias disimuladas al mismo tiempo que me intentaba relajar y lo consiguió de manera bastante efectiva, pues me quedé dormida entre sus brazos sin querer.

Desperté lo que me parecieron minutos después y abrí los ojos con cuidado, intentando adaptarme a la luz de la televisión, que ahora ya iba por la escena final de la película.

Me giré para observar a Natalia y me encontré con su cálida mirada. Me sonrió con ternura y acarició el puente de mi nariz con su dedo índice.

-¿Has dormido bien?-Preguntó burlona. Suspiré y golpeé su brazo. Se rió y me apretó contra ella de nuevo.

Me froté un ojo con el puño cerrado y bostecé cansada. Arrugó la expresión adorablemente y golpeó mi muslo un par de veces con la palma de su mano.

-Venga, cenamos algo y a dormir.-Me indicó. Asentí emocionada y me levanté, gimiendo al instante por la falta de contacto.

Entrelazamos nuestros dedos para tomar rumbo a la cocina y Ángeles nos recibió con una cálida sonrisa al mismo tiempo que nos señalaba la mesa.

-He preparado una ensalada con algunas cosas de la nevera, espero que no les importe.-Informó amablemente. Negué sin darle importancia.

-Gracias.-Exclamé, viendo el plato que tenía delante de mis ojos.

Comimos en un silencio de lo más cómodo mientras nos mirábamos disimuladamente. Yo era la encargada de memorizar cada gesto y expresión mientras ella me interrogaba con los ojos, esperando una explicación ante mi intensa concentración en su figura.

No contesté pero tampoco paré de hacerlo, me gustaba verla en todas las ocasiones que me presentaban, más cuando no habíamos podido estar juntas hasta aquel momento.

Terminé el último tomate cherry que quedaba en el plato y me levanté, no sin antes llevarlo al fregadero, aún con las quejas de mi cocinera.

Tiré de Natalia por la escaleras hasta la habitación y cerré la puerta tras de mí una vez estuvimos dentro. Sonreí tímidamente y me senté en la cama mientras observaba a la morena, que permanecía apoyada en la puerta con los brazos cruzados.

-Rubia, si quieres que duerma desnuda no tengo ningún problema.-Me avisó.-Pero si no quieres complicaciones te sugiero que me prestes algo para dormir.

Sonrió burlona y yo asentí embobada. Me levanté a abrir el armario empotrado y rebusqué entre mis cajones hasta encontrar una camiseta larga vieja de mi padre que había cogido de alguna empresa de carpintería.

-Toma.-Dije, tirándola desde la lejanía.

Salió en dirección al baño de mi habitación y suspiré sonriente. Me llevé las manos a la cara y permanecí así durante un buen rato sin creerme lo que verdaderamente estaba pasando.

Me cambié rápidamente a un pijama ancho y esperé a la morena dentro de mi refugio de sábanas. Apareció minutos después con la tela desgastada y sus largas piernas al aire.

Me dio un escalofrío involuntario y sonrió burlona al mismo tiempo que rodeaba la cama para tumbarse junto a mí.

-Rubia.-Susurró, esperando a que apagara la luz para sumergirnos en una oscuridad atenuada por las pequeñas farolas que iluminaban la calle y se colaban por la ventana.

-Dime.-Contesté, girando mi cuerpo en su dirección y contemplándola desde su altura.

-Gracias por darme la oportunidad de hacerte feliz.-Soltó, acunando mi mejilla con suavidad.

Sonreí con ternura y me abalancé contra su cuerpo hasta quedar completamente abrazada a ella. Me dormí en el instante en el que comenzó a acariciarme aún con los pensamientos de haber conocido a la mejor persona del mundo.

Gasolina. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora