XI

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Después de aquel susto me quedé abrazada largos minutos mientras Natalia correteaba por mi casa con nerviosismo, tocándose el septum una y otra vez.

-Para.-Pronuncié amablemente.-Me vas a hacer un hueco en el suelo.

Me obedeció y frenó sus pasos en seco, mirándome y suspirando, sentándose junto a nosotras en el sofá. Marina se incorporó y salió de mis brazos, lanzándose a los de Natalia.

-Gracias.-Susurró. La morena abrió los ojos y sonrió levemente, acariciando su cabellera con cariño.

-Nada, enana.-Rió.-¿Tenéis hambre?

Asentimos sin mucho ánimo y ofreció pedir una pizzas, cosa que aceptamos enseguida. Se retiró a la cocina con la excusa de hablar por llamar al establecimiento y nos dejó solas.

-Es un partidazo.-Susurró Marina, una vez la morena se hubo alejado lo suficiente para no oírnos.

Rodé los ojos y escondí una sonrisa. No había asumido todavía lo que había pasado con todo esto. Me quedé pensativa y mi hermana soltó una carcajada, golpeándome el brazo con suavidad.

-No estoy de broma.-Dije seria. Comenzando a hacerle cosquillas.

Natalia entró de nuevo y, al ver el panorama, sonrió con ternura y carraspeó su garganta haciendo acto de presencia. Paramos de jugar y le prestamos atención.

-Llegan en media hora.-Informó, asentí y golpeé el sitio de mi lado un par de veces, animando a que se sentara.

Me miró durante unos segundos y lo hizo sin ningún reparo. Noté que aquel pequeño gesto le había hecho feliz y me sentí extrañamente contagiada.

Rodeó mis hombros con su brazo hasta que sonó el timbre, sería el repartidor. Suspiré cuando se separó y se levantó para abrir.

-¡Hija de puta!-Escuché, al mismo tiempo que la figura de Mario aparecía en el salón, abalanzándose hacia mi hermana.

Intenté cubrir su cuerpo pero, antes de que pudiera analizar la situación, el cabrón ya estaba haciendo el amago de golpearla.

Natalia entró a rastras con una mano sobre el pómulo, haciendo muecas de dolor. Abrió los ojos y la rabia cruzó su rostro.

Detuvo a Mario, agarrando su brazo y tirándolo al suelo. Francisco apareció en escena, paralizándose asustado. Le hice un gesto de llamar a la policía y salió corriendo de vuelta a la cocina.

La morena se puso a horcajadas sobre él y levantó el puño en una amenaza de golpearle, pero el chico se retorció, intentando escapar de sus agarres.

Salí de mi parálisis al ver a Natalia en peligro y me acerqué a ellos, ayudando a la morena a inmovilizar al chico.

-Tú eres otra zorra.-Me decía Mario, provocando gruñidos en la morena, que se resistía a golpearle.

La policía entró minutos después y nos apartó de la escena para detenerlo, mientras él se quejaba de lo mucho que le apretaban las esposas.

Suspiré cuando la motera se arrastró por el suelo hasta llegar a mi posición y abrazarme, dándome cuenta de que había comenzado a llorar.

Dos de los policías responsables salieron del apartamento con Mario, mientras que los otros dos corrieron a socorrer a mi hermana.

En aquel momento se me nubló la vista. Marina estaba llorando desconsolada, sujetándose una nariz ensangrentada. Grité de sufrimiento y Natalia me sujetó, evitando que me derrumbara.

Como es evidente, llevamos a mi hermana al hospital para una cura urgente, cosa que acabó con una estupenda escayola blanca sobre su nariz, pues se la había partido.

Solté las llaves en la mesita del pasillo cuando regresamos a casa y me fijé el la motera. La pobre llevaba el pómulo casi morado, debía de dolerle mucho.

Sujeté su barbilla y me miró confundida, acordándose de que tenía un golpe en su cara. Tiré de su mano al baño en silencio y se sentó sobre la taza del retrete, esperando a que encontrara el botiquín entre los cajones del fregadero.

Saqué un par de algodones y agua oxigenada, cuando me dispuse a curarla, me sujetó la mano en el aire y me miró asustada.

-Ten cuidado.-Me advirtió. Sonreí con burla y asentí.

-A la chica mala le dan miedo las curitas.-Me mofé. Me miró desafiante y agarró mis muslos, haciendo que me sentara sobre ella, dejándome a centímetros de su cara.

No dije nada más y presioné su herida con cuidado, provocándole un quejido de dolor que disimuló con un carraspeo de garganta.

Acariciaba una de sus mejillas mientras le curaba la otra y ella sólo me miraba atentamente, dándome la sensación de que quería memorizar cada parte de mí.

-Me pones nerviosa.-Admití en un susurro. Soltó una risa mezclada con un suspiro y me acarició el muslo de arriba a abajo con la palma de su mano.

-¿Sí?-Pronunció, en un tono demasiado sensual. Arqueé una ceja y asentí, apretando un poco más de la cuenta para que se quejara.-¡Ay!-Exclamó, apartándose hacia atrás. Me quedé en silencio durante un rato.

-Gracias por salvarnos.-Susurré con vergüenza. La motera negó con la cabeza varias veces y me obligó a que la mirara a los ojos.

-Personas como vosotras no se mereces un trato así, ni ninguna mujer.-Admitió. Sonreí tímidamente y continué con lo que estaba haciendo tranquila.

-Esto ya está.-Dije. Incorporándome para guardar el bote de agua oxigenada y tirar el algodón a la basura.-¿Necesitas que te lo tape?

-No hace falta.-Negó, mirándome de arriba a abajo. Me temblaron las piernas pero no me moví.

-Voy a ver a Marina.-Informé, carraspeando mi garganta.

-Espera.-Susurró, agarrando mi muñeca.-Lo del beso de esta tarde...

-¿Podemos hablarlo en otro momento?-Dije cansada, sabiendo lo que me diría.

Por lo poco que me había contado Marta, la morena era una perdona muy independiente y no le gustaba meterse en relaciones íntimas con nadie, probablemente solo buscaba un buen polvo y me dejaría tirada a la mínima oportunidad de marcharse.

Asintió con tristeza y salí de allí como un rayo en dirección al salón.

Estoy realmente atascada en esta historia y no se que me pasa, pero es realmente frustrante y me estoy empezando a sentir mal. Lo siento. ❤️✨

@missbanana027

Gasolina. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora