XXII

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La había cagado, hasta el mismísimo fondo. Quería comprender cual fue la naturaleza de mis estupidas decisiones, pero me encontré peor de lo que me imaginaba.

Natalia llevaba sin hablarme dos semanas, Marta escaseaba en palabras y se notaba que estaba decepcionada y yo no sabía que hacer.

Me dio tiempo suficiente para pensar en lo que realmente quería y me tranquilicé dentro de mis posibilidades. Me tomé el espacio necesario para trabajar y comprender que no todo el universo gira alrededor de uno mismo.

Definitivamente me encontraba más orientada dentro del círculo vicioso de crisis existencial que había tenido durante los últimos días.

Aquella tarde me animé para salir a correr, pues necesitaba despejar mi mente y destensar mis músculos. Me vestí con unas mallas deportivas bastante ajustadas y una sudadera de la universidad de Roma de color granate, que me había acompañado desde los quince años.

Comencé con los primeros trotes y enseguida noté como mi cuerpo se iba desgastando a medida que intentaba avanzar en mi carrera.

Traspasé las dos primeras manzanas y la música de mis cascos cambió bruscamente, frené en seco cuando escuché los primeros acordes de "Guantanamera" y rodé los ojos, esa maldita canción me acompañaría en mi desgracia para siempre.

Saqué el móvil del bolsillo grande de mi sudadera con tan mala suerte que se resbaló entre mis dedos y cayó al suelo con la pantalla hacia abajo.

-Mierda.-Murmuré, rezando todo lo que sabía porque no estuviera roto.

Me agaché despacio y viví la escena de darle la vuelta como si fuera una secuencia a cámara lenta en una película de Almodóvar.

Suspiré con alivio al darme cuenta de que no estaba roto y me incorporé. Escuché el rugido de un motor que instantes después se apagó.

Me giré rápidamente para encontrarme con la morena apoyada en su moto en proceso de quitarse el casco que cubría su cabeza. Se colocó el flequillo con cuidado y echó un vistazo rápido a la calle sin pararse en mí, no me había visto.

Me quedé paralizada cuando sonrió genuinamente a una chica que apareció de la nada. La agarró de la cintura y tuvo la gracia de saludarla con un beso, dejándome completamente helada.

La mujer, que parecía encantada con la morena, se subió en su moto y ambas partieron en dirección opuesta, ignorando mi presencia.

No supe como reaccionar y me quedé allí plantada por unos minutos. Natalia iba muy enserio cuando me dijo que no me esperaría.

La cólera reinó en mi por momentos y sentí mis mejillas arder. Menuda falta de respeto. Continué mi trote y comencé a correr cada vez más rápido, sintiendo como apenas me quedaba sin oxígeno en los pulmones.

Antes de que pudiera ser consciente de que realmente mi cuerpo no aguantaría mucho más, frené en la puerta de mi casa completamente sudada y respirando de manera entrecortada.

Llegué al piso y cerré la puerta tras de mí con algo de rabia. Mi hermana salió en mi busca enseguida, apareciendo por el salón.

-¡Hija de puta!-Grité, tirando las llaves al pequeño mueble que tenía en la entrada.

-¿Qué te ha pasado?-Me preguntó asustada.

-La cabrona de Natalia estaba muy afectada.-Ironicé, gesticulando exageradamente con mis manos.-Le han faltado días antes de tirarse a otra.

Marina me analizó con las cejas levantadas y la cara de sorpresa, expresión que inmediatamente cambió a una más confusa.

-No hay quien te entienda.-Me dijo.-Te ríes de ella en su puta cara y ahora esperas que te guarde luto.

-¡No me he reído de ella!-Grité indignada, sin creerme lo que me estaba diciendo.

-Si te molesta es por algo.-Advirtió, desapareciendo de mi vista.

Bufé frustrada y decidí meterme en la ducha. El agua estaba tan caliente que sentía la piel de mi espalda arder, pero poco me importaba en esos momentos.

Por supuesto que estaba molesta. Hasta tal punto que me di cuenta que realmente sentía cosas por ella. Me odié por ser tan gilipollas y tener que verla en los brazos de otra para quitarme la venda de los ojos.

Salí del baño con una toalla mal enrollada sobre mi cuerpo y el champú a medio aclarar y cogí el teléfono a toda prisa para marcar el número de la motera en un impulso.

Esperé tres tonos antes de que se comenzaran a escuchar ruidos detrás de la línea, empezando por la risa de Natalia.

-¿Sí?

-¿Podemos hablar?-Pregunté nerviosa, casi acabando con las uñas de mi mano izquierda.

-¡Hombre, rubia!-Exclamó, con un tono de voz bastante molesto.-Me pillas un poco ocupada.

Rodé los ojos visiblemente cabreada y gruñí cuando escuché en la lejanía la presencia de la otra chica.

-¿Has conocido a alguien?-Pregunté temerosa, esperando una negativa que sabía que no tendría.

-¡Qué huevos tienes!-Rió.-Ya hablaremos.

-Vale, lo siento, soy subnormal, Natalia te necesito.

Sé que estuvo mal aquel comentario, pero necesitaba jugar mi última baza antes de que la perdiera para siempre.

Escuché un suspiro cansado al otro lado y colgó, dejándome con la duda de si me perdonaría o no.

A las dos horas me llegó un mensaje de la morena pidiendo permiso para hablar las cosas en persona, le dije que viniera a mi casa.

Todo se puso en marcha y me apresuré lo más que pude para arreglarme medianamente antes de que sonara la puerta.

Corrí por toda la casa descalza hasta abrir con nerviosismo, encontrándome con la figura de la morena apoyada en el marco y mirándome con una expresión muy seria,
Déjà vu.

Parece que la noche sería mucho más ajetreada de lo que parecía en un principio.

Holi, no me gusta una mierda este capítulo pero necesito explicar muchas cosas. Sé que el odio hacia Alba en estos momentos aumenta pero necesitaba expresar un personaje con inestabilidad emocional porque transmite lo que yo llegué a sentir en su momento.

Quiero ser sincera y decir que no me gusta el rumbo que está llevando esta historia, intentaré buscar la forma más rápida de corregirlo sin mucho drama y volver al mood de amor y corazones que tanto nos gusta, pero no me estoy sintiendo con ánimos de escribir de ese rollo esta semana.

Os quiero.

@missbanana027

Gasolina. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora